RENDICION INCONDICIONAL O... DISCULPA POLÍTICAMENTE CORRECTA.
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com
“Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres?”
(Job 7:20 RV1960)
En este pasaje de las Escrituras encontramos una confesión, una rendición y un reconocimiento de parte de Job hacia Dios.
Dios se refiere en su Palabra a Job como
“hombre perfecto y recto” (Job 1:1), sin embargo, unos capítulos más
adelante, lo encontramos confesando pecado. ¿Es que Dios se equivocó?
¡De ninguna manera! La doctrina de la perfecta santidad en el ámbito
natural, en la esencia corrupta heredada de nuestro padre natural Adán,
simplemente no existe. Y Dios lo sabe. “Cualquiera que se enorgullece de
poseer tal perfección, declara inmediatamente su ignorancia, de sí
mismo y de la ley de Dios” (Charles Spurgeon). El único que pudo con
esto durante su paso por esta tierra, fue Jesús (Hebreos 4:15; 9:28).
¿Por qué, entonces, Dios lo ve a Job
como “perfecto y recto”? ¿Qué hizo para recibir tal distinción, nada más
ni nada menos que de parte del Padre Dios?
Confesó su pecado, se rindió incondicionalmente ante Dios, y lo hizo ante quien reconoce como “Su Guarda”.
En Marcos cap. 11 encontramos a Jesús
entrando en Jerusalén. La gente le dio un gran recibimiento, pero Jesús
no estaba entrando en un caballo, como lo haría un rey, un conquistador.
Lo hizo, en cambio, montado en un burrito, lo que en los códigos de la
época significaba en la más completa paz y humildad.
Muchas veces transitamos la vida
montados en un corcel cuando en realidad deberíamos hacerlo en un
burrito como Jesús. Es más, estamos CREYENDO cándidamente que venimos
montados en un brioso corcel, cuando en realidad Dios nos ve arriba de
un pony.
No es de extrañarse, entonces, que
inmersos en esta naturaleza corrupta heredada de Adán, nos equivoquemos
con la gente, surjan rispideces en las relaciones. Que hagamos o digamos
lo que no tenía que ser; o que, por el contrario, no hagamos o digamos
lo que sí debió ser.
Job confiesa su pecado, se rinde sin
excusas, argumentos ni condiciones y agrega una cosa más: “¿Qué puedo
hacer?”. Sabe que ha pecado, lo confiesa valientemente, y acude en busca
de refugio a quien reconoce como “su Guarda”; pero está confundido y no
sabe qué hacer. Sin embargo, muestra voluntad sincera de hacer lo que
Dios le ordene para reparar, aunque sea en parte el perjuicio. Es la
confusión, el desconcierto que invade un alma sincera, un corazón
contrito y humillado delante de Dios, cuando cae en la cuenta de que ha
causado un perjuicio. En nuestra relación con Dios, esto debería ser
cosa de todos los días. En las relaciones entre hermanos, estas tres
pautas deberían estar presentes toda vez que algo no resulte bien. Pero
bien sabemos que no siempre es así. A un corazón corrupto, esto
simplemente no le importa… o por lo menos, no tanto como debería.
Es la diferencia entre “una disculpa
políticamente correcta” pero desprovista de pesar por el perjuicio
causado, para cerrar el reclamo, “quedar bien” y no tener que seguir
escuchando lo que no se quiere oír. Y a continuación, o bien brindar una
buena e inteligente construcción argumental con pretextos, motivos,
causas y circunstancias de la inconducta; o lo que resulta ser peor en
muchos casos, como decimos en mi país: “pase de factura”. Sacarle a la
luz defectos, faltas, errores del otro para desacreditarlo, endilgarle
las culpas o parte de ellas, hacerlo parecer y sentir como el causante
de nuestra propia falta. Cuando “LA DISCULPA”, HACE MÁS DAÑO QUE LA
FALTA. Ahí es donde se puede percibir con claridad la degradación de las
personas, tan lejos de la actitud de Job. Habida cuenta de que cuando
decimos algo del otro -no importa si bien o mal- en realidad estamos
revelando mucho más acerca de nosotros mismos que lo que pretendemos
decir del otro.
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;”
(Filipenses 2:3 RV1960)
Por: Luis Caccia GuerraEscrito para www.devocionaldiario.com
Gracias por refrescarnos la mente con esta edificante enseñanza querido Luis: tres acciones que no pueden estar ausentes en nuestro día a día como cristianos: Reconocimiento de pecado; Rendición incondicional a Dios; y Proclamación de Su nombre como nuestro Guarda. Dios te siga regalando sabiduría de lo Alto..
ResponderBorrar