Cuando se expresa: ya no puedo más, necesito ayuda

Alex López
La Catapulta
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Y de pronto, exclamó las palabras en donde comienza la verdadera lucha por la libertad. Dijo: “Ya no puedo más…”

Es ese punto en el que se reconoce que algo ha tomado el control de nosotros y nos domina. Es el lugar del miedo, la vergüenza, la culpabilidad, la impotencia y el punto de quiebre.

Allí estaba yo en una reunión de Alcohólicos Anónimos, celebrando el aniversario número 28 de no beber alcohol, de un amigo.

La celebración fue la mejor excusa para invitar a un conocido que había exclamado las palabras: “Ya no puedo más… Necesito ayuda”.

Recuerdo a Don Edgar Solórzano, un creyente de origen salvadoreño, empresario y amigo quien ya está en la presencia del Señor.

En una ocasión lo llamé porque la esposa de un conocido, me había pedido que por favor lo llamaran y ayudaran a dejar el alcohol. Me preguntó ¿Quién fue el que pidió la ayuda? La esposa. A lo que con su voz tierna me dijo: Llámeme cuando él sea el que la pida.

El mejor remedio para el que cree que no lo necesita, no sirve de nada. La cruz de Cristo no puede obrar en la vida del que cree que no tiene pecado, está condenado a muerte eterna y sus mejores esfuerzos son inútiles para limpiar su pecado y ser libre de la culpabilidad y la vergüenza. El evangelio no es para el que cree que es bueno, es para el que sabe que es pecador y malo y necesita un Salvador.

Desde niño conocí los grupos de Alcohólicos Anónimos. Ya sea para un aniversario de un grupo, porque acompañaba a mi papá e iba a dar un tema o porque un amigo me invitaba a su aniversario.

En ese aniversario, se me salían las lágrimas cada vez que alguien pasaba al frente, saludaba y decía: “Buenas noches, mi nombres ex X y son un enfermo alcohólico. Y, por las últimas 24 horas no he bebido”. Uno a uno daba su testimonio y palabras de felicitación para quien estaba de aniversario. Hablaban abiertamente de su pecado y más…

Me invitaron a pasar al frente, saludé a los presentes y compartí mi experiencia con los AA, con don Edgar Solórzano y otros amigos, que continúan en ese grupo, sirviendo al que necesita ayuda.

Felicité a mi amigo y les dije que estaba contento de estar allí, porque tenía dos conocidos que estaban en el vicio. Y uno de ellos estaba esa noche conmigo. El otro, no pudo llegar, pero ojalá llegue y pronto. Ya para eso se me había quebrado la voz. Estaba contento, porque el único requisito para pertenecer a un grupo de Alcohólicos Anónimos, es querer dejar de beber. Y mi amigo, eso quiere.

Cuánto me recuerda esto al evangelio y  la iglesia de Dios. Todos aquellos creyentes que hemos sido arrancados del reino de las tinieblas y hemos sido sembrados en el reino de la luz. La iglesia es un hospital para enfermos en donde el Médico de médicos, Jesús nos sana de adentro hacia afuera, por su obra en Jesús y no por la nuestra. Y, empoderados por su Espíritu Santo, nos llama a andar y a obra con todos esfuerzo en él.

Nos dice: “No son tus obras, son las mías. Justas y santas, las que te otorgo al creer en mí como el sacrificio perfecto por tus pecados ante el Padre Dios. Padecí injustamente vergüenza y humillación, para que la tuya sea quitada por completo. Y, ya acepto ante mi Padre, eres adoptado como hijo, sabiendo que eres amado, aceptado, valorado y propiedad mía, no por tus esfuerzos. Sino a pesar de ellos y tu pecado”.

Para ser parte de la iglesia sólo se necesita ser un pecador, que busca ser iluminado por el Espíritu Santo en su pecado y que quiere vivir en el camino de la justicia. Para ser un miembro de AA, sólo se requiere querer dejar de beber. Ambos comienzan al reconocer la incapacidad de poder hacer algo.

Y, ambos lugares les han servido a varios de mis amigos. Muchos llegaron a la iglesia y conocieron a Cristo el Señor y Salvador del pecado en sus vidas. Y, el grupo, se convirtió en su apoyo. Otros, llegaron a los AA y en la búsqueda de ese Ser Superior, llegaron a conocer al Dios que ama, libera, guía y da esperanza eterna. En ambos, hay gente amorosa esperándolo… En ese momento, en el que exclama las palabras en donde comienza la verdadera lucha por su libertad: “Ya no puedo más… necesito ayuda”. Porque es sólo por la gracia de Dios…

“»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios».” Juan 3:16-21

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