Qué hacen los ángeles? ¿A qué se dedican?
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Este artículo forma parte de la serie: La Gloria del Cielo
La vida y el mundo de los ángeles son tan comprometidos, activos y complicados como lo puedan ser los nuestros. Aunque viven en otra dimensión, nuestros mundos se entrecruzan a menudo, y una parte de la tarea de los ángeles, como mínimo, se desarrolla en el mundo humano. Hebreos 1:14 llama a los ángeles «espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación».
Martín Lutero creía que los ángeles eran criaturas espirituales sin cuerpo creadas por Dios para ayudar a los cristianos y a la iglesia. No se nos dice (o se nos niega) que esta sea la función principal de los ángeles, pero desde luego sí es una de sus ocupaciones. (El hecho de que los ángeles sean unas criaturas muy jerarquizadas puede sugerir que sus cometidos varíen en función de su categoría.)
En tanto que espíritus ministradores que sirven a los elegidos, los ángeles desempeñan, sin duda, un papel activo en los asuntos humanos, aunque en circunstancias normales no se les pueda ver. No cabe duda de que hacen muchas cosas a nuestro favor, pero la Biblia no nos exhorta en ningún lugar a que investiguemos al respecto. Nunca se nos anima a que intentemos descubrir de qué manera invisible trabajan los ángeles en nuestras vidas. Sólo se nos recuerda que seamos cristianos hospilarios, porque nunca podemos saber a ciencia cierta si nuestro invitado es o no un ángel. En Colosenses 2:18 se nos advierte a los creyentes para que no nos volvamos adoradores de ángeles y para que no basemos nuestras doctrinas en las visiones.
En Hebreos 1:14 se llama a los ángeles específicamente «espíritus», es decir, seres sin cuerpos físicos. No obstante, pueden aparecer en forma visible cuando Dios les permite manifestarse abiertamente. Y siempre que la Biblia describe esas apariciones se refiere a los ángeles como hombres, utilizando en todo momento los pronombres propios del género masculino. Por ejemplo, en Génesis, capítulos 18 y 19, se nos narra la visita de unos ángeles a Abraham y su posterior entrada en Sodoma la apariencia de los ángeles era totalmente humana, ya que se sentaron con Abraham, comieron con él, caminaron a su lado, y hablaron en su misma lengua (humana). Todos los rasgos de su aspecto físico eran, al parecer, humanos.
También hay otras ocasiones en que los ángeles se aparecen con forma humana, aunque en este caso con unos poderes extraordinarios y sobrenaturales. Por ejemplo, el ángel que se presentó en el sepulcro vacío de Jesús en Mateo 28:3 no tenía la apariencia de un hombre normal: «Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve».
Las apariciones bíblicas de los ángeles -en contra de la opinión popular a menudo son traumáticas y causan gran pavor. Cuando se le apareció el ángel a María, ella, desde el momento en que el mensajero la saludó «se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta» (Lc. 1:29). En otro lugar, cuando se les apareció un ángel a los pastores que contemplaban el nacimiento de Jesús, éstos «tuvieron gran temor». Y cuando los guardianes romanos que vigilaban la tumba de Jesús se dieron cuenta de que tenían ante ellos un ángel «de miedo temblaron y se quedaron como muertos» (Mt. 28:4).
Siempre que los ángeles se aparecen a los personajes de las Escrituras están haciendo de mensajeros. De hecho, «mensajero» es el significado principal de la palabra griega angelos. De manera que los ángeles hacen las veces de un servicio de mensajería celeste; de ello tenemos algunas pruebas en la Biblia. Así se presentó a sí mismo el ángel que se apareció a la virgen María: «Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte» (Lc. 1:19). En esta ocasión en particular, puede que por la gran importancia del mensaje transmitido, el enviado fue el arcángel de mayor rango, y vino directamente de la presencia misma de Dios.
Por último, como ya hemos visto, los ángeles también están ministrando continuamente alrededor del trono de Dios a través de la adoración. Y es que, en efecto, la adoración es una de las funciones más importantes de los ángeles (cp. Is. 6:3; Ap. 4:6-9; 5:9-12).
Extracto del libro «La Gloria del cielo» escrito por John MacArthur.
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