100 x 100 GRACIA

Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com y para www.devocionaldiario.com

"Muchas gracias por tu saludo, gracias al Señor por bendecirme y poner en mi vida a una persona como vos y a mi madre. No solo eres un gran padre, sino también un amigo con el que tengo el placer y la felicidad de contar.
    Cariño inmenso. Dios te bendice."

El 20 de julio, en mi país y en unos cuantos más, se celebra el “Día del Amigo”. Ese día, los amigos –y los que no lo son tanto, pero que se parecen bastante a uno– acostumbran compartir regalos, saludos, mensajes, llamados telefónicos… e-mails. La transcripción es la respuesta de un mail que el “Día del Amigo” envié a unas cuantas personas. Entre todas ellas la incluí a mi hija. Tuve el elevado privilegio de recibir de ella esta devolución.

Muchas veces tengo intensos remordimientos. Yo sé delante de Dios que no he sido el padre maravilloso que parece al leer ese texto. A menudo la sobreprotegí, con mis actitudes y torpeza la hice sentir inútil, la descalifiqué muchas veces. Le he dado tantos "no" y tan
pocos "sí" que ya perdí la cuenta. He dicho y hecho cosas horribles que la han hecho sentir profundamente frustrada. He lesionado su autoestima reiteradas veces.

Muchas veces le he dicho que es una hija buscada, por lo tanto, intensamente amada. Y eso es absolutamente cierto. Pero a veces a los que más uno ama es a quienes sin proponérselo, más daño les hace.

Con mi esposa ocurre otro tanto. Compañera fiel, amiga, solidaria. No logro imaginar mi vida sin ella. Ha sido capaz de renunciar a tantas cosas por mí y en veinticinco años, todo lo ha soportado. Sin embargo, y muy a pesar de todo ello, ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que le fallé.

Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Si esto es así yo debo ser un hombre dos veces “gran”, ya que detrás de mí hay dos grandes mujeres. Pero no puedo evitar el hecho de que a veces siento que muy pocas cosas son las que hice bien… Una abrumadora mayoría de lo que toqué, lo eché a perder. Insisto: a veces, a los que más uno ama es a quienes más daño les hace. No en vano digo a menudo: “Si has visto algo bueno en mí, el Señor lo hizo”. Creo que ahora puedes entender por qué no es una “frase cursi”, es desde lo profundo del corazón, porque así lo siento, así lo vivo.

¿Quién dijo que a los cristianos estas cosas no nos pasan? Procuro con diligencia presentarme ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse (2da. Timoteo 2:15), eso es verdad, pero no siempre lo consigo. Intento servir al Señor con lo mejor de mí, eso también es verdad; sin embargo, cuando suelto, abandono, libero lo peor de mí en las dulces manos del Señor, la bendición parece multiplicarse. Solo tengo una vida para ofrecerte… y es esta.

Tal vez este no sea tu caso. O tal vez en algo se parezca. No lo sé. Pero… ¿Sabes? Me emociona el reconocimiento ABSOLUTAMENTE INMERECIDO en las dulces palabras de mi hija y veo en ello el fiel reflejo de la GRACIA DE DIOS obrando en mi ser, en el dulce corazoncito de mi hija y en mi familia. Justamente: GRACIA; 100% GRACIA. Ese don inmerecido pagado a un elevado precio por quien lo da, y a título absolutamente gratuito para quien lo recibe sin merecerlo.
Esto me alienta, me saca del abismo. Y es para mostrarte que HAY UNA SALIDA aferrado al madero de la Gracia de Dios. Los hermanos mayores del pródigo que se quedaron en casa, con un corazón más cerca de la casa que del corazón de su padre; los que creyeron que lo que tenían era merecido; los que la mayor parte de sus vidas hicieron todo bien, los que de muy pocas cosas tienen que arrepentirse, poca Gracia conocen, toda vez que mucho aprende a perdonar quien mucho le ha sido perdonado.

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
(Mateo 5:3-9 RV60)

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