LA PUERTA DEL DOLOR
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para: www,devocionaldiario.com
Publicado con permiso.
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Publicado con permiso.
Todos hemos pasado por circunstancias
que alguna vez nos provocaron dolor, temor, daños, sufrimiento. Las
personas y los eventos han quedado lejos en el tiempo y tal vez hoy ya
no son más que un mal recuerdo, pero que no hace daño. Hay, en cambio,
otros recuerdos que ya se han olvidado conscientemente, pero que aún
muerden desde algún oscuro rincón desde lo profundo del alma. Hay
heridas sin sanar que sangran todavía. Esto se pone en evidencia en la
forma en que reaccionamos ante determinadas situaciones:
Sofi venía con una taza de café recién
hecho, entre sus manos. Carlos no la vio y se la llevó por delante
derramando el café. Entonces, Sofi explotó en ira profiriendo toda clase
de expresiones ofensivas contra Pablo.
¿Por qué se había derramado el café? ¿Porque el torpe de Pablo se lo llevó por delante?
No. El café se derramó, SENCILLAMENTE PORQUE EN LA TAZA HABÍA CAFÉ.
Hoy que estamos todos obligados a
permanecer en casa y en cuarentena sin poder salir a ninguna parte: ¿No
se parece esta situación a alguna ocurrida en tu propio hogar…? Tal vez
entre tú y tu esposa, entre tú y alguno de los chicos, o tal vez entre
ellos mismos. No importa si hubo una taza de café derramada en el medio,
lo que sí fue derramada y en abundancia, fue mucha verborragia, un
estallido emocional que no hizo más que revelar a las claras más de lo
que hay dentro de cada uno…
Es que el dolor por la misma puerta que entró, es por donde tiene que salir.
Es que el dolor por la misma puerta que entró, es por donde tiene que salir.
Las heridas del alma, van creando
incapacidad de tener relaciones sanas. Un alma herida crea más almas
heridas. Un alma herida es como un perro rabioso. Muerde, aún a los que
más ama.
Había tres erizos que una fría noche de
invierno decidieron juntarse bien apretaditos uno con el otro para
brindarse calor mutuamente. Pero las púas de unos lastimaban a los
otros, por lo que pronto surgieron problemas entre ellos.
Hoy estamos la gran mayoría de la
población mundial obligada a permanecer en casa en cuarentena. Hay
personas que no están acostumbradas a permanecer largos días encerrados
en casa. Por otro lado, tienen sus propias rispideces, sus propios
dolores del alma con los que están habituados a lidiar cada día en
silencio y en soledad. Hoy estamos obligados a permanecer todos bien
juntitos como los ericitos y las rispideses no tardan en manifestarse.
El dolor de uno muerde por dentro, pero también alcanza al otro y surgen
los problemas dentro del seno del hogar. El lugar de refugio se
transforma entonces, en una cárcel, en un sitio de detención donde las
heridas del alma de cada uno se ponen de manifiesto.
El agua hirviendo es la misma que
ablanda una zanahoria y endurece un huevo. No depende del agua, no son
las circunstancias; es lo que hay en el interior lo que determina qué va
a pasar, si la dura prueba te ablanda para la Gloria de Dios o no hace
más que endurecer más y más tu corazón.
Las penosas circunstancias por las que pasas, no las elegiste tú.
LO QUE HAGAS CON ELLAS, SÍ ES TU ELECCIÓN.
¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos
Salmos 19:12 RVR1960
Por: Luis Caccia Guerra
Artículo original escrito para www.devocionaldiario.com
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Muy cierto. El estar confinados en la vivienda, puede resultar altamente intolerable para quienes ven su casa como un simple hotel de paso, ya que sus intereses, motivaciones, sentimientos, sueños y metas, están fuera. Y lo más importante : un hogar donde no esté Cristo en el centro, no es el mejor escenario para tiempos de ventura, peor de tribulación. Gracias por la reflexión.
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