ME SIENTO COMO EL REY EZEQUÍAS

Por: William Brayanes
Publicado con permiso.

Un testimonio sobre la bondad y la soberanía de Dios en nuestras vidas. Él es el AUTOR DE LA VIDA y por lo tanto Él decide hasta cuando es nuestro paso sobre esta tierra. Al rey Ezequías le otorgó 15 años más de vida, conforme a Sus Soberanos Propósitos. Nosotros no lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que pase lo que pase, nuestras vidas están en sus manos y debemos confiar hasta el final, en que Dios sabe exactamente lo que hace.


ME SIENTO COMO EL REY EZEQUIAS

El 24 de octubre de 2018, con tensión mal disimulada, abrí el sobre que contenía los resultados de una biopsia que me fue requerida. Y el resultado de la misma no tenía nada de alentador: se confirmaba lo que había sospechado el médico: la presencia de un adenocarcinoma, que mi esposa minutos más tarde, con tono grave, me aclaró que se trataba de un cáncer.
No sé cuántas personas estén preparadas  para ese tipo de noticias; lo que es yo, sentí que algo hizo crack dentro de mí,  con   solo escuchar la palabra cáncer, la misma que no pude evitar asociarla con ese repudiado trío:  dolor, sufrimiento, muerte.

De allí en adelante las horas y los días me sorprendieron realizando la típica pregunta: “¡Señor! ¿Por qué a mí? ”... ¿Acaso era una broma pesada, sacada de mis propias caricaturas?   ¿Y ahora cómo iba a poner en práctica los consejos que yo mismo venía compartiendo diariamente con alguna gente en las redes, a través de “Haz de Sabiduría?” y que precisamente muchos de esos mensajes exhortan a mantener la fe intacta, no solo en tiempos de prosperidad y  abundancia, sino –y sobre todo- en los tiempos difíciles, cuando las pruebas, y conflictos  llegan a  nuestra puerta. Alguien muy cercano me dijo: “Allí tienes; para que veas que  una cosa es con violín y otra con guitarra; y que del dicho al hecho, hay mucho trecho”.
Con mi esposa recorrimos algunos consultorios; escuchamos criterios de diversa índole;  mientras yo intentaba huir de todo lo que me suene a: quirófano, cirugía,  quimioterapia y sus conocidas secuelas.

Hasta que el Señor se encargó de armar las últimas fichas de mi rompecabezas, mostrándonos a  través de un amigo y hermano de la fe, al médico seleccionado para el efecto. Fue en Cuenca, el lunes 3 de diciembre. La entrevista resultó extensa, y la decisión corta, porque mientras el médico me explicaba la situación, a mi mente vino una conocida porción de las Escrituras: “Ya te lo he ordenado; sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes. El Señor, tu Dios te acompañará donde quiera que vayas” (Josué 1:9).  Eso fue suficiente; miré a mi esposa; luego al amable cirujano y con resolución le preguntamos cuándo debía operarme…  “¿Cuándo? … vaya ahora mismo y traiga sus cosas personales -me dijo- Usted viene portando ese cáncer desde hace unos cuatro años. ¿Cuánto tiempo más quiere esperar?” … Me dije para mis adentros: “Estoy igualito al Faraón, queriendo quedarme un día más con la plaga de ranas que asolaban Egipto.”  

Así es que: el miércoles 5 fui operado; el viernes me enviaron a reposar en una casa-posada de Cuenca; y, el domingo por la mañana  desobedeciendo la orden de guardar reposo absoluto,  me incorporé y le pedí a mi esposa,  me ayude a asistir a  la iglesia más cercana,  para  agradecerle al Señor por todo lo ocurrido.

Desde entonces –aparte de que la herida se me infectó por “audaz”- las buenas noticias del Señor llegaron en hilera: el cáncer ya no estaba más;  no quedó un solo vestigio del mismo en órganos vitales ni huesos; y por lo tanto no había necesidad de recurrir a quimio o radioterapia. Solo  esperar con paciencia el proceso de recuperación.

En suma: Sé que Dios me permitió atravesar  el  “valle de sombra y muerte”, pero no me dejó solo; me acompañó y respondió a las  múltiples oraciones de mi esposa, mis hijos, mis amigos, mi familia de sangre y mi familia de fe.  
El tiempo sigue pasando, pero ahora ya conozco la respuesta del: “por qué a mi Señor”.  Ahora leo y releo en la Biblia, el pasaje del rey  Ezequías,  quien estando  al borde de la muerte, pidió a Dios le extienda un tiempo más de vida. Y Dios le otorgó 15 años más.  

Yo no sé cuántos más se me concederá; ni deseo saberlo. Me es suficiente con reconocer cuatro  cosas: que   Dios  es el mismo de ayer, de hoy y siempre;  que Él es fiel, pese a nuestras infidelidades;  que sus milagros continúan; y, que en lo personal me está regalando un tiempo extra para- mientras lo sirvo- diseñar unos cuántos mensajes y caricaturas más.  
¡La Gloria , el honor y la honra: para Él!  

“ … dile al rey, que yo, el Dios de su antepasado David, escuché su oración y vi sus lágrimas. Dile que voy a sanarlo, y que le daré quince años más de vida. Dentro de tres días ya podrá venir a mi templo para adorarme. “ (2ª Reyes 20: 5-6) W. Brayanes.

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