En mis temores, usa mi vida, Señor
Por: Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
Hace poco ví una breve entrevista por TV a un famoso dibujante
en nuestro país. En realidad la mini-entrevista formaba parte del programa, ya
que durante el mismo, el entrevistado debía ilustrar un cuento para niños
mientras éste se leía voz en off. Como en este caso, el relato era de miedo,
una de las preguntas fue si cuando niño tuvo miedo. Como era de esperarse la
respuesta fue afirmativa. ¿Qué niño no tiene o tuvo miedo? ¡Lo tenemos los
adultos, miren si no va a sentir miedo un niño! Pero el dibujante decía que
cuando tenía temor de algo, intentaba dibujarlo. Cuando lo veía plasmado en el
papel y dibujado por él, como que ya no le tenía tanto miedo… Una manera un tanto
particular para un niño de enfrentar sus temores… pero ¡absolutamente válida!
Unas cuantas veces he hecho mención de mi problema para
viajar en los medios de transporte. Lo he descrito como “síndrome vertiginoso”,
“mareos”, etc. hasta que finalmente lo pude discernir e identificar como “fobia”.
Mis intensos diálogos con Dios a la mañana muy temprano, han
ido trayendo una idea tras otra, vivencias, momentos… inclusive algún recuerdo
de mi infancia, y no grato precisamente. Pero es que el dolor por la misma
puerta por donde entró es por donde tiene que salir. Nos guste o no, así es
como estamos hechos. No nos ha sido provista otra alternativa a los seres
humanos. Una niñez llena de temores, la pobreza al límite con la indigencia,
aliada con una endeble y precaria salud me mantuvo marginado de muchas cosas
que hacen los niños y lleno de privaciones, temores y frustraciones. Hasta tal
punto que a los dieciocho años de edad, quien esto escribe ya no tenía
proyectos de vida ni encontraba sentido en continuar viviendo. ¡Bendito Jesús
que te presentaste en mi vida en un momento tan oportuno!
Si hay un denominador común en numerosas escenas de mi vida,
es el miedo. Desde muy pequeñito comencé a percibir inconcientemente las
reiteradas y frecuentes ausencias de mi padre. Esto, aunque en ese entonces no
lo podía identificar ni discernir con esta claridad, unido a otras situaciones
que no vale la pena describir aquí, me generaba angustia, temor, soledad, un
poderoso y terrible sentimiento de vulnerabilidad, inseguridad y desprotección.
En pocas palabras vivía con miedo todo el día y cada día. Le tenía miedo a todo
y a todos; a Dios mismo, inclusive. El nombre de Dios asociado al Juicio Final,
recuerdo que por mucho tiempo, muy lejos de infundirme aliento y seguridad, me aterrorizaba.
El temor, sutil y lentamente, se fue enquistando en el alma
y haciéndose parte de mi vida. Todavía resuenan en mi mente los ecos de alguien
muy querido y cercano a mí diciéndome numerosas veces: “no vas a poder”. Esto unido
a ciertos eventos tristes y frustrantes y a mi propia incapacidad de enfrentar
situaciones que vinieron a mi vida “para quedarse” sin que pudiera hacer
absolutamente nada. Si la vida es un viaje, hoy cuando viajo, resulta ser la
más clara de las evidencias de que literalmente ya no puedo hacer absolutamente
nada para tener el control de la situación. Es entonces, y ante la incertidumbre
de lo desconocido, cuando los fantasmas
de la angustia, el temor, los sentimientos de vulnerabilidad, inseguridad y
desprotección que inundaban mi alma de niñito se hacen presentes nuevamente.
Hoy puedo discernirlos con absoluta claridad. Son exactamente los mismos.
Había una estudiante que cuando rendía examen con cierto
profesor siempre fracasaba a pesar de haber preparado la materia con excelencia
y durante meses. Hasta que un día, descubrió cuál era el problema. Ese
profesor, aunque físicamente no se parecía en nada, tenía en realidad
características de su personalidad muy parecidas a las de un profesor de su
niñez que literalmente le hizo la vida imposible. Ella ya había olvidado a ese maestro,
pero su mente inconciente aún conservaba vívidos en el recuerdo aquellos terribles
momentos de su niñez. Este otro, aunque no tenia nada contra ella, sus rasgos
de personalidad comunes al de su niñez le traían al presente los mismos temores
y sentimientos de frustración y fracaso.
Y es que así funciona nuestra mente. Así funcionan temores y
frustraciones enterradas en lo profundo de la mente inconciente. La respuesta
emocional es la misma. “Fobia” se
denomina a un temor sin precisar exactamente a qué. “Apasionada o enconada aversión hacia algo. Temor angustioso y
obsesionante” la describe el diccionario de la RAE.
El dibujante del principio de esta historia, cuando a algo
le tenía miedo, lo dibujaba y eso le ayudaba a comenzar a perderle el temor. Quien
esto escribe no es dibujante. Es escritor. Con el poder de las oraciones de
unos cuantos hermanos en diversas partes del mundo, lograr discernir la punta
de una intrincada madeja que durante años se fue entretejiendo en mi vida y poner
estas cosas en el papel, también ha sido de bendición para quien esto escribe.
Pero hay algo aún mejor: mis intensos diálogos interiores
con mi Dios durante las mañanas muy temprano, me ayudan a discernir y plasmar
cosas como éstas en la certeza de que desnudar el alma es de bendición para
otros.
Y es que, “USA MI VIDA”, le he dicho a Dios.
Y me
ha dicho: Bástate
mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la
debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis
debilidades, para que repose sobre mí el
poder de Cristo.
(2 Corintios 12:9 RV60)
Aviso Legal: La imagen que ilustra el presente artículo es
propiedad de www.devocionaldiario.com
Todos los derechos reservados.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa