LIBERTADOS-De qué ha libertado o liberta el Señor a los que confían en Él.

Por: Diego Brizzio




(1) Enero de 1945, durante la segunda guerra mundial: más de 500 prisioneros aliados son rescatados mientras iban camino a la muerte. (2) Diciembre de 1972: 16 pasajeros accidentados por la caída de un avión son rescatados de la cordillera de los Andes, después de sobrevivir 72 días. (3) Octubre de 2010: 33 mineros chilenos son rescatados de cientos de metros de profundidad bajo la tierra. (4) Enero de 2015: más de 300 niños esclavizados en India son rescatados de trabajos forzados. (5) Julio de 2018: 12 niños y un adulto tailandeses son rescatados de una cueva inundada… (6) Diciembre de 2018: una mujer argentina es rescatada de 32 años como víctima de trata… Amigos queridos, todas estas personas estaban en situaciones realmente terribles, y fueron rescatadas, fueron salvadas, fueron libertadas. ¡Y qué maravilloso, qué hermoso que así haya sido! Ahora bien, hay otras situaciones todavía más terribles que esas, y otras libertades todavía más maravillosas, de las que no se habla abiertamente en los medios. Bueno, de esas situaciones y de esas libertades es que hablaremos en esta serie que iniciamos hoy. La hemos titulado…
Libertados (I)
De qué ha libertado, o liberta, el Señor a los que confían en él.
Hoy vamos a ver la primera situación terrible de que el Señor ha libertado, o liberta, a los que confían de todo corazón en él. Te invito a leer un texto de la Biblia, un texto que es, a la vez crudo y maravilloso, ofensivo y admirable. Gálatas 3.10, 13 y 14… Dice así: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas… Cristo nos redimió [nos rescató, nos libertó] de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los que no son judíos”.
I.          Lo primero que encontramos este texto es que los pecadores están, o estamos, en una terrible situación judicial.
A.        Miremos el verso 10. Allí se habla de “el libro de la ley”, o sea, del libro de la ley de Dios. Se refiere a la parte de la Biblia donde están los mandamientos de Dios, la parte donde Dios prohíbe todo lo que va en contra de su carácter santo, y ordena todo lo que está de acuerdo con el mismo. Los famosos diez mandamientos, por ejemplo, son una parte de ese libro de la ley de Dios; una parte muy esencial o central. Seguro que te acordás de algunos puntos: el primer punto dice que no veneremos religiosamente a nadie más que a él. El segundo, que no identifiquemos a Dios con nada creado o natural. El quinto, que honremos a nuestro padre y a nuestra madre. Luego, que no asesinemos, que no seamos desleales al cónyuge; que no robemos, que no mintamos, que no codiciemos. En fin, “el libro de la ley”, mencionado en este pasaje, es la parte de la Biblia donde encontramos los mandamientos de Dios.
B.        Luego, el mismo verso 10 habla de “todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en ese libro”. O sea, de todo aquel que no obedece el cien por ciento del tiempo, el cien por ciento de los mandamientos; de todo aquel que desobedece al menos una vez, al menos uno de los mandamientos de Dios. Si al menos una vez en la vida vos y yo hemos venerado religiosamente a otra cosa; o hemos identificado a Dios con algo creado (como el universo, o la energía), o hemos mentido, o codiciado… Si al menos una vez… entonces este texto habla de nosotros.
C.        ¿Qué dice de nosotros? Dice: “Maldito es”. ¡Oh, oh! Les dije que podía ser ofensivo. Algunas veces la verdad ofende. ¿Qué quiere decir esta frase tan dura? Quiere decir que la persona queda sujeta a la sentencia condenatoria de la ley de Dios, y esa sentencia en todos los casos consiste en la separación de él, aquí y en la eternidad. Así es, Dios ha dictado esa separación tormentosa contra todo aquel que ha trasgredido al menos uno de sus mandamientos. El mismo Jesucristo dice que “la ira de Dios está sobre” esa persona (Jn 3.36), y en Romanos 3.23 dice: “Por cuanto todos pecaron, están privados de la gloria de Dios”.
Cuando escuchan esto, algunos dicen que, si Dios no puede pasar por alto un solo pecado, o si Dios dicta semejante sentencia condenatoria, entonces él es injusto, o exagerado. Pero no, Dios no es ni injusto ni exagerado. Si pasara por alto un pecado, sería corrupto, como algunos jueces actuales, a los cuales criticamos; y si no dictara la separación eterna, deshonraría su propia dignidad. Porque la severidad de la pena es directamente proporcional a la dignidad de la persona ofendida. Las leyes humanas también tienen este principio: la pena para alguien que daña a su mamá o al presidente de la nación es más severa que para alguien que daña a alguien con quien no tiene ningún vínculo, o que no tiene una función de dignidad. Dios es el Padre, el Rey, el Creador dignísimo. Toda ofensa contra él debe ser juzgada, y penada con el castigo eterno. No, amigos, Dios no es exagerado. Es santo y justo.
Así que, este verso 10 dice claramente que los pecadores están, o estamos, en una terrible situación judicial. Y esto es muy cierto y verdadero.
Ahora bien, en el resto del texto leído, encontramos algo realmente maravilloso. Encontramos que:
II.         Por su muerte y resurrección, Cristo es el único que nos liberta.
A.        El verso 13 dice así: Cristo nos redimió de la maldición de la ley”. La palabra “redimió” quiere decir que nos “rescató”. Cristo es el único que nos “libertó”, o liberta, de esa terrible situación judicial en que estamos como pecadores. Por favor, escúchalo bien: no hay ninguna otra persona que haya podido, o pueda, libertarte. Nosotros mismos no podemos hacernos libres. Algunos piensan o enseñan que haciendo algunas cosas buenas, quedamos libres de las malas. ¡No es así, ni delante de Dios, ni delante de la justicia humana! Por estacionar cien veces en lugares permitidos, no te librás de la multa por estacionar una vez en lugar prohibido. Por hacer mil buenas obras, no borrás una mala obra… Así que, nosotros no podemos libertarnos de esa situación judicial portándonos bien. Tampoco otras personas pueden libertarnos. Se dice que las personas muy buenas que han muerto antes que nosotros, por sus supuestos méritos, y por su supuesta mediación ante Dios, pueden ayudarnos. Eso no es verdad, de ninguna manera. Primero, porque no tienen méritos; y segundo, porque no interceden por nosotros. Solamente Cristo es el libertador, sólo él es el Salvador. Dice la Biblia: “¡En ningún otro hay salvación!” Dios no ha dado ninguna otra persona mediante la cual podamos ser salvos»” (Hch 4.12). “Si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres” (Jn 8.36). Hay una sola persona que funciona como puente o mediador entre Dios y los seres humanos: es Jesucristo (1 Ti 2.5). Solamente Jesucristo nos liberta de la terrible situación judicial.
B.        ¿Y cómo es que Cristo se convirtió en el único que nos da libertad? Aquí lo dice: “…Hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”. Cristo, el Hijo de Dios, no tenía ni un solo pecado. Su Padre no había dictado sentencia condenatoria contra él. No merecía sufrir de ningún modo, ni ser castigado, ni padecer la justa ira de Dios. Sin embargo, por el gran amor con que nos amó, Cristo quiso experimentar todo eso en lugar nuestro: quiso ser colgado en una cruz en lugar de nosotros. ¡Mucho más! Voluntariamente aceptó o soportó ser hostigado, ser traicionado, abandonado, acusado falsamente, juzgado injustamente, escupido, abofeteado, azotado, coronado con espinas, y condenado a la más espantosa muerte. ¡Así Cristo se convirtió en nuestro libertador! Cumpliendo nuestra sentencia, sufriendo nuestro castigo, y padeciendo la ira que nosotros debíamos padecer. ¡No, querido! ¡No, estimado! Dios, el juez justo, de ningún modo pasó por alto nuestro pecado sin hacer justicia. Hizo justicia sobre sí mismo, sobre su Hijo. Y lo hizo porque nos ama, para libertarnos.
C.        Dice el pasaje que, de ese modo, Dios ha hecho posible que seamos bendecido, que recibamos su bendición. Nos libertó de la maldición, para darnos bendición. ¿Cuál es la bendición? Es la solución eterna de nuestra causa judicial delante de él. Dios puede declarar eternamente cumplida nuestra sentencia, y así hacer que nuestra causa quede eternamente cerrada. Puede hacer que dejemos de ser reos, para ser perdonados, para limpiar nuestra conciencia. Puede hacer que dejemos de ser extraños, para hacernos sus hijos… Que nuestra vida deje de ser sin sentido, para que tenga un sentido trascendente, un destino glorioso. Dice Romanos 8.1 que ya no hay ninguna condenación para los que confían en Jesucristo como Salvador, para los que se refugian en su libertad judicial… Y en otro lugar dice que el Hijo de Dios nos libra de la ira venidera, de los horrores del juicio venidero (1 Ts 1.10).
Así que, hermanos, amigo, por su muerte y resurrección, Cristo es el único que nos liberta de la terrible situación judicial en que estamos como pecadores.
Los que se bauticen ahora, van a estar diciendo que ellos se arrepintieron de sus pecados y confiaron en Cristo como Salvador, que han experimentado la libertad de su terrible situación judicial.
Hermanos queridos, volvamos todos los días a esta verdad maravillosa, de la libertad que tenemos gracias a Cristo.
Y amigos queridos, ¿quién en este mismo momento, admite que es pecador, que se encuentra en una terrible situación judicial, y que confían en Cristo como el único libertador? ¿Quién lo invoca a Él para que lo libre de la maldición de la ley, y le dé la bendición del perdón?

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