Cuatro cosas por las cuales agradecer

Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com

Días, atrás pensaba en que si alguien me preguntara por qué estaría dispuesto a agradecer a Dios, hay cuatro cosas por las cuales sin duda, lo haría. En verdad, hay muchas más, pero me parece que todas se circunscriben a estas cuatro:
  • Familia
  • Trabajo
  • Salud
  • Ministerio
No importa el orden en el que las menciono. No significa que sea una primero y otra después o más importante la primera que la última en enunciarse. En realidad están tan íntimamente concatenadas y ligadas entre sí que no puedo distinguir un orden físico.

Mi familia juega un papel decisivo en mi vida. Dicen que “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”. Con algo de humor, siembre digo que yo debo ser un hombre dos veces “gran”, ya que conmigo hay dos grandes mujeres por las cuales agradezco cada día de mi vida a Dios: mi esposa y mi hija. Me contienen mucho. Ellas conocen mis aristas más oscuras, los exabruptos cuando algo en la computadora se traba justo cuando la inspiración se presenta en forma de fugaces ideas que se volatilizan tan pronto aparecen y si no las vuelco inmediatamente al teclado se pierden para siempre… Mi malhumor cuando algo sale mal o mi depresión cuando a veces regreso del trabajo hecho pedazos. A veces surgen las rispideces, las desavenencias, los enojos. ¿Quién dijo que a las familias cristianas estas cosas no les pasan? Sin embargo, su contención y su presencia en mi vida resultan ser un importante pilar por lo que agradezco cada día, ya que tiene una poderosa gravitación en el resto de las áreas. No sé qué sería de mí sin la familia. Mi trabajo, mi salud y mi ministerio se verían seriamente resentidos.

Mi trabajo es importante. Más allá de los dolores de cabeza es la fuente de ingresos que permite sostener la familia, la salud y el ministerio. Luego de un fin de semana 100% ministerio, de una noche de gloria el domingo a la noche en la iglesia, viene el lunes y a las 6:00 AM hay que levantarse para salir al fragor de la batalla. ¡A veces no quiero levantarme! Pero agradezco a Dios por tener la salud para trabajar, una familia que me despide al salir muy temprano en la mañana y espera todo el día por mi regreso y un ministerio que espiritualmente me sostiene, me da fuerzas, me ayuda a levantar mis horizontes en pos de cosas más trascendentes que el devenir de todos los días, y sin el cual no podría hacer frente a las vicisitudes laborales. Ya habría renunciado hace rato.

Mi salud es algo por lo que también agradezco a Dios. No es perfecta. De hecho hay algunas “bombas de tiempo” dando vueltas por mi organismo que en algún momento van a causar problemas. Uno de mis jefes siempre dice con humor: “¡Si después de los 50 no te duele nada, es por que estás muerto!” Hay dolores, hay molestias, pero puedo salir cada día a trabajar, puedo disfrutar de mi familia, puedo ministrar con lucidez y claridad.

Y por último, mi ministerio, este precioso ministerio de la palabra escrita que el Señor me ha dado. En unos meses más voy a cumplir diez años con “La Roca” Ministerio Internacional y hace poco, cumplí cinco años aquí en Devocional Diario. Una gran bendición que el Señor me ha dado. He podido alcanzar a miles de personas con una palabra de aliento de parte de Dios, con un mensaje de Salvación y esperanza para quienes buscan sinceramente algo de Dios. No siempre ha sido así. También he sabido hacer mucho daño con la palabra escrita y he tenido que ofrecer la mejilla para las cachetadas de alguna crítica difícil de digerir. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13) está bien. El Señor es roca mía y castillo mío, fortaleza mía, mi escudo, la fuerza de mi Salvación, mi alto refugio (Salmos 18:2) es indiscutible. Mi luz y mi salvación, la fortaleza de mi vida (Salmos 27:1), ni hablar. Y así podría citar cientos de porciones de las Escrituras. No me alcanzaría un libro para ello… Pero sin los pilares que el Señor me ha dado para mi tránsito en esta tierra: Salud, Trabajo y Familia, mi Ministerio se vería considerablemente resentido.

¿Por qué menciono estas cosas? Porque cada uno de nosotros estamos hechos en una semejanza por el mismo Hacedor de todas las cosas.

Bien es cierto que hay veces en que las cosas tienden a resentirse. La salud se deteriora, no resulta ser tan buena o un infortunado evento de esos que llegan a nuestras vidas como una de esas terribles encomiendas que no llamamos ni solicitamos pero que llaman a nuestra puerta y golpean con una fuerza devastadora. A veces hay trabajo precario o lo que es aún peor, ausencia de trabajo. No importa si es tu propio negocio, tu profesión o te encuentras en relación de dependencia en la empresa de otros; el sólo hecho de levantarse cada día y prepararse para salir a trabajar, dignifica a la persona. No poder hacerlo es devastador y golpea en la salud, la familia y tu ministerio… porque cada uno de nosotros de hecho, tenemos un ministerio. Que lo conozcas o no, es otro tema. Y finalmente la familia a veces, genera más dolores de cabeza que contención… un amigo mío, con una familia numerosa, muchas veces decía: “La familia es una gran bendición, pero a veces resulta ser una pesada carga…” Y sobradas razones tenía para pensar así. Mi amado amigo Willy, compañero de ministerio hace poco me escribía que la suya “es una familia en restauración”. ¡La mía también! A veces los vínculos se resienten, las relaciones se deterioran, las desavenencias y las disfuncionalidades se presentan y aunque no lo sabemos conscientemente, somos nosotros mismos los que las hemos estado llamando, sembrando mala semilla sin saberlo.

Afortunadamente, en la Biblia tenemos ejemplos de familias disfuncionales que fueron de bendición para las naciones (José, hijo de Jacob –Génesis 30).

En la Biblia tenemos ejemplos de personas con salud seriamente deteriorada que han sido de notable bendición para nuestras vidas hasta nuestros días (Job).

En la Biblia tenemos ejemplos de actividades indecentes, denigrantes que con el poder de Dios fueron transformadas en bendición para las naciones. Que mal que nos pese, en un oscuro momento de sus vidas, fue su medio de vida, como Rahab (Josué Cap. 2). Dios tuvo el poder y la gracia de restaurar una vida rota, limpiar lo sucio, traer vida donde reinaba la muerte, luz en medio de las tinieblas, levantar de lo peor, algo bueno que hoy forma parte de la genealogía de Jesús (Mateo 1:5).

Y finalmente, en la Biblia tenemos ejemplos de ministerios “invisibles” que de la mano del Señor hoy son de inspiración y guía para todos nosotros con arrolladora vigencia: El niño de los cinco panes y dos peces (Juan 6:9). Cada uno de nosotros hemos sido dotados de al menos cinco panes y dos peces que en las dulces manos del Señor pueden ser de bendición.

Como ves… tal vez las cosas no estén tan bien, pero si funcionan en armonía y de la mano del Señor… es una buena oportunidad para darle las gracias, toda vez que El tiene el poder de construir una fortaleza de la debilidad.

A veces, cuando alguien me pregunta sobre qué escribo, prefiero decir que “escribo sobre asuntos de fe”, no sobre “temas religiosos” como intentan definirme otros. Vuelco sobre estas líneas mi propia relación con Dios. A veces las cosas parecen ir “sobre rieles” sin grandes sobresaltos y en completa armonía. Pero no siempre es así. A veces mi relación con Dios disfruta de dulce comunión. Otras, en cambio, cuando las cosas no van tan bien, es accidentada, tensa, ríspida. Intento servir al Señor con lo mejor. Pero encuentro que cuando saco lo peor de mí, en las dulces manos del Señor se convierte en bendición y edificación para otras vidas rotas.

¿Cómo no agradecerle?

Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
(1 Tesalonicenses 5:18 RV60)

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