Metí la pata
Por: Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
“Metí la pata”, “metí la gamba”; es una expresión típica de
mi país y no significa literalmente “metí la pata de la mesa en su lugar” o “introduje
una pierna dentro de algo”. Lo que quiere decir es algo así como “me
equivoqué”, “hice algo indebido”, “provoqué un perjuicio” o “no debí haberme
comportado así”. Si algún lector busca a
alguien así, estoy disponible, esa es mi “especialidad”, soy experto.
Parece
que Pablo conocía bien este “oficio” “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” (Romanos 7:15 RV60)
Abraham tuvo temor de hombres y circunstancias e implícitamente
cierta desconfianza en Dios cuando hizo pasar a Sara su esposa por su hermana
en dos oportunidades, ante Faraón (Gén. 12:13) y más tarde ante Abimelec (Gen.
20:2). Elías se deprimió y quiso morir cuando Jezabel puso precio a su cabeza y
creyó que ya todo estaba perdido (I Reyes 19:4). Jacob estafó a su hermano
mayor y a su padre con los privilegios de primogenitura (Gén. 25:31 y Gén
27:19) y Rahab era una prostituta que vivía junto a los muros de Jericó (Josué
2:1).
Sin embargo, Abraham es padre de toda una nación y junto a
su esposa Sara, su nombre se halla inscripto en la galería de los próceres de
la fe (Hebreos 11:8 y 9). Jacob que habiendo engañado a su anciano padre con la
complicidad de su madre para quedarse con la primogenitura, no dejó ir al Señor
hasta obtener la bendición y fue quien finalmente
dio nombre a esa nación, Israel (Gén. 32:28). Elías, que deseó morir creyendo
que ya todo estaba perdido, fue transpuesto en un carro de fuego para no
conocer muerte (II Reyes 2:11). Y Rahab habiendo sido una ramera, finalmente
tomó una tremenda decisión para Dios ayudando a los espías de Israel a escapar
(Josué 2:15) y fue bendecida más allá de lo que ella misma hubiera alcanzado a
imaginar durante sus días sobre esta tierra; tatarabuela del rey David, su
nombre se halla en la genealogía de Jesús (Mateo 1:5).
Ya en el N.T. hallamos un hombre como Pablo que decía “lo
que no quiero eso hago” (Rom. 7:15) y finalmente dejó para la humanidad, de su
mano y de su pluma (mas no de su autoría, claro está) el legado de una buena
parte de lo que hoy conocemos como “Nuevo Testamento”. Y un hombre como Pedro,
que habiendo sido tan impulsivo y habiéndose equivocado tantas veces, inclusive
negado al Señor tres veces (Mateo 26:75) se hubiese llevado la bendición en las
palabras del Señor: “Bienaventurado eres
porque no te lo reveló carne ni sangre sino mi Padre que está en los cielos”
(Mateo 16:17).
Bien conocida es la famosa Torre de Pisa, Toscana, Italia. Declarada
Patrimonio de la Humanidad en 1987, casi ciento ochenta años se tardó para
terminar de construirla. Evidentemente hubo un error en los cálculos y apenas
comenzó su construcción comenzó a ceder el terreno y a inclinarse. Desde
entonces, muchos son los esfuerzos que se invirtieron en ella durante los
últimos seiscientos años, para verla tal y como la conocemos hoy.
Muchas veces me he sentido tan abatido y tan decepcionado
conmigo mismo; mi corazón se inundó de desaliento y amargura ante tantas veces
que “metí la pata”. En pocas palabras, toda una vida construyendo una Torre de
Pisa; años de ingentes esfuerzos para erigir una mole defectuosa y
desmoronándose lentamente.
Sin embargo, fue justamente su principal defecto lo que
convirtió la Torre de Pisa en el más atractivo y espectacular de los
componentes de uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos del mundo y visita
obligada de quien va a conocer ese país.
En un mismo sentido, me alienta en gran manera saber que
hombres como Abraham, Jacob, Elías y la mujer Rahab en el AT; Pedro y Pablo en el NT
tuvieron gruesos errores; no obstante ello, fueron grandes por la Gracia de
Dios.
Siempre estuvo disponible para nosotros ese raudal de Divina
Gracia, cuando prevalece la fuerza y el poder de un corazón contrito,
arrepentido y humillado capaz de conmover el corazón de Dios cuando confiesa su
pecado y ruega por su perdón.
Es esa inconmesurable y bendita Gracia Divina la que oyó la
súplica de un corazón falluto y corrupto y contó su fe por justicia. Es esa
bella Divina Gracia la que hizo cosas extraordinarias con hombres ordinarios.
Es la sublime Gracia
de Dios, lo que hizo de una torre defectuosa algo bello y único en el mundo.
Amado Señor: “metí la pata” tantas veces… hoy me humillo y
ruego tu perdón delante de tu presencia. Renueva mi corazón hoy, te lo ruego.
Tampoco
dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de
que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual
también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se
escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha
de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los
muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual
fue entregado por nuestras transgresiones,
y resucitado para nuestra justificación.
(Romanos 4:20-25 RV60)
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