Por: Luis Caccia Guerra “Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres?” (Job 7:20 RV1960) En este pasaje de las Escrituras encontramos una confesión, una rendición y un reconocimiento de parte de Job hacia Dios. Dios se refiere en su Palabra a Job como “hombre perfecto y recto” (Job 1:1), sin embargo, unos capítulos más adelante, lo encontramos confesando pecado. ¿Es que Dios se equivocó? ¡De ninguna manera! La doctrina de la perfecta santidad en el ámbito natural, en la esencia corrupta heredada de nuestro padre natural Adán, simplemente no existe. Y Dios lo sabe. “Cualquiera que se enorgullece de poseer tal perfección, declara inmediatamente su ignorancia, de sí mismo y de la ley de Dios” (Charles Spurgeon). El único que pudo con esto durante su paso por esta tierra, fue Jesús (Hebreos 4:15; 9:28). ¿Por qué, entonces, Dios lo ve a Job como “perfecto y recto”? ¿Qué hizo para recibir tal distinción, nada más ni nada menos que de parte de