LOS 7 PODERES QUE GOBERNARON A PALESTINA
https://compartiendolaverdad.com/
Todos los derechos reservados
Se publica en este medio en los términos del uso legalmente permitido
Exploraremos esta historia desde el punto de vista de los poderes que gobernaron Palestina durante el período intertestamentario. En orden consecutivo, esos gobiernos o grupos gobernantes fueron Babilonia, Persia, Grecia, Egipto, Siria, los macabeos y Roma.
Las secciones históricas finales del AT describen a Judea como una parte del Imperio Persa. El último gobernante mencionado por nombre en el AT es Darío el persa (Neh. 12:22).
Probablemente es el mismo Darío II, quien gobernó entre los años 423 y 405 a. de J.C. La identificación no es totalmente segura porque hubo varios reyes en Persia que llevaron ese nombre.
Cuando llegamos al NT, 400 años más tarde, el monarca reinante es Augusto, quien representa el poder de Roma (Luc. 2:1). Entre estos dos pilares de la historia pasaron sobre Palestina el ir y venir de guerras, luchas, esperanzas y derrotas. ¿En qué manera el conocimiento de la historia política de la época nos ayudará a interpretar el NT?
Primero, el conocimiento de la historia política de este período nos ayudará a una interpretación más segura del texto neotestamentario. En el Nuevo Testamento aparecen los nombres de algunos líderes políticos tales como Tiberio César, Claudio César, Pilato, Herodes el Grande y Galión.
Esos hombres tomaron decisiones que tuvieron consecuencias para los cristianos individualmente y para la iglesia primitiva. Cuando sabemos algo de ellos y de su historia individual, podemos captar con más sabiduría el significado de sus acciones.
Segundo, el conocimiento de los detalles de la historia política nos ayuda a presentar una descripción más cercana a la realidad de los eventos narrados en la Escritura.
El conocimiento de la crueldad de Herodes el Grande, la vacilación de Pilato, y la audacia de la apelación de Pablo para ser juzgado ante César hace que los eventos del NT sean más vívidos.
El conocimiento de los detalles de los eventos del NT brinda a las personalidades una dimensión de realidad que nos impide relegar sus acciones y personalidades al campo de lo místico y mítico.
Tercero, es importante que reconozcamos que el NT presenta una interpretación teológica de la historia. Cuando los lectores advierten que los detalles históricos y políticos son verificables, tienen una presión mayor para hacer frente al contenido teológico de la Escritura.
Cuarto, muchas veces el NT mismo guarda silencio acerca de las dimensiones históricas y políticas de este período, porque los escritores podían asumir que sus primeros lectores conocían las personalidades y entidades políticas que mencionaban.
Podían asumir también que sus lectores entenderían las contribuciones de Alejandro el Grande y sus sucesores a la vida de la época del NT. Dos mil años más tarde no podemos asumir que los lectores modernos conozcan y entiendan el significado de estos detalles. Por ello, es importante que introduzcamos a los lectores a esta información en un estudio panorámico del NT.
Exploraremos esta historia desde el punto de vista de los poderes que gobernaron Palestina durante el período intertestamentario. En orden consecutivo, esos gobiernos o grupos gobernantes fueron Babilonia, Persia, Grecia, Egipto, Siria, los macabeos y Roma.
Período babilónico (597–539 a. de J.C)
En el año 597 a. de J.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, terminó con la independencia judía al conquistar Judea y capturar Jerusalén. El rey babilónico deportó al rey judío, Joaquín, junto con su familia y su corte hacia Babilonia.
Nabucodonosor instaló al tío de Joaquín en el trono de Judá y le cambió el nombre de Matanías a Sedequías (2 Rey. 24:10–17). Nabucodonosor en realidad tuvo autoridad sobre Judá quizá desde el año 604 a. de J.C., pero después del año 597 a. de J.C. ese control fue más completo y absoluto.
Sedequías había prometido servir al rey de Babilonia (2 Crón. 36:13), pero más tarde afirmó su independencia y se ocupó de intrigas políticas con Egipto (Jer. 37:5–10).
Nabucodonosor movilizó un ejército para oponerse a la rebelión de Sedequías, puso sitio a Jerusalén y conquistó la ciudad en el año 586 a. de J.C. (Jer. 39:1–10). Los muros de Jerusalén fueron demolidos.
Las fuerzas de Babilonia capturaron a Sedequías cuando huía y lo llevaron ante el rey. En una demostración brutal de crueldad, Nabucodonosor mató a los hijos de Sedequías, cegó a éste y lo llevó cautivo a Babilonia.
Para mantener algo de la ley y el orden, Nabucodonosor nombró a Gedalías como gobernador de Judá. Sin embargo, las facciones en Judá todavía producían lucha y descontento. Gedalías finalmente fue asesinado. Algunos de los insurgentes escaparon a Egipto y llevaron a Jeremías (contra su voluntad) con ellos (Jer. 40–43).
Nabucodonosor había tomado a algunos de los judíos más devotos y competentes y los había llevado cautivos a Babilonia. Allí el profeta Ezequiel ayudó a moldear segmentos de este grupo como un cuerpo que pudiera proveer el liderazgo que se necesitaba para reemplazar a los que habían caído en Jerusalén. Prometió que Dios renovaría espiritualmente a su pueblo y los restauraría a su tierra en Palestina (Eze. 36:22–28).
Durante la cautividad en Babilonia se desarrolló, entre los judíos, la práctica de la adoración en la sinagoga. Al no tener un templo, los judíos piadosos se juntaron para aprender y aplicar la ley.
Los maestros de la ley tomaron el lugar del sacerdocio del templo para proveer el liderazgo espiritual del pueblo. El estudio de la ley reemplazó los sacrificios de animales, y la obediencia ética al ritual del templo. Jeremías había predicho una cautividad de los judíos de 70 años (Jer. 25:11–14).
En el año 539 a. de J.C. Ciro, el rey de Persia, conquistó Babilonia al desviar de su curso normal el agua del Eufrates. Ciro y los persas llegaron a ser la máxima autoridad en el Medio Oriente. Bajo Ciro terminó la cautividad en Babilonia para algunos de los judíos.
Período persa (539–331 a. de J.C.)
Ciro, en el primer año de su reinado, promulgó un decreto permitiendo que los judíos regresaran a su tierra. Liberó algunos de los tesoros tomados del templo y prometió que les reedificaría un templo (Esd. 6:3–5).
La mayoría de los judíos se quedaron en los lugares bien establecidos y prósperos del reino de Ciro, pero un grupo de 42.360, conducidos por Sesbasar, regresaron a Jerusalén alrededor del año 537 a. de J.C. (Esd. 1:5–11; 2:64). Comenzaron a reedificar el templo, pero el trabajo languideció debido a la oposición de parte de los residentes de Palestina (Esd. 4:1–5). El trabajo se reanudó debido a la predicación urgente de Hageo y Zacarías alrededor del año 520 a. de J.C.; la construcción se completó en un período de unos cuatro años (Esd. 4:24; 6:1–15).
No hay registros detallados disponibles acerca de los eventos en Palestina por aproximadamente 60 años, pero en el año 458 a. de J.C. Esdras, el escriba, condujo a un segundo grupo desde Babilonia de regreso a Palestina (Esd. 7:1–7).
Alrededor del año 446 a. de J.C. un tercer grupo regresó a Palestina bajo el liderazgo de Nehemías, el copero del rey persa Artajerjes (Neh. 2:1–8). Nehemías guió al pueblo a reparar rápidamente los muros de Jerusalén, y una vez más se estableció la seguridad de la ciudad (Neh. 6:1–16).
Nehemías instituyó varias reformas económicas y sociales, y Esdras condujo nuevamente al pueblo a la observancia de la ley (Neh. 8:1–12).
Las reformas bajo Esdras y Nehemías produjeron un grupo de devotos fuertes en cuanto al seguimiento de la ley de Dios. Permanecieron fieles a las demandas de Dios a pesar de las presiones engañosas del helenismo y la posterior infidelidad del sacerdocio.
Durante este período la demanda de un estudio intensivo de la ley promovió el surgimiento del grupo de los escribas, quienes copiaron la ley y se convirtieron en los expertos de su interpretación.
Nos encontraremos con escribas en diferentes ocasiones en el ministerio de Jesús. Este mismo período atestestiguó también el desarrollo de la “Gran Sinagoga”, un cuerpo que buscaba administrar la ley; este grupo luego llegó a ser el Sanedrín de la época neotestamentaria.
El gobierno de los persas sobre Palestina duró hasta que Alejandro el Grande los derrotó en la batalla de Arbela (331 a. de J.C.).
Período griego (331–320 a. de J. C.)
Aun durante el período del gobierno persa sobre Palestina, la influencia de los griegos en el área se había desarrollado rápidamente. Los mercaderes griegos llevaban su influencia y civilización a todo el mundo del Mediterráneo. Los instrumentos musicales y las armas de los griegos aparecieron en Babilonia tan temprano como el año 600 a. de J.C. Las conquistas de Alejandro el Grande de Macedonia siguieron y aceleraron luego la difusión de la cultura griega, conocida como el helenismo.
Felipe, el padre de Alejandro, había preparado a Macedonia para que fuera una maquinaria militar poderosa. Durante su vida convirtió a las ciudades-estado de los griegos en tributarias de Macedonia; estaba ante la perspectiva de nuevas conquistas cuando murió en el año 337 a. de J.C.
Alejandro tenía el carácter agresivo y las habilidades militares de su padre. El filósofo griego Aristóteles había sido el tutor de Alejandro en cuanto a los ideales del helenismo; Alejandro desarrolló una devoción profunda hacia la cultura y la tradición helenistas.
En el año 334 a. de J.C. condujo a sus fuerzas en el cruce del Helesponto al Asia Menor, donde derrotó a las fuerzas persas en la batalla de Granico. Las victorias sucesivas en Issus (333 a. de J.C.) y Arbela (331 a. de J.C.) establecieron a Alejandro como el amo del antiguo Oriente Medio. Su extenso reino incluía a Egipto, Palestina y Siria, y se extendió hasta el río Indo en la India moderna. A medida que avanzó en sus conquistas estableció colonias que se convirtieron en centros para la difusión del helenismo.
Alejandro animó a sus soldados a casarse con mujeres orientales, fortaleciendo de esa manera la fusión de las culturas griega y oriental. Educó a los persas en el idioma griego. Sus éxitos militares lo convirtieron más y más en un déspota oriental arbitrario. Su estilo inmoral de vida desmejoró su salud. Finalmente contrajo alguna clase de fiebre y murió en 323 a. de J.C. a la edad de 33 años.
A su muerte cuatro generales de Alejandro se dividieron su reino. Dos de estos generales desarrollaron imperios que son importantes para la historia del NT. En Egipto los gobernantes tomaron el nombre de tolomeos, por el general Tolomeo, y establecieron su capital en Alejandría. La seductora Cleopatra, quien murió en el año 30 a. de J.C., fue la última de los gobernantes tolomeos. En Siria los gobernantes tomaron el nombre de seléucidas, debido al general Seleuco o Antíoco, y convirtieron a Antioquía en su capital. El general romano Pompeyo terminó la historia de este imperio al conquistarlo en el año 64 a. de J.C.
Aunque el poder gobernante en Palestina después de Alejandro no estaba geográficamente centrado en Grecia, todos los gobernantes que le siguieron en Palestina aumentaron la influencia del helenismo.
Alejandro había pasado el legado del helenismo a ambos imperios, el de los seléucidas y el de los tolomeos. Aun Roma estaba tan altamente influenciada por la cultura helénica que el griego se convirtió en el idioma común de la calle. El satírico romano Juvenal, cuya vida se extendió por la mayoría del siglo I y la primera parte del siglo II d. de J.C., dijo: “No puedo aguantar … una Roma de los griegos”.
Período tolemaico (320–198 a. de J.C.)
La muerte prematura de Alejandro en el año 323 a. de J.C. precipitó una lucha por el poder entre sus principales generales. Los cuatro generales que emergieron como victoriosos de esa disputa fueron conocidos como los diadocoi, palabra griega que significa “sucesores”.
Tolomeo I fue uno de los más competentes de los generales de Alejandro. Sagazmente aceptó el liderazgo de Egipto en el año 323 a. de J.C., evitando cualquier conflicto inmediato con otros generales poderosos. En el año 320 a. de J.C. depuso al gobernador de Palestina e incorporó este territorio a su reino.
En Alejandría, la capital de Egipto, la influencia judía era fuerte. Alejandro admitió a los colonos judíos como ciudadanos con plenos derechos. Tolomeo I llevó a muchos judíos y samaritanos a Egipto. Estos nuevos inmigrantes quedaron plenamente bajo la influencia de la cultura helenista. El helenismo también penetró en Palestina por medio de la influencia de las ciudades griegas de la zona, y del comercio entre
Palestina y Egipto.
En general, los gobernantes egipcios trataron bien a los judíos. Bajo Tolomeo Filadelfo (285–246 a. de J.C.) se tradujo el AT al griego, para enriquecer la Biblioteca de Alejandría. La aparición de esta traducción indicaba que los residentes judíos en Egipto estaban más familiarizados con el idioma griego que con su hebreo nativo. La tradición judía, mezclada con algo de leyenda, enseñaba que esta traducción era la obra de 72 judíos eruditos, según relata la Carta de Aristeas. La traducción, conocida como la Septuaginta, es comúnmente designada por los numerales romanos LXX, dado que 70 es el número redondo más cercano a 72.
Los escritores del NT frecuentemente usaron la LXX cuando citaban del AT. Aunque la calidad de la traducción griega es dispareja, es útil para mostrar la manera en que los eruditos judíos interpretaban las Escrituras hebreas en esa época.
Durante el período de hegemonía egipcia sobre Palestina, los egipcios y los sirios peleaban constantemente. Las batallas entre estos poderes regionales frecuentemente se realizaban en territorio palestino. En el año 198 a. de J.C., en Paneas, cerca de las faldas del monte Hermón en el norte de Palestina, Antíoco III de Siria derrotó finalmente a Tolomeo V de Egipto. Después de esta batalla el gobierno de Palestina pasó de manos egipcias a sirias.
Período sirio (198–167 a. de J.C.)
En el intento de afirmar su autoridad sobre Palestina, Siria enfrentó una nación dividida. Muchos judíos, conducidos por el sumo sacerdote Onías III, apoyaron a los tolomeos de Egipto. Sus adversarios, de la acaudalada casa de Tobías, apoyaban a Siria. Por algunos años hubo una disputa entre los oniaítas proegipcios y los tobianitas prosirios.
Después de ser nombrado como sumo sacerdote, Jasón estableció en Jerusalén un gimnasio con una pista para competencias atléticas. Allí los jóvenes judíos se entrenaban desnudos, de acuerdo con la costumbre griega. Comprensiblemente, esa práctica produjo la ira de los judíos piadosos. Las competencias se iniciaban con invocaciones a las deidades paganas. Los sacerdotes judíos aun comenzaron a dejar sus deberes para asistir a esos eventos. Aunque estos cambios indujeron a muchos judíos a adoptar costumbres paganas, promocionaron también un grupo que se opuso que se llamó “los jasidim”, que significa “los piadosos”.
Antes de llevar adelante sus planes de invadir a Egipto, Antíoco reemplazó a Jasón con otro judío, Menelao, quien había ofrecido un tributo más alto. Los judíos piadosos se resistieron profundamente a la venta del oficio sagrado del sumo sacerdocio al mejor postor. Como una ofensa agregada hacia los judíos, es posible que Menelao no haya pertenecido a la familia sacerdotal. La descripción de este despliegue de traición por parte de Menelao aparece en el libro 2 Macabeos 4.
En los años 169 y 168 a. de J.C., Antíoco hizo incursiones en Egipto para incorporarlo a su reino. Después de algunos éxitos iniciales, sus intentos de anexar a Egipto fracasaron. El delegado romano, Popilio Laenas, protegiendo las ambiciones de su gobierno, enfrentó a Antíoco en las afueras de Alejandría, dibujó un círculo en el suelo frente a él, y demandó que Antíoco se retirara de Egipto antes que él saliera del círculo. Antíoco, incapaz de resistir el poder militar de Roma, se retiró a regañadientes de Egipto.
Quemándose por dentro a causa de su ego herido, Antíoco emprendió el regreso a Siria. Luego fue a Jerusalén para derrotar el esfuerzo de Jasón por recuperar el sumo sacerdocio. Antíoco capturó a Jerusalén; mató a muchos hombres, mujeres y niños; entró al templo; confiscó los vasos sagrados y las ofrendas que encontró allí. Edificó una ciudadela fortificada en la colina occidental de Jerusalén, puso allí sus tropas y las dejó con la responsabilidad de afianzar su victoria.
De regreso en Antioquía promulgó los pasos para terminar con el culto judío en Jerusalén (véase 1 Macabeos 1:41–60; 2 Macabeos 6:1, 2 para la descripción de sus hechos). Su propósito tenía poco que ver con su devoción a la religión helenista; lo que quería era unificar su reino sobre una base religiosa, y poder controlar las ofrendas que se entregaban en el templo en Jerusalén. De acuerdo con sus decretos llegaron a ser ofensas capitales la práctica de la circuncisión, la observancia del sábado y de otras fiestas religiosas, y aun el poseer copias de porciones del AT. Los sacrificios paganos se convirtieron en obligatorios en el templo y en los altares por todo el país. Antíoco ordenó que se erigiera una estatua del Zeus del Olimpo en el templo y hasta hizo que se sacrificara un cerdo sobre el altar sagrado.
Lo que Antíoco no había captado era el compromiso empecinado de los judíos en seguir con el culto a Dios y con la obediencia a la ley. Muchos judíos eligieron valientemente el martirio en lugar de ceder en su fe. Los relatos de ese heroísmo religioso aparecen en el libro 2 Macabeos 6:18–7:42. Algunos de los valientes sobrevivientes de la persecución bajo Antíoco comenzaron a prepararse para la resistencia armada a sus decretos despóticos.
En el año 167 a. de J.C. un grupo de judíos reunido junto a un sacerdote anciano llamado Matatías, de la aldea de Modín (o Modein), a unos 18 km. al noroeste de Jerusalén, inició una revuelta contra el poder de los sirios. Aunque la lucha contra Antíoco y Siria continuó por algunos años, el gobierno real de Siria sobre Palestina había terminado.
Período macabeo (167–142 a. de J.C.)
Con el propósito de poner en práctica sus políticas religiosas, Antíoco envió un emisario real a la aldea de Modín a fin de forzar el ofrecimiento de sacrificios paganos. El delegado real intentó sobornar a Matatías, el sacerdote de la aldea, con promesas de riquezas y honor si él guiaba a la gente en esos sacrificios paganos. Matatías rehusó hacerlo en forma vehemente. Cuando un judío apóstata dio un paso al frente para cumplir con las órdenes del delegado real, Matatías mató al apóstata y al delegado, huyendo luego con sus cinco hijos a las montañas cercanas (1 Macabeos 2:1–28).
Aunque Matatías murió antes de que pasara un año de ese incidente, confirió el liderazgo militar a su tercer hijo, Judas. Este probó ser un líder militar casi invencible. Por medio de ataques sorpresivos y repentinos, pudo vencer a ejércitos superiores al suyo enviados contra él por Antíoco. A causa de sus incursiones se ganó el apodo de “macabeo”, “el martillador”. La familia macabea fue llamada también asmonea, por el nombre de un antepasado, Asmón.
Jonatán recuperó de los sirios más tierra y libertad. En un acto sorprendente para un macabeo, aceptó el nombramiento, de parte de uno de los aspirantes al trono sirio, para ser el sumo sacerdote en el año 152 a. de J.C. Jonatán, capturado en una batalla por uno de los generales sirios, fue llevado a la muerte en el año 143 a. de J.C. Lo sucedió su hermano Simón.
Simón continuó con la presión militar y política hasta el año 142 a. de J.C. En esa fecha uno de los pretendientes al trono de Siria le ofreció liberación nacional de tributos e impuestos a cambio de su apoyo militar y político. El líder, Demetrio II, no retiró todas las fuerzas sirias del territorio palestino, pero Simón continuó su lucha militar capturando la ciudadela de Jerusalén, establecida por Antíoco IV. Desde ese momento hasta el surgimiento del Imperio Romano los judíos gozaron de autonomía nacional.
En el período de paz que siguió, una nación judía agradecida reconoció el liderazgo de Simón y su familia. Le fue conferido el oficio hereditario del sumo sacerdocio; los judíos le confirieron autoridad religiosa, militar y política. Esta triple responsabilidad del oficio del sumo sacerdocio era un alejamiento notable de la enseñanza bíblica y de la práctica judía previa sobre el particular.
La familia asmonea trajo a la vida de los judíos un celo por la ley junto con importantes habilidades militares y administrativas. Los descendientes de la familia asmonea continuaron gobernando después del año 142 a. de J.C., pero sus pretensiones políticas e intrigas alejaron a la mayoría de los religiosamente motivados jasidim. En un cambio irónico, los descendientes posteriores de la rama asmonea se convirtieron en sostenedores del helenismo y se corrompieron por su propio uso del poder y la riqueza.
En muchas maneras las esperanzas originales de la revuelta macabea se habían alcanzado antes del año 142 a. de J.C. Después de esa fecha muchos de los descendientes de los macabeos que sirvieron como gobernantes abandonaron las primeras metas y anhelos de sus antepasados buscando sus propósitos personales, que a menudo eran seculares e influenciados por el helenismo. Aunque los gobernantes judíos, quienes sirvieron después del año 142 a. de J.C., eran macabeos, usaremos el término “asmoneo” para distinguirlos como descendientes que tenían propósitos diferentes que sus antepasados.
Período asmoneo (142–63 a. de J.C.)
Después de alcanzar la libertad para los judíos, el reinado de Simón fue breve pero próspero. La vida de los judíos resurgió y las condiciones económicas mejoraron. Aunque Simón pudo contener las amenazas militares de Siria, sucumbió ante la lucha interna. En una demostración de traición increíble Tolomeo, el yerno de Simón, lo asesinó junto a dos de sus hijos. Un hijo sobreviviente, Juan Hircano, escapó y rechazó los esfuerzos militares de Tolomeo.
Hircano continuó las conquistas militares que había hecho su padre y se convirtió virtualmente en el rey de los judíos. Su crueldad alejó de él a muchos judíos piadosos, lo que empujó a Hircano a una reconciliación con los judíos ricos que tenían simpatías hacia el helenismo. Durante su período de gobierno podemos encontrar el desarrollo inicial de grupos que posteriormente se convirtieron en los fariseos y los saduceos del período neotestamentario. Los fariseos eran los descendientes de los jasidim que inicialmente se habían unido con los hermanos macabeos en sus esfuerzos por obtener la libertad para los judíos. Los saduceos se convirtieron en el partido de los ricos con influencia sacerdotal y muchas simpatías por el helenismo.
Los sucesores asmoneos al oficio del sumo sacerdocio fueron uniformemente corrompidos por la codicia del poder. La dinastía se caracterizó por el asesinato, el engaño y la traición. Aristóbulo I, el sucesor de Hircano I, fue el primer asmoneo en hacerse llamar “rey” en sus actividades oficiales. Hay dos situaciones que concluyen con este período y preparan el camino para el ambiente político que encontramos en el NT:
1. Antípater, un idumeo que era un hábil y oportunista político, manipuló las circunstancias para obtener el favor de Hircano II, el sumo sacerdote asmoneo que gobernó después del año 67 a. de J.C. Hircano llegó a ser el instrumento de un grupo de judíos ricos liderados por Antípater, el padre de Herodes el Grande de los tiempos del NT.
2. El caos general en Palestina atrajo la atención de Roma. Antípater impulsó a Hircano a que cooperara con Roma, pero su ambicioso hermano, Aristóbulo II, comenzó una guerra civil a fin de arrebatar el liderazgo de su hermano. Finalmente, el general romano Pompeyo invadió Palestina, sometió a Aristóbulo y redujo el territorio de Judea a una provincia romana. Aunque Roma estableció su poder sobre Judea en el año 63 a. de J.C., los judíos retuvieron una semejanza del liderazgo asmoneo bajo Hircano II y su sucesor Antígono, cuya muerte en el año 37 a. de J.C. señaló el fin de la dinastía asmonea.
Período romano (63 a. de J.C. en adelante)
La ciudad de Roma fue fundada en el año 753 a. de J.C. sobre el río Tíber, en la Italia central, como una unión entre pequeñas aldeas. En el siglo V a. de J.C. Roma desarrolló una forma republicana de gobierno que confería poder al pueblo y a los representantes que éste elegía.
Roma creció por medio de las alianzas con ciudades cercanas y por las guerras de expansión contra sus vecinos. En el año 275 a. de J.C. Roma derrotó al rey helénico Pirro de Epiro con sus ataques agresivos, y se convirtió en el amo de la Italia central y del sur. En el año 146 a. de J.C., después de dos siglos de batallas, Roma derrotó a su rival principal, Cartago, ciudad ubicada en el norte del Africa. En el mismo año Macedonia y Acaya, en Grecia, se convirtieron en provincias romanas. Cerca de un siglo después Pompeyo completó la conquista de la mayoría del Mediterráneo oriental al subyugar a Siria y Judea.
Las conquistas militares de Julio César le ayudaron a tomar el poder en Roma. Sus enemigos tenían temor de sus ambiciones y exitosamente tramaron su asesinato en el año 44 a. de J.C. En la caótica lucha por el poder entre los cuerpos romanos rivales, tomó el poder Octavio, el sobrino de César. Afirmó su posición con una victoria notable sobre las fuerzas de Antonio y Cleopatra en una batalla naval cerca de Actio, Grecia, en el año 31 a. de J.C. Su victoria llevó a Roma desde un período de expansión agresiva a uno de paz relativa conocido como la pax romana (paz romana).
Augusto (27 a. de J.C.–14 d. de J.C.)
Las provincias más poderosas, tales como Grecia, eran gobernadas por el Senado y tenían un líder conocido como procónsul, comúnmente elegido por un período de un año. Galión (Hech. 18:12) era un procónsul que es mencionado en el Nuevo Testamento. En estas provincias senatoriales, junto con el procónsul, el emperador comúnmente designaba a otro oficial, el procurador, que velaba por los asuntos financieros de la provincia. Las provincias más problemáticas, como Palestina, eran gobernadas directamente por el emperador y tenían un líder conocido como propretor o prefecto. El prefecto retenía su oficio a discreción del emperador. Poncio Pilato sirvió como prefecto de Judea entre los años 26 y 36 d. de J.C.
Tiberio (14–37 d. de J.C.)
Tiberio llegó al poder a la edad de 56 años, luego de una vida de servicio en el gobierno romano. Su apariencia arrogante y sospechosa contribuyó a su total falta de popularidad. Hacia fines de su período de servicio, una serie de dificultades domésticas y conspiraciones de tipo político hicieron surgir una crueldad tal en Tiberio que a menudo aquellos de los cuales se sospechaba la oposición más leve enfrentaron la muerte. Cuando Tiberio murió en el año 37 d. de J.C. el imperio en forma colectiva respiró aliviado.
Tiberio era el emperador durante cuyo período Jesús ministró, murió y resucitó de entre los muertos. Luego de que su nombre se menciona en Lucas 3:1 no aparece en la narrativa bíblica.
Calígula (37–41 d. de J.C.)
El Senado romano nombró a Calígula para suceder a Tiberio. Calígula gozó al comienzo de cierta popularidad debido a medidas políticas muy bien recibidas: Liberó prisioneros políticos, redujo los impuestos y proveyó entretenimiento para el pueblo. Pero luego aparecieron señales de debilidad mental y de una arrogancia opresiva. Él demandó que le adoraran como a una deidad y dio instrucciones a su representante en Siria para que le erigieran una estatua en el templo en Jerusalén. El delegado sabiamente se demoró y Calígula murió en el año 41 d. de J.C. antes de que se cumpliera su orden. Su tiranía temeraria condujo a su asesinato por un grupo de los guardias imperiales. No se menciona ninguna acción de Calígula en los relatos de la Biblia.
Claudio (41–54 d. de J.C.)
A la muerte de Calígula la guardia pretoriana, es decir los guardaespaldas especiales del emperador, nombraron a Claudio como monarca. Este había vivido en relativa oscuridad durante los reinados de Tiberio y Calígula. Una enfermedad temprana, quizá una forma de parálisis infantil, lo dejó con una apariencia física repulsiva. Su boca babeante hacía que muchos pensaran que era un deficiente mental. Su apariencia era engañosa, pues probó ser mucho más capaz en el gobierno que lo que sus contemporáneos se hubieran imaginado.
Claudio hizo un intento deliberado de restaurar la religión romana primitiva a un lugar de importancia en el pueblo. El escritor romano Suetonio afirma que Claudio expulsó a los judíos de Roma debido a algunos disturbios en torno a un tal “Chrestus”. Esta expulsión de judíos afectó a Priscila y Aquilas, los compañeros misioneros de Pablo, según lo que aparece en Hechos 18:2.
Nerón (54–68 d. de J.C.)
Nerón poseía el temperamento de un artista más que de un político. Leía sus poesías en público, tocaba la lira delante de sus audiencias y cantaba en recitales públicos.
Durante su reinado un incendio desastroso destruyó diez de los catorce barrios de Roma. Se acusó a Nerón de haber provocado el incendio a fin de proveer espacio para un nuevo palacio. El acusó a los cristianos de causar el desastre a fin de desviar la culpa de sí mismo. Después del incendio desató severas persecuciones locales contra los cristianos. La tradición de la iglesia sugiere que tanto Pedro como Pablo fueron martirizados durante el reinado de Nerón.
Las crueles medidas de Nerón en el gobierno incitaron una revuelta en contra de su autoridad. Huyó de Roma y fue asesinado por un antiguo esclavo que estaba a sus órdenes. La revuelta contra Nerón llevó a tres cambios rápidos de emperadores durante los años 68 y 69. No se restableció el orden hasta que los soldados de Vespasiano tomaron Roma y lo instalaron como emperador.
Vespasiano (69–79 d. de J.C.)
Vespasiano estaba involucrado en el sitio a Jerusalén cuando sus soldados lo declararon emperador romano. Dejando el mando militar en Jerusalén en las manos de su hijo Tito, procedió a conquistar Egipto y a cortar la provisión de grano para Roma. Uno de sus lugartenientes partió para Italia, donde capturó y saqueó a Roma. Su victoria llevó a Vespasiano a asumir el oficio imperial.
Ya como emperador, los hábitos estrictos y sobrios de Vespasiano trajeron orden luego del caos que había producido Nerón. Construyó el famoso Coliseo. Murió mientras estaba en el poder en el año 79 d. de J.C., dejando su posición a Tito. Su nombre no está relacionado con eventos en el NT, pero durante su período el cristianismo creció rápidamente en todo el mundo del Mediterráneo.
Tito (79–81d. de J.C.)
El nexo más importante de Tito con el mundo bíblico ocurrió en el año 70 d. de J.C., cuando capturó y destruyó a Jerusalén. Su nombre no está mencionado en las Escrituras. Su breve reinado no dio la oportunidad para logros significativos. Durante su reinado ocurrió la destrucción de Pompeya y Herculano, cuando entró en erupción el monte Vesubio.
Domiciano (81–96 d. de J.C.)
Después de la muerte de Tito el Senado confirió el poder a su hermano menor, Domiciano. Este fue un gobernante autocrático que trató de suprimir las religiones extranjeras por la fuerza. La tradición de la iglesia le atribuyó una persecución a los cristianos, pero falta una información más completa acerca de sus acciones7. Probablemente esta persecución provee el trasfondo cuando el apóstol Juan escribe el Apocalipsis.
Gobernantes locales en Palestina
En Palestina los romanos usaron a gobernantes locales para implementar la política romana. Herodes el Grande, idumeo de nacimiento, fue el primero de los gobernantes no judíos nombrados para el oficio por los romanos.
Herodes el Grande (37 a. de J.C.–4 a. de J.C.).
La habilidad política de Antípater, el padre de Herodes, brindó a su hijo un fuerte impulso para el comienzo de su carrera política. El Senado romano aprobó el reinado de Herodes, pero él tenía que ganarse el oficio por medios militares. Su trasfondo no judío hacía que la mayoría de los judíos no quisieran su presencia. Su capacidad para la intriga y su comportamiento cruel aparecen en el relato bíblico de la matanza de los niños en Belén (Mat. 2:16, 17). El carácter inescrupuloso de Herodes explica su doble ánimo en su trato con los magos de Oriente (Mat. 2:1–12).
A pesar de su crueldad y actitud sospechosa Herodes tenía excelentes habilidades administrativas. Proveyó gratuitamente de cereales durante la hambruna y de ropa gratuita en otras calamidades. Construyó muchos edificios majestuosos y también fue el responsable por la remodelación del templo en Jerusalén. Se redecoró el templo con marfil blanco, oro y joyas, alcanzando renombre por su esplendor y apariencia fastuosa. Además, Herodes fortaleció las defensas de Jerusalén construyendo o reparando un muro firme alrededor de la ciudad.
Sus muchos matrimonios (¡nueve o diez esposas!) llevaron a una increíble discordia doméstica y competencia por su trono. A fin de impedir la intriga de sus hijos para deponerle, Herodes mató a por lo menos tres de ellos y a dos de sus propias esposas. Siendo un judío practicante, Herodes usualmente no hubiera matado un cerdo para comerlo. Pero el hecho de que no tuviera escrúpulos para matar a sus propios hijos hizo que Augusto César comentara acerca de Herodes: “Es mejor ser un cerdo de Herodes que un hijo de Herodes”.
Los días finales de Herodes estuvieron llenos de violencia y odio. Su muerte en el año 4 a. de J.C., probablemente por un cáncer intestinal, lo halló perseguido por la memoria de los crímenes atroces que había cometido.
Sucesores de Herodes.
Al morir Herodes tres de sus hijos heredaron partes diferentes de su reino. Arquelao se convirtió en el etnarca de Judea, Samaria e Idumea. La palabra etnarca se usaba para describir a aquel que gobernaba a un grupo étnico como el de los judíos. Gobernó desde al año 4 a. de J.C. hasta el año 6 d. de J.C., hasta que su gobierno maligno hizo que los judíos pidieran a Augusto que lo reemplazara.
Su reinado sobre Judea obligó a José a llevar a María y Jesús para vivir en Galilea en lugar de regresar a Judea (Mat. 2:22). Después de que Arquelao perdió el trono de Judea, los romanos generalmente gobernaron a Judea por medio de un propretor o prefecto, quien respondía al emperador romano. Poncio Pilato estaba en la línea de estos prefectos.
Herodes Antipas fue designado tetrarca (una designación general para gobernantes subordinados) de Galilea y Perea, y reinó desde 4 a. de J.C. hasta 39 d. de J.C. Juan el Bautista lo reprendió por divorciarse de su esposa y casarse con Herodías, la esposa de su medio hermano (Mar. 6:17–20). Jesús le dio el apodo de “ese zorro” (Luc. 13:32) y luego compareció en juicio ante él (Luc. 23:7–12).
Herodes Felipe fue designado tetrarca de Iturea, Traconite, Gaulanite, Auranite y Batanea. Fue justo y recto en sus relaciones y sirvió en esa posición entre los años 4 a. de J.C. y 34 d. de J.C. Aparentemente Herodes el Grande tenía otro hijo también llamado Felipe. Este Felipe nunca reinó sobre ningún territorio y se lo conoce en las Escrituras sólo porque fue el primer esposo de la Herodías con la que se casó Herodes Antipas (Mar. 6:17).
Hay dos descendientes posteriores de Herodes que son también importantes porque se los menciona en la Biblia. Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, ejecutó a Jacobo el apóstol y encarceló a Pedro (Hech. 12). Fue rey sobre toda Palestina (37–44 d. de J.C.) antes de sucumbir a la muerte trágica que se describe en Hechos 12:20–23. Un bisnieto de Herodes el Grande, Herodes Agripa II, se convirtió en tetrarca de Calcis y de otros territorios pequeños en el año 50 d. de J.C. Es importante por ser el Agripa ante el cual Pablo dio su dramático testimonio de acuerdo con Hechos 26.
Eventos posteriores en Palestina
Cuando Tito destruyó a Jerusalén en el año 70 d. de J.C., se teminó la adoración en el templo. Los rabinos judíos que habían huido de la ciudad establecieron una escuela en el pueblo costero de Jamnia a fin de continuar con las tradiciones de los fariseos. El emperador romano Adriano (117–138) erigió un templo pagano encima de la ubicación del templo judío y prohibió la práctica de la circuncisión. Los judíos se rebelaron contra él bajo el liderazgo de Bar Kokhba (o Bar Cochba). Muchos le consideraban como el Mesías. En el año 135 d. de J.C. los romanos aplastaron la revuelta, reedificaron Jerusalén como una ciudad romana y prohibieron que los judíos entraran en la ciudad. La nación judía perdió casi totalmente su existencia política hasta que apareció nuevamente en 1948.
Conclusión
Los cambios políticos en Rusia, Alemania, China, India, el Medio Oriente y África en el último siglo han alterado el curso de la historia mundial. Los acontecimientos políticos que no podemos cambiar tocan nuestras vidas, moldean nuestro futuro y restringen nuestras decisiones. Los cristianos en todas partes pueden responder con más sabiduría a sus propios dilemas políticos cuando conocen y entienden las transformaciones políticas en otras tierras y épocas. Cuando comprendemos los cambios políticos en el período neotestamentario podemos interpretar el mensaje del NT con mayor discernimiento.
En el NT hay muchas declaraciones con implicaciones políticas. Jesús preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” (Mat. 22:20). En el juicio de Jesús Pilato preguntó con autoridad: “¿Eres tú el rey de los judíos?” (Mar. 15:2). Los judíos que acusaban a Jesús le gritaron a Pilato: “Si sueltas a éste, no eres amigo del César” (Juan 19:12). En Lucas 3:1, 2, Lucas mencionó a los líderes políticos Tiberio César, Poncio Pilato, Herodes Antipas, Herodes Felipe, Lisanias, Anás y Caifás. Todas estas preguntas, declaraciones y observaciones en los Evangelios son de naturaleza política.
Los adversarios judíos de Pablo lo acusaron de persuadir “a los hombres a honrar a Dios contra la ley” (Hech. 18:13). Las acusaciones contra los cristianos perseguidos, de acuerdo con Hebreos 10:32–34, son de naturaleza política. Santiago advirtió a sus lectores de que los ricos son “los que os arrastran a los tribunales” (Stg. 2:6). Pedro mandó a sus lectores a someterse “a toda institución humana” (1 Ped. 2:13). En un énfasis similar Pablo indicó a sus amigos romanos a que se sometieran “a las autoridades superiores” (Rom. 13:1). Las realidades políticas también están presentes en estos pasajes.
Debido a estas corrientes políticas bajo la superficie en tanto lugar del NT, debemos estar alertas en cuanto a los desarrollos que yacen bajo las declaraciones y mandatos políticamente motivados, de modo que podamos entender y aplicar más sabiamente el mensaje del NT.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa