Las buenas obras no son las sobras

Alex López
La Catapulta
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Esta semana, en la casa de unos buenos amigos y a la luz de un buen tiempo de comida, uno de ellos exclamó: “Las buenas obras, no es dar las sobras”. Cuán cierto es.

Jesús, el Hijo de Dios, con su muerte en la cruz, no ganó nada para él, pero ganó todo para nosotros. Jesús, el justo, se entregó por nuestros pecados y así murió por nosotros los injustos. Su obra no fue dar las sobras, sino todo, su vida por las nuestras.

Con su sacrificio nos enseñó a no ser, ni a hacer las cosas por egoísmo o vanidad. No hacemos nada sólo para nosotros, ni para que nos vean otros, sino para otros y para que nos vea Dios. Dios de quien recibimos el aplauso del cielo.

Las buenas obras no son las obras. Son la esencia de una vida que se ha rendido al Padre en arrepentimiento de pecados. Ahora somos luz y hacemos buenas obras. No por temor, sino por amor.

Las buenas obras es caminar en el camino de justicia que Dios planeó para nosotros y también, hacer lo que es justo ante y para nuestro prójimo. Le comparto tres pasajes que nos recuerdan, esa importancia de las buenas obras. ¿A qué lo inspiran estos pasajes bíblicos?

“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.” Filipenses 2:3-5

“»Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa.” Mateo 5:14 y 15

“Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Esta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres. Sucedió que en esos días cayó enferma y murió. Pusieron el cadáver, después de lavarlo, en un cuarto de la planta alta. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al enterarse de que Pedro se encontraba en Lida, enviaron a dos hombres a rogarle: «¡Por favor, venga usted a Jope en seguida!» Sin demora, Pedro se fue con ellos, y cuando llegó lo llevaron al cuarto de arriba. Todas las viudas se presentaron, llorando y mostrándole las túnicas y otros vestidos que Dorcas había hecho cuando aún estaba con ellas. Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva. La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. Pedro se quedó en Jope un buen tiempo, en casa de un tal Simón, que era curtidor.” Hechos 9:36-43

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