Los cristianos y el entretenimiento: Una mirada bíblica que todos necesitamos

GERSON MOREY
Coalición por el Evangelio
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Todos los derechos reservados-Publicado con permiso



Aparte de la Escritura, una de las observaciones más agudas respecto a cómo el enemigo usa el placer para tentar a los creyentes la escribió C. S. Lewis en Cartas del Diablo a su sobrino. El libro es una sátira que recoge cartas ficticias que un diablo escribe a su sobrino Orugario, un demonio inexperto a quien se le encargó la misión de tentar a un recién convertido:

Nunca olvides que cuando estamos tratando cualquier placer en su forma sana, normal y satisfactoria, estamos, en cierto sentido, en el terreno del Enemigo [en este caso es Dios]. Ya sé que hemos conquistado muchas almas por medio del placer. De todas maneras el placer es un invento Suyo, no nuestro. Él creó los placeres; todas nuestras investigaciones hasta ahora no nos han permitido producir ni uno. Todo lo que podemos hacer es incitar a los humanos a gozar los placeres que nuestro Enemigo ha inventado, en momentos, o en formas o en grados que Él ha prohibido (p. 52).

Lewis tiene razón, pues en última instancia Dios es el comienzo y la medida del placer. Lo que él escribe aquí está testificado por el salmista que decía al Señor: «En Tu presencia hay plenitud de gozo / En Tu diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11). Dios es la fuente de los gozos terrenales y celestiales, temporales y eternos, físicos y espirituales.

Por eso, cuando hablamos del deleite, del placer o del entretenimiento, estamos en un terreno en el que Dios tiene mucho que decirnos. No solo porque Él es autor de la felicidad, sino porque el deleite es lo que ha caracterizado la vida trinitaria desde antes de la fundación del mundo (cp. Jn 17:24Mt 3:17). Como en todas las cosas, lo que Dios y la Biblia nos dicen acerca de este tema es lo más iluminador y definitivo.

El entretenimiento en la cultura

Podemos definir el entretenimiento como toda actividad que nos produce una sensación de gozo, alivio o descanso, sea mental, físico o emocional. Es la búsqueda de la diversión con el fin de distraernos temporalmente de las preocupaciones y cargas diarias. Nos entretenemos para despejar la mente, descansar el cuerpo y así remover nuestra atención de los problemas que nos asedian. En otras palabras, lo utilizamos para olvidarnos temporalmente del mundo caído, pues no queremos ser consumidos por sus luchas y responsabilidades. Buscamos ser renovados y así continuar haciendo frente a la existencia.

La diversión y el entretenimiento es una tenue señal del supremo gozo que tenemos en el Salvador

No es un misterio que entretenerse se haya convertido en un valor absoluto de nuestra sociedad actual. La diversión es un bien preciado para el hombre moderno, y por eso se ha vuelto una industria rentable. Mario Vargas Llosa, quien es un crítico al respecto, dice que en nuestra sociedad «el cómico es rey». Hay una gran demanda por lo que entretiene y la oferta es mucha. Los programas de comedias, de concursos, de chismes, de farándula, los realities, los comediantes, la popularidad de los parques de diversión, y la tendencia de los noticieros de incluir en su programación noticias sensacionalistas y hasta divertidas son prueba de esto.

Además, la diversión parece el criterio que determina mucho de nuestra evaluación, aprecio y consumo de las cosas. El mismo Vargas Llosa describe el siglo XXI como «un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigentes lo ocupa el entretenimiento y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal» (La civilización del espectáculo, p. 34).

En nuestra cultura, lo que no entretiene se desecha y lo que divierte se vende bien. El entretenimiento es uno de los dioses de Occidente.

El entretenimiento y la iglesia

Lo preocupante de esto es que la iglesia no ha quedado inmune a esta situación. La estima por la diversión también ha permeado a muchas congregaciones. Esto se puede percibir en algunas decisiones, formas y prácticas ministeriales.

Muchas iglesias diseñan sus servicios con la única intención de no aburrir y mantener la atención de sus asistentes. Con este fin pueden incorporar luces sicodélicas y máquinas de humo, utilizan de forma desmedida imágenes y videos para ilustrar y matizar los sermones, reemplazan el púlpito tradicional con sillas y una mesa para transmitir una sensación más distendida o reducen la duración del servicio. Todas estas decisiones pueden ser movidas en el fondo por un deseo de divertir, entretener o proveer una experiencia libre de aburrimiento. En todo caso, el valor que se busca preservar es el entretenimiento.

Carl Trueman argumenta que una de las razones del por qué los evangélicos están dejando sus iglesias para volver al catolicismo tiene que ver con esto. Él dice de ellos «que se sienten atraídos por la belleza de la liturgia en comparación con lo que a menudo se ve como una ligereza irreverente en los servicios evangélicos» (El imperativo confesional, p. 155).

Puede que no estemos de acuerdo con las conclusiones de Trueman, pero no podemos negar que el deseo de atraer a inconversos a cualquier precio, o simplemente entretener, está teniendo un fuerte efecto negativo en los creyentes al promover una superficialidad en la fe. Es una pena que muchas iglesias se han postrado ante el ídolo actual del entretenimiento.

El entretenimiento puede ser practicado de forma legítima y sensata, de modo que nos edifique, nos sea de provecho y finalmente honre a Dios

Sin embargo, el reposo y el sosiego que nos produce el entretenimiento son necesidades legítimas. Testifican de nuestra humanidad y vulnerabilidad, por eso buscarlos es comprensible y no supone un pecado en sí mismo. Al contrario, en la Biblia se nos exhorta al descanso y a disfrutar de las cosas que Dios nos da (Éx 20:8-10Pr 5:18Ec 7:149:7).

No hay un texto bíblico que censure el deseo y la necesidad por el descanso y el deleite que experimentamos al entretenernos. Por eso, como cualquier práctica que no esté prohibida en la Escritura, esto debe ser observado de forma sabia y responsable, tomando en cuenta los principios bíblicos correspondientes. El entretenimiento puede ser practicado de forma legítima y sensata, de modo que nos edifique, nos sea de provecho y honre a Dios.

Principios bíblicos pertinentes al entretenimiento

Miremos unos pasajes bíblicos que nos proveen una comprensión adecuada y que guían nuestras prácticas y actitudes hacia el entretenimiento:

Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos (Ef 5:16).

Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna (1 Co 6:12).

Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica (1 Co 10:23).

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten (Fil 4:8).

Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre (Col 3:17).

Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios (1 Co 10:31).

Si consideramos estos seis pasajes de las cartas de Pablo, a manera de resumen podemos establecer lo siguiente:

  • Al entretenernos y divertirnos, los cristianos tenemos la responsabilidad de hacer un buen uso de nuestro tiempo y no malgastarlo.
  • Aunque creamos que todas las cosas que no se condenan en la Biblia son lícitas, debemos practicar solo lo que será para nuestra edificación o provecho legítimo, sin dejarnos dominar por ninguna actividad.
  • Asimismo, debemos aplicar nuestra mente a lo que es verdadero, bueno y hermoso, de tal manera que seamos transformados y gobernados por ello, descartando todo aquello que no contribuya a este fin.
  • Finalmente, toda diversión debe ser hecha y disfrutada de tal manera que reflejemos el nombre, el carácter y la santidad de nuestro Señor y debemos hacerlo para Su gloria.

Entonces, tomemos estos versos para ampliar nuestra comprensión de un entretenimiento legítimo y usemos los principios extraídos como criterios para la diversión y el esparcimiento desde una perspectiva bíblica. La observación de estos principios nos llevará a una clase de diversión que será para nuestro bien y traerá honra al Señor.

3 verdades sobre el entretenimiento

1. Señala nuestra necesidad de descanso y alivio

El reposo que buscamos señala nuestra necesidad de un descanso y alivio más importante. Testifica de algo deficiente en nosotros y nos apunta a la verdad de que los placeres terrenales no son suficientes. Aquí es bueno recordar las palabras de nuestro Señor Jesucristo, quien se dirigió a los pecadores como los «cansados y cargados» y se presentó como el que ofrece descanso para sus almas (Mt 11:28-29). Esto aplica a nuestra necesidad de salvación durante toda la vida.

Cultivemos un mayor descanso en Dios por medio de la oración, la lectura y la meditación de la Palabra

Erramos al pensar que el descanso solo implica el perdón y la vida que recibimos el día de nuestra conversión. Cristo sigue siendo el descanso para Su pueblo, todos los días. Él es nuestro reposo y quien sostiene, anima y trae paz al alma redimida. Un día la experiencia del alivio y descanso será completa, pero en nuestro peregrinaje terrenal habrá dosis reales, sustentadoras y refrescantes del reposo que tendremos con Cristo en gloria.

Cultivemos, pues, un mayor descanso en Dios por medio de la oración, la lectura y la meditación de la Palabra. Aprendamos a depender de Él, buscándolo por medio de nuestras devociones diarias para recibir el verdadero descanso para nuestras almas.

2. Señala nuestra inclinación y capacidad para experimentar dicha y alegría

Pienso que Eclesiastés 3:11 es uno de los pasajes bíblicos más importantes para entender nuestra humanidad. En particular para comprender nuestra constitución como individuos creados por Dios. El autor inspirado nos dice que el Señor «ha puesto la eternidad en sus corazones». Es decir, Dios ha dotado al corazón humano con una disposición y una capacidad para experimentar la eternidad.

El humano es un ser con apego, necesidad y habilidad para interactuar con la realidad trascendente. Nuestro impulso por lo sobrenatural, nuestro gusto por lo extraordinario, nuestra curiosidad por lo misterioso y el hambre por lo extremo son testimonios poderosos de esta realidad. La búsqueda insaciable y hasta extrema por la adrenalina es la confirmación de estas palabras. Pero sabemos que el impulso y la capacidad por lo eterno y trascendente tiene por lo menos una doble explicación.

Dios puso en nuestro interior la capacidad para lo trascendente para que experimentemos la trascendente e incomparable realidad de su Ser

Somos así, primero, porque el Ser que nos hizo es eterno y trascendente. Segundo, porque fuimos creados para Él. Esa disposición y capacidad tienen el propósito de experimentarlo, conocerlo y disfrutarlo. Fuimos hechos por Él y para Él. No para el aburrimiento ni para la monotonía. Fuimos creados para Dios, fuente de vida, de deleite, de paz, de exuberancia emocional y risas sin fin. Tenemos esa capacidad de euforia solo porque eso es lo que Dios produce en el alma humana.

El Ser eterno, majestuoso, infinito, inescrutable y glorioso pone eternidad en los corazones para saciarlos de manera plena y permanente. Dios puso en nuestro interior la capacidad para lo trascendente, para que experimentemos la trascendente e incomparable realidad de Su Ser.

3. Señala un gozo superior

Al entretenernos estamos experimentando, en una medida inferior, el deleite que Dios produce en nosotros. Por eso, el entretenimiento es un anticipo del gozo verdadero, eterno y supremo que solo el Señor puede dar. Esto es así porque el deleite y el reposo son sensaciones apropiadas y legítimas de quien ha visto y conocido a Dios. Todo esto nos señala hacia esa dicha definitiva que tenemos en Cristo y a la que nos dirigimos en los cielos.

La risa es un minúsculo atisbo de la inevitable e inmensa alegría de la comunión con Dios en Cristo. Así que usemos la diversión y el entretenimiento para avivar nuestro anhelo por un gozo mayor. No seamos conformistas con el gozo de la diversión terrenal. C. S. Lewis lo dijo bien hace años:

Parecería que Nuestro Señor encuentra nuestros deseos no demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas a medias, jugando con la bebida, el sexo y la ambición cuando se nos ofrece una alegría infinita, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un barrio pobre porque no puede imaginar lo que significa la oferta de unas vacaciones en el mar. Nos complacemos con demasiada facilidad (El peso de la gloria, p. 26).

De modo que, todos los beneficios del entretenimiento son sombras y anticipos del descanso disponible hoy en Cristo y del que experimentaremos en gloria.

Nuestra actitud hacia el entretenimiento

Actitud #1: Agradecimiento, pues es un don divino.

Como todo lo que recibimos de la mano de Dios, un tiempo de entretenimiento y distracción no es algo merecido sino un don (Stg 1:17Hch 14:17). Fallamos al pensar que luego de un arduo día de trabajo «merecemos» reposar (cp. Ec 5:19). Esa disposición a sentirnos con derecho al descanso es contraria a la actitud que debe caracterizar a los redimidos.

Lo cierto es que no merecemos nada, pues todo lo que recibimos es fruto y expresión de la gracia de Dios. Los seres humanos no merecemos ni siquiera el trabajo que nos cansa y fatiga. Todo es gracia. Por eso, nuestra disposición hacia el entretenimiento debe ser de un humilde aprovechamiento y de gratitud a Dios por Sus dones. El cristiano bíblico sabe y celebra que entretenerse es un regalo del cielo.

Actitud #2: Responsabilidad, pues requiere mayordomía, moderación y prudencia.

Al ser una práctica que demanda el uso de tiempo y en ocasiones recursos (por no decir que hay entretenimiento que también implica esfuerzo), la diversión exige de nosotros una ponderación y una aplicación sabia y piadosa. En este sentido, se requiere aplicar el principio de la mayordomía. Administrar la duración, los recursos y las energías invertidas es necesario cuando nos entretenemos.

Entregarnos a una práctica sin ninguna consideración de sus implicaciones y consecuencias no es propio de la sobriedad que caracteriza a la piedad cristiana

Tomemos en cuenta que no siempre podemos practicar todas las formas de entretenimiento. Disponer de recursos, del tiempo y de energías no debe ser el único criterio para entregarnos a la diversión. Nuestra libertad como creyentes debe gobernarse por los principios de mayordomía, la edificación de nuestros hermanos y la gloria de Dios. Asimismo, la moderación, la mesura y la prudencia deben ser observadas al respecto.

Es importante establecer límites y parámetros para que el entretenimiento sea provechoso y no de tropiezo. Esto se hace más necesario si consideramos que por nuestra inclinación al pecado y la maldad siempre estamos a un paso de los excesos y de la próxima necedad. Incluso los redimidos con frecuencia nos colocamos cerca de la siguiente insensatez. Entregarnos a una práctica sin ninguna consideración de sus implicaciones y posibles consecuencias no es propio de la sobriedad y sensatez que caracteriza a la piedad cristiana.

Actitud #3: Cautela, pues puede fomentar la dependencia.

Podemos caer en la tentación de vivir ansiosos anhelando la diversión. A veces transitamos la vida con la mente enfocada en esas horas de entretenimiento, buscándolo y anhelándolo como lo definitivo. Planificamos y nos preparamos como si fuese un encuentro indispensable para nuestra existencia y hasta lo usamos como un estímulo mental durante un día de trabajo y esfuerzo.

En momentos así debemos detenernos para considerar y evaluar nuestro corazón. En ese instante es tiempo de humillarnos y pedir perdón al Señor. Por eso los cristianos hacemos bien al evitar la dependencia excesiva del descanso, el alivio y el gozo que produce el entretenimiento. Esto es así, porque el verdadero reposo y deleite para los cristianos provienen del Señor (Mt 11:28-30Sal 16:11).

Actitud #4: Regulación, pues es parte de la vida cristiana.

A este respecto, es importante considerar el juego, el esparcimiento y la diversión como parte integral de la experiencia cristiana. Es decir, no podemos separar la experiencia del entretenimiento de la vida de fe.

Sin embargo, que algo sea un juego no supone tolerar conductas o actitudes condenadas en la Escritura. La ira, el enojo, la trampa y el engaño son vicios prohibidos para el creyente y nada de esto se suspende al jugar. A veces, al entretenernos nos damos licencias que justificamos diciendo «solo se trata de un juego». En muchos casos, nos permitimos emociones, reacciones y actitudes que rayan con lo indecente, lo vulgar y lo pecaminoso. No obstante, las mismas leyes prescritas para la piedad cristiana deben ser observadas incluso cuando jugamos y nos entretenemos. La diversión no suspende momentáneamente el llamado a la piedad. Un ejemplo de esto lo tenemos en los puritanos de Nueva Inglaterra, que procuraban honrar a Dios incluso cuando jugaban y se entretenían. En su libro Puritan at Play [El puritano en el juego], Bruce C. Daniels dice al respecto:

El placer y el recreo suponía una amenaza al ideal de una experiencia unificada. Con frecuencia el juego ofrecía una licencia para transgredir los valores de la sociedad. Los jugadores rehusaban aceptar la responsabilidad moral por lo que hacían, porque decían «solo estamos jugando». Lo que practicaban no era real. El juego debía ser parte de la totalidad de la vida. Las actividades de placer y recreo debían tomar lugar en el marco de la moral comunitaria; debían estar entretejidas con la Escritura, el trabajo, la villa, las reuniones, el hogar, la familia, y todos los otros aspectos de la vida piadosa que colectivamente constituía el único ritual aceptable en Nueva Inglaterra (pp. 217-218).

3 Consejos prácticos 

Consejo #1: Revisemos lo que consumimos

Mucho de nuestro esparcimiento tiene que ver con programas de televisión, series en streaming y las redes sociales. Tenemos que ser responsables evaluando lo que consumimos, pues todo arte o contenido es una manifestación de una visión de la vida. Los programas, las películas, la música y los libros no solo expresan, también fomentan valores, ideales y aspiraciones.

Se requiere responsabilidad y cuidado para velar por nuestro corazón. No solo debemos guardarnos del lenguaje soez y de lo que es abiertamente inmoral. El único peligro no es el contenido profano y el lenguaje vulgar de lo que vemos y escuchamos. También es necesario considerar los ideales y valores comunicados por el escurridizo medio del arte y la cultura. Aceptemos que no hay entretenimiento neutral, ni siquiera el infantil.

La mentira, el engaño y una visión secular centrada en el ser humano también vienen empaquetadas en una buena canción o serie de televisión, aunque en muchos casos estén dirigidas al público general. No podemos participar de aquello que contradice la verdad de Dios. Hacerlo equivale a celebrar las cosas que Dios no celebra. El cristiano no se ríe de lo que Dios nunca se reirá, aunque parezca inocente o inofensivo.

Esto no siempre es sencillo de hacer y requiere discernimiento cristiano. Por eso, debemos ser celosos del contenido de nuestro entretenimiento.

Consejo #2: Tengamos cautela ante nuestra inclinación a la necedad

Pablo advirtió al jóven Timoteo del peligro de las conversaciones vacías y de las palabras irreverentes o profanas «porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad» (2 Ti 2:16). El diálogo profano y el hablar corrupto, tanto pronunciarlo como escucharlo, son peligros que debemos evitar por el bien de nuestras almas. Nos conducirán a la impiedad y a la degradación si nos exponemos a ello sin ninguna protección o restricción. Por eso, evaluemos nuestra tolerancia a la estupidez.

Los creyentes debemos ser los primeros desconfiados de nuestra capacidad para ver y escuchar la banalidad, lo trivial y lo frívolo

Sabemos que hay un tipo de entretenimiento que contiene una dosis de insensatez y torpeza: me refiero a los programas, películas, series y shows con contenido cómico. En realidad, es precisamente esto lo que los hace entretenidos y atractivos, pues nos divierte ver a otros hacer o decir cosas sin sentido. La comedia por lo general se alimenta de lo absurdo. Por eso disfrutamos y nos reímos al mirarla. Pero los creyentes debemos ser los primeros desconfiados de nuestra capacidad para ver y escuchar la banalidad, lo trivial y lo frívolo.

Seamos sospechosos de nuestra tolerancia a lo absurdo e insensato de la diversión. Hay un tipo de comedia y bromas que es banal, irreverente y profano (como el humor negro lleno de insensibilidad y sarcasmo). De esa clase de entretenimiento debemos guardarnos y marcar una distancia si no queremos ser partícipes. Esto, una vez más, se hace urgente si reconocemos nuestra propensión humana al error, al engaño y a la insensatez. No salimos ilesos estando tan expuestos a esta clase de bromas y entretenimiento. Causamos mucho daño a nuestra alma y conciencia si no somos sabios y celosos al respecto. Sospechemos y descofiemos de nuestra tolerancia a la estupidez.

Consejo #3: Incorporemos mejores alternativas 

Pienso que siempre podemos encontrar distintas formas y mecanismos que nos ofrezcan el reposo y alivio que buscamos. Hacemos mucho bien en buscar alternativas legítimas, más sabias y provechosas para distraernos. Aquí algunas opciones:

  • Un momento de lectura o un tiempo de meditación y reflexión.
  • Una caminata en el parque o en la playa.
  • Tener conversaciones (sin celular) con la familia y los amigos alrededor de la mesa o ir a tomar un café con algún hermano o conocido.
  • Salir a correr, hacer ejercicios o practicar un deporte.
  • Practicar o aprender un instrumento musical.
  • Escribir un diario o escuchar música clásica.

Quizá se puede objetar que algunas de estas prácticas también exigen esfuerzo, cuando lo que buscamos es el descanso, pero la clase de cansancio que estas actividades pueden producir no se compara con el alivio que obtenemos de ellas. Además, debemos ser conscientes de lo proclives que somos a buscar placeres fáciles. Una vez más, Vargas Llosa señala algo correctamente:

[Nuestro entorno cultural] empuja a hombres y mujeres a la búsqueda de placeres fáciles y rápidos, que los inmunicen contra la preocupación y la responsabilidad, en lugar del encuentro consigo mismos a través de la reflexión y la introspección, actividades eminentemente intelectuales que a la cultura veleidosa y lúdica le resultan aburridas (p. 41).

Evitemos que el entretenimiento compita o se robe el tiempo y energías que debemos reservar para el cuidado de nuestras almas. Seamos diligentes y sabios para que la diversión y el juego no comprometan nuestra dedicación a las disciplinas espirituales. Recordemos que todos los beneficios del entretenimiento son sombras y anticipos del descanso y deleite disponibles hoy en Cristo y del que experimentaremos en gloria. La diversión y el entretenimiento son una señal tenue del gozo supremo que tenemos en el Salvador. ¡En Su presencia hay plenitud de gozo!


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