Cuando nos quejamos de nuestros cuerpos nos estamos quejando contra Dios

CAROLYN MAHANEY Y NICOLE WHITACRE
Teología Sana
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Aunque podamos apreciar el hecho de que Dios nos hizo con Sus manos, debemos saber que esto también tiene sus implicaciones. Significa que cuando nos ponemos ansiosas por nuestros defectos o nos quejamos de nuestras imperfecciones, nuestra queja no es contra el espejo ni contra nosotras mismas. Es contra Dios. Jerry Bridges lo explica de la siguiente forma:

“Si se me hace difícil aceptarme a mí mismo de la forma en que Dios me hizo, entonces tengo una controversia con Dios. Está claro que tú y yo debemos cambiar aquello de nuestra naturaleza pecaminosa que distorsiona lo que Dios ha hecho. Por lo tanto, no estoy diciendo que debemos aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos, sino como Dios nos creó física, mental y emocionalmente”.

Así que cuando me quejo de mis manos, o me lamento al secar mi pelo fino cada mañana, estoy quejándome contra Dios. Le estoy diciendo al Artesano por excelencia que ha cometido unos cuantos errores y que eso de la creación lo pudo haber hecho mucho mejor.

Si estamos continuamente expresando inconformidad con nuestra apariencia física, no es algo que debemos tomar a la ligera. Nuestro descontento con nuestro cuerpo no es algo inofensivo, y tampoco es una razón legítima para sentir lástima de nosotras mismas.

Si Dios nos hizo teniendo cuidado de cada detalle, con Sus propias manos, entonces podemos confiar en Su sabiduría y Su bondad.

Podemos deleitarnos en Su diseño perfecto, ya sea que nos parezca perfecto o no. George MacDonald habla acerca de esta verdad:

“Prefiero ser lo que Dios escogió que yo fuese por encima de la creatura más gloriosa que pudiera imaginarme; pues el hecho de que Dios pensara en mí, de haber nacido en Su pensamiento, y luego ser creado por Él mismo, es lo más dulce, grandioso y precioso que podría pensar”.

Nacimos en el pensamiento de Dios, fuimos hechas por Sus manos. Aceptemos nuestros cuerpos con gratitud hacia nuestro Creador. Pero como ya hemos aprendido, esta verdad acerca de nuestra creación no nos debe llevar a engrandecernos a nosotras mismas, sino a engrandecer a Dios. No es con el fin de alabar nuestra belleza o de levantar nuestra baja autoestima, sino con el fin de glorificar a nuestro Creador: “Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor” (Sal 95:6).

Cuando cometemos el error de enfocarnos en nosotras mismas y no en esta gloriosa verdad de Dios, podríamos citar un versículo como el Salmo 139:14 (“¡Soy una creación admirable!”) y usarlo para sentirnos mejor en cuanto a nuestra imagen corporal o para levantarle el autoestima a una amiga.

Pero cuando hacemos eso, nos olvidamos de la primera mitad del versículo, y por ende del punto principal. El salmista exclama: “¡Te alabo porque soy una creación admirable!”. En vez de concentrarnos en nosotras mismas, deberíamos elevar nuestras voces en gratitud y alabanza.

DALE A DIOS TU CORAZÓN… Y TU CUERPO

No solo debemos ser agradecidas por nuestros cuerpos, sino que vamos a dar cuentas a Dios por cada decisión que tomemos con el fin de embellecer nuestro cuerpo, sea grande o pequeña. Tal y como dijo Elisabeth Elliot una vez: “No podemos darle nuestros corazones a Dios y quedarnos con nuestros cuerpos”.

Pero, ¿qué dice la Palabra de Dios acerca de la belleza y nuestros cuerpos? ¿Me dice cómo mantener mi peso bajo control, o cuál es mi peso ideal? ¿Está mal teñirme el pelo? ¿Utilizar un pendiente en la nariz? ¿Colocarme implantes de seno?

Dios no nos da una lista de cuáles procedimientos cosméticos son permitidos y cuáles no. Tampoco nos dice por cuánto tiempo debemos ejercitarnos diariamente ni el rango en el que debe estar nuestro índice de masa corporal. Cuando se trata acerca de la belleza y nuestros cuerpos, Él no nos da números y tablas. Y por esa razón, yo tampoco lo haré.

No estoy calificada para tratar con varios asuntos médicos y éticos relacionados con la belleza y el cuerpo. Y si lo estuviera, sería imposible hablar de todos y estar al día con todas las opciones. Y no quiero condicionar sus conciencias con mis opiniones. En lugar de esto, mi meta es recordar que nuestras conciencias deben estar atadas a la Palabra de Dios, ya que daremos cuenta a Él.

Y la Palabra de Dios tiene mucho que decirnos en cuanto a este tema. Nos ofrece toda la sabiduría que necesitamos para poder reflejar la belleza de Dios con nuestros cuerpos. Puede que los asuntos relacionados a nuestra imagen muchas veces sean profundos y sensibles, y en ocasiones hasta confusos, pero la Escritura es nuestra guía infalible.

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Este artículo Cuando nos quejamos de nuestros cuerpos nos estamos quejando contra Dios fue adaptado de una porción del libro Belleza verdadera publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.


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