Cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?
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Pregunta: "¿Cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?"
Respuesta: Para poder abordar el tema sobre un Dios amoroso que envía a alguien al infierno, tenemos que definir algunos términos y corregir algunas suposiciones equivocadas. Nuestras definiciones deben ser bíblicas, y nuestras suposiciones deben ser correctas.
En primer lugar, debemos definir el término Dios amoroso. Esta frase asume algunas cosas sobre Dios, y responder a la pregunta en cuestión de acuerdo con suposiciones erróneas conduce a conclusiones equivocadas. Nuestra cultura define a un "Dios amoroso" como un ser completamente no conflictivo que tolera cualquier cosa que queramos hacer. Sin embargo, esa no es una definición bíblica. Primera de Juan 4:16 dice que Dios es amor. Eso significa que Él no posee amor como nosotros; Él es la definición misma de amor y por lo tanto no puede hacer nada que no sea amoroso. La ley de no contradicción establece que algo no puede ser verdadero y falso al mismo tiempo. Por lo tanto, si Dios ES amor, no puede ser al mismo tiempo falto de amor.
Así que la primera falacia presente en la pregunta "¿cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?" es la idea de que permitir que la gente vaya al infierno es un acto no amoroso por parte de Dios. Si nosotros, los humanos, decidimos que Dios de alguna manera se equivoca al permitir que los pecadores no arrepentidos paguen su merecido castigo, entonces hemos declarado que somos más amorosos que Dios. Nos hemos convertido en el juez y el jurado de Dios y, al hacerlo, hemos cerrado la puerta a una comprensión más profunda. Por lo tanto, el primer paso para responder a esta pregunta es estar de acuerdo con las Escrituras en que Dios ES amor; por lo tanto, todo lo que hace es una expresión de ese amor perfecto.
La segunda falacia que presenta la pregunta "¿cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?" se refiere a la palabra enviar, que denota una acción sólo por parte del que envía. Si un hombre envía una carta, envía una petición o envía un regalo, toda la acción fue realizada por ese hombre. No se realizó ninguna acción por parte de la carta, la petición o el regalo. Sin embargo, esta interpretación de la palabra enviar no puede aplicarse a la pregunta que estamos tratando, porque Dios le ha dado a los seres humanos la libertad de participar en sus elecciones de vida y destinos eternos (Juan 3:16-18). La forma en que está redactada esta pregunta implica que, si alguien va al infierno, es el resultado de la acción unilateral de Dios, y la persona que es enviada al infierno es una víctima pasiva. Esta idea ignora por completo la responsabilidad personal que Dios nos ha confiado a cada uno de nosotros.
"¿Cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?" Toda la pregunta es errónea. Una mejor redacción es "Si Dios es amor, entonces ¿por qué algunas personas van al infierno?". Romanos 1:18-20 sienta las bases de la respuesta: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (énfasis añadido).
Hay varios puntos clave en este pasaje que nos permiten vislumbrar el corazón de Dios. El primero es el hecho de que la gente activamente "suprime la verdad". A la gente se le ha dado suficiente verdad para conocer y rendirse a Dios, pero la rechazan. La voluntad propia quiere negar el derecho que Dios tiene de decirnos lo que tenemos que hacer. Así que, con la verdad frente a ellos, muchas personas se apartan y se niegan a verla. El ateo Thomas Nagel ha dicho: "No es sólo que no crea en Dios y, naturalmente, espero tener razón en mi creencia. Es que espero que no haya Dios. No quiero que haya un Dios; no quiero que el universo sea así".
En segundo lugar, Romanos 1 afirma que Dios "les ha manifestado [la naturaleza de Dios]". En otras palabras, Dios ha tomado la iniciativa de dar a conocer Su verdad a todos. La historia lo ha demostrado desde el principio de los tiempos, ya que cada grupo de personas ha buscado algún tipo de conocimiento de un Creador al que le deben lealtad. Ese conocimiento es parte integral de lo que significa ser creado a imagen de Dios (Génesis 1:27). Romanos 1:20 dice entonces que "la gente no tiene excusa". ¿Y a quién le darían tal excusa? Al mismo que dice que se les ha dado a conocer, si tan sólo se humillaran y aceptaran tales revelaciones. Dios juzga a cada uno de nosotros según la verdad que nos ha dado, y Romanos 1 afirma que cada uno de nosotros tiene suficiente verdad para volverse hacia Él en lugar de alejarse.
Al responder a la pregunta "¿cómo puede un Dios amoroso enviar a alguien al infierno?" surge otra faceta de la naturaleza de Dios. Dios no sólo es amor, sino que también es justicia perfecta. La justicia requiere un pago adecuado por los crímenes cometidos. El único castigo justo para la alta traición contra nuestro perfecto Creador es la separación eterna de Él. Esa separación significa la ausencia de bondad, luz, relación y gozo, que son todas facetas de la naturaleza de Dios. Perdonar nuestro pecado implicaría que Dios fuera menos justo, y permitir que los humanos contaminados por el pecado entren en Su cielo perfecto, haría que ese lugar fuera menos perfecto. Por eso sólo el perfecto Hijo de Dios podía ir a la cruz en nuestro lugar. Sólo Su sangre perfecta era un pago aceptable por la deuda que cada uno de nosotros tiene con Dios (Colosenses 2:14). Cuando rechazamos a Jesús como nuestro sustituto, debemos pagar el precio nosotros mismos (Romanos 6:23).
Dios nos dio la libertad de elegir cómo le responderemos. Si nos obligara a amarlo, seríamos robots. No darnos otra opción que la obediencia sería una violación de nuestro libre albedrío. El amor sólo es amor cuando es voluntario. No podemos amar a Dios si no tenemos la opción de no amarlo. Como Dios honra nuestra autonomía, nunca nos obligará a rendirnos o a ser leales. Sin embargo, cualquiera de las dos opciones tiene consecuencias. C. S. Lewis resume esta verdad en su obra clásica, El Gran Divorcio: «Hay dos tipos de personas: los que le dicen a Dios: “Sea hecha tu voluntad”, y aquellos a quienes Dios les dice: “Muy bien, entonces, hágase tu voluntad”».
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