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Resultados del pasado

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Recuerdo que cuando era pequeño, mi madre tenía una gran habilidad para tejer con dos agujas. Pasaba mucho de su tiempo tejiendo y sus prendas no sólo resultaban abrigadas para los fríos inviernos de esta parte del planeta, sino también de gran belleza estética y prolijidad en sus terminaciones. A veces, como no podía comprar lana nueva, destejía alguna prenda que ya me quedaba chica para tejer una nueva con la lana así recuperada y reciclada. En alguna oportunidad me tocó ayudarle a desenredar y ovillar alguna complicada madeja de lana. Rara vez ocurría esto, pero a veces se equivocaba y cuando recién se daba cuenta de ello, era a la hora de unir dos partes de tejido terminado que no encajaban o no daban con la medida o forma adecuada. Debía ponerse, entonces, a destejer las porciones mal hechas y reanudar el tejido para hacerlo esta vez, bien. No podía terminar de armar una prenda con partes defectuosas. En ciert

Metí la pata

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com “Metí la pata”, “metí la gamba”; es una expresión típica de mi país y no significa literalmente “metí la pata de la mesa en su lugar” o “introduje una pierna dentro de algo”. Lo que quiere decir es algo así como “me equivoqué”, “hice algo indebido”, “provoqué un perjuicio” o “no debí haberme comportado así”. Si algún lector   busca a alguien así, estoy disponible, esa es mi “especialidad”, soy experto. Parece que Pablo conocía bien este “oficio” “ Porque lo que hago,   no lo entiendo;   pues no hago lo que quiero,   sino lo que aborrezco,   eso hago.” (Romanos 7:15 RV60) Abraham tuvo temor de hombres y circunstancias e implícitamente cierta desconfianza en Dios cuando hizo pasar a Sara su esposa por su hermana en dos oportunidades, ante Faraón (Gén. 12:13) y más tarde ante Abimelec (Gen. 20:2). Elías se deprimió y quiso morir cuando Jezabel puso precio a su cabeza y creyó que ya todo estaba perdido (I Reye

Cuando el quebranto es una bendición

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Bien conocida es la historia de Samuel, el profeta que ungió a Saúl y luego a David como reyes de Israel. Es más, antes de ungir a David como rey de Israel, le dio la bendición de parte de Dios para la victoria contra Goliat, cuando ya todo, a los ojos de los hombres, estaba perdido (I Samuel cap. 17). Sin embargo, epopeyas bíblicas como la de David y Goliat nos “eclipsan” por decirlo de alguna manera, la atención sobre los orígenes de Samuel. Su madre, Ana, la primera y más amada de las dos esposas de Elcana de Ramá, le puso ese nombre en razón del milagro que Dios obró en ella cuando escuchó su angustiosa súplica y le dio ese hijo. Ana era estéril, lo cual en aquella época representaba una gran humillación. Lamentablemente, en la actualidad en ciertos nichos sociales, esto aún sigue siendo motivo de discriminación, aparteid, marginación y alguna clase de sutil hostigamiento para muchas mujeres en esa condición

Seré yo, Señor?

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Y mientras comían,   dijo:   De cierto os digo,   que uno de vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera,   comenzó cada uno de ellos a decirle:   ¿Soy yo,   Señor? (Mateo 26:21-22 RV60) Mientras comían la Pascua, Jesús hizo un insólito anuncio a sus amados discípulos: “uno de ustedes me va a entregar” les dijo. Difícil imaginarse la situación y el impacto. ¡Iban a celebrar la Pascua y su Maestro les viene con semejante anuncio! Entonces, cada uno de ellos, adolorido, apenado, pero por sobre todas las cosas, tocado en la fibra más íntima de su corazón comenzó a preguntar con sinceridad: “¿Soy yo,   Señor?” . Muchas veces la situación inmediatamente posterior con Judas, y los siguientes eventos eclipsan nuestra atención sobre este momento en particular. Y es que si tienes un corazón sincero delante de Dios, aunque te sientas muy firme en la fe y tus decisiones hayan sido drásticas y radicales r

Una buena dosis de “Triple C” para un alma triste y solitaria

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com No soy de tener muchos “amigos”. Hay personas que tienen legiones de amigos. Todo el mundo los quiere, todo el mundo los busca, todo el mundo quiere estar con ellos. Tienen cientos de seguidores en las redes sociales. Quien esto escribe ni remotamente es así. Justamente todo lo contrario. En todos los sitios a donde voy generalmente soy de perfil muy bajo, suelo sentarme en el último asiento del templo a menos que alguien me invite a hacerlo más adelante. Reservado, a veces muy reservado; tal vez demasiado reservado para ser más gráfico y directo. Días atrás, venía con uno de mis amigos luego del culto en el templo donde actualmente asisto. En el corto trayecto desde el salón hasta la calle, al menos siete personas lo pararon para saludarlo, mientras que en ese mismo lugar, en ocho meses sólo tres personas han preguntado mi nombre y excepto dos o tres, el resto ni siquiera sabe que soy escritor. Sólo soy capa

En mis temores, usa mi vida, Señor

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com Hace poco ví una breve entrevista por TV a un famoso dibujante en nuestro país. En realidad la mini-entrevista formaba parte del programa, ya que durante el mismo, el entrevistado debía ilustrar un cuento para niños mientras éste se leía voz en off. Como en este caso, el relato era de miedo, una de las preguntas fue si cuando niño tuvo miedo. Como era de esperarse la respuesta fue afirmativa. ¿Qué niño no tiene o tuvo miedo? ¡Lo tenemos los adultos, miren si no va a sentir miedo un niño! Pero el dibujante decía que cuando tenía temor de algo, intentaba dibujarlo. Cuando lo veía plasmado en el papel y dibujado por él, como que ya no le tenía tanto miedo… Una manera un tanto particular para un niño de enfrentar sus temores… pero ¡absolutamente válida! Unas cuantas veces he hecho mención de mi problema para viajar en los medios de transporte. Lo he descrito como “síndrome vertiginoso”, “mareos”, etc. hasta que fin

Dos hombres: dos caras de un mismo mensaje

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Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com En el cap. 7 del libro de los Hechos, hallamos a dos hombres con fuego en el corazón rendido en apasionado servicio a su Dios. Dos hombres imitadores de su Dios. Saulo y Esteban. Desde la antigua época del éxodo, Dios obró maravillas y prodigios en favor del pueblo de Israel, contra sus enemigos. Derrotó las huestes de Faraón sepultándolas bajo el agua, libró la batalla junto a Gedeón con sólo trescientos hombres, derribó los muros de Jericó al son de las trompetas y no perdonó a los enemigos del pueblo de Israel entregándoles en su mano la Tierra Prometida. No es de extrañarse, entonces, que Saulo tuviera un singular y sincero celo por servir a Dios asolando la iglesia, entrando casa por casa arrastrando fuera a hombres y mujeres creyentes y metiéndoles en la cárcel (Hechos 8:3). En su precario entender, la iglesia representaba una tremenda amenaza para la fe y la nación judía, por lo que honestamente estaba ab