Cuestión de prioridades
Por: Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
“… durante aquellas siete horas, no
pensé en cuántos libros había vendido, o qué clase de auto
conducía (el cual iba a terminar en depósito de chatarra de todas
maneras) o cuánto dinero tenía en mi cuenta bancaria. Toda esa
clase de cosas se reducía a unas pocas preguntas básicas. “¿A
quiénes amo? ¿A quiénes extrañaré? ¿Qué he hecho de mi vida?
¿Estoy preparado para lo siguiente?”. Desde ese día he tratado de
vivir teniendo esas preguntas más presentes.”
(Philip Yancey – “¿Para qué sirve Dios?”)
Esto lo escribió uno de mis autores favoritos,
en alusión a un terrible accidente automovilístico que casi le
cuesta la vida. Estuvo suspendido en una camilla especial sin que
tanto él como los médicos que lo atendían supieran con certeza si
una pequeña astilla desprendida de sus cervicales, podía romper una
arteria en su cuello provocando una hemorragia interna masiva y
terminar con su vida en cuestión de minutos.
“cuando
no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida?
Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego
se desvanece.”
(Santiago
4:14 RV60)
Un día, un profesor viendo que sus jóvenes
alumnos no tenían mucha idea a la hora de ordenar sus agendas,
dispuesto a enseñarles prioridades, llegó con un frasco de vidrio
de boca ancha, una bolsita conteniendo piedras y otra con arena fina.
Transcurridos los saludos y las formalidades, pidió que le trajeran
una jarrita con agua.
Acto seguido, extrajo las piedras de la
bolsita, las desparramó sobre el escritorio y preguntó a sus
jóvenes alumnos:
-¿Creen que todas estas piedras podrían caber
dentro de este frasco?
Algunos dudaban, otros se quedaron mirando el
frasco y las piedras como contándolas en un intento por calcular si
verdaderamente entraban o no. En tanto que la mayoría respondió
enfáticamente:
-¡No¡ ¡Todas no! ¡Sólo algunas!
Enseguida, el profesor tomó las piedras,
comenzando por la de mayor tamaño y así, una tras otra, las fue
acomodando ingeniosamente dentro del recipiente hasta que, ante el
aplauso de la clase y la mirada mezcla de sorpresa, incredulidad y
desconcierto de los que hace unos minutos habían afirmado
categóricamente que no era posible ¡había logrado introducirlas
todas dentro del frasco!
Entonces, el profesor se dirigió nuevamente a
sus alumnos y volvió a preguntar:
-¿Creen que será posible introducir algo más,
dentro de este frasco lleno de piedras?
Algunos respondieron “No”, otros dudaron.
A continuación, tomó la bolsita con arena
fina. Con paciencia y habilidad vertió la arena dentro del frasco.
La arena se deslizaba fácilmente entre las piedras rellenando cada
espacio. De vez en cuando tenía que parar, observar detenidamente el
frasco; moverlo, aplicar unos suaves sacudones y golpecitos, para
facilitar que la arena se acomode, y así continuar, hasta que
finalmente y ante la mirada atónita de sus jóvenes alumnos, todo el
contenido de la bolsita estaba dentro del frasco.
Una vez más, se dirigió a la clase y volvió
a preguntar:
-¿Y ahora? ¿Qué me dicen? ¿Podré añadir
algo más dentro de este frasco?
Los alumnos ya no se atrevían a responder con
tanta seguridad, el frasco se veía lleno. El sentido común hacía
pensar que no era posible introducir ningún objeto más dentro de
ese recipiente.
Ante su sorpresa, el profesor tomó la pequeña
jarra con agua que sus alumnos le habían traído al principio de la
clase y cuidadosamente comenzó a verterla en el frasco. El agua fue
mojando y compactando la arena, rellenando cada intersticio entre
granito y granito hasta que finalmente, la jarrita quedó vacía.
Las cosas en el orden adecuado nos ayudan a ver
y discernir con más claridad. A lograr más. A ser más eficientes,
a tener una mejor calidad de vida. Los sueños que parecen más
inalcanzables pueden hacerse realidad con trabajo, orden y no sin una
considerable cuota de creatividad, ingenio y esfuerzo; pero
fundamentalmente ponen la mente y el corazón en otra perspectiva.
“No hay peor cosa que hacer muy bien lo
que no es necesario hacer.”
(Bernardo Stamateas)
Muchas personas todo lo tienen. En apariencia
nada les falta, pero viven con un terrible sentimiento de amargura en
su corazón, intensamente frustradas. Consigo mismas, con sus vidas,
con su familia, con su trabajo, con su entorno. Preocupándose y
ocupándose denodadamente de cuestiones para ellas muy importantes,
pero a todas luces triviales y superfluas. Sufriendo innecesariamente
las ofensas del entorno y de las personas que no cumplen ni “son
capaces de” cumplir con sus demandas y expectativas. Tal vez
esperan demasiado y a su entender tanto sus semejantes como Dios
mismo, les dan muy poco… Muy poco de lo que esperan, de lo que
demandan, de lo que quieren, pero no necesariamente de lo que es
bueno para sus vidas.
A veces nos ofendemos, nos molestamos tan sólo
por la ausencia de un saludo. Cuando no sabemos si mañana vamos a
estar, o como Philip Yancey, vamos a permanecer siete horas esperando
que una astilla de hueso tan sólo roce y perfore una delicada
arteria y en unos pocos minutos toda nuestra existencia sobre esta
tierra termine.
Es tan delicada, sublime, volátil la vida que
nos ha sido entregada en nuestras manos. Hay otras prioridades, otro
orden, cosas mucho más importantes de las cuales preocuparse y
ocuparse. Sólo cuando aprendemos a llenar el frasco con los
materiales adecuados y en el orden correcto, es cuando las cosas se
disciernen con claridad y lo que realmente importa y resulta ser de
edificación, es posible ser visto.
Cuando nos ponemos en sintonía con el proyecto
de Dios para nuestras vidas. Cuando estamos en condiciones, ya no de
ofendernos y frustrarnos por lo que no nos fue dado, sino de ESCUCHAR
LAS RESPUESTAS QUE DIOS TIENE PARA NUESTRAS VIDAS, es cuando nos
colocamos las gafas de la fe para poder ver nuestra propia vida TAL
COMO DIOS LA VE.
“Aprende a gerenciar tus palabras y sus
consecuencias. Usa tu mente como depósito de la Gracia de Dios. Tu
mente como la mesa de proyecto de un mejor futuro.”
(Roberto Beretta)
“La fe viene por el oír”, dice la Palabra
de Dios. Ella es la que puede dar a tu vida las prioridades
correctas, toda vez que el dolor no lo podemos evitar, el sufrimiento
inútil sí es una opción. Si escuchas la Palabra de Dios es en
quien creerás. Si oyes otra cosa, no tengas la menor duda: VAS A
CREER EN ESO.
“Una fe sana cambia el miedo por la fe.
Miedo es fe en reversa: fe en lo negativo, en lo
malo, y funciona porque es fe. TODO LO QUE
ES FE FUNCIONA”. (Bernardo Stamateas)
Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
(Romanos
10:17 RV60)
Lámpara
es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
(Salmos
119:105 RV60)
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