40 años en el desierto
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para
www.devocionaldiario.com
Se publica en los términos del uso legalmente
permitido.
Así
comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que entraron
en la tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron al término
de la tierra de Canaán.
(Éxodo
16:35 RV2000)
Durante
cuarenta años el pueblo de Dios anduvo por el desierto sin poder
entrar en la Tierra Prometida. Cuarenta años les tomó acceder a una
de las bendiciones más grandes del mundo, toda vez que el viaje en
sí mismo era considerablemente más corto.
Habían
salido de la esclavitud de Egipto, pero su mentalidad de esclavos no
había cambiado mucho. Cuatro décadas tuvieron que estar dando
tumbos en el desierto por causa de su terquedad, y muchas veces,
desobediencia y altivez.
Quien
esto escribe también estuvo hasta hace relativamente poco, dando
tumbos y quemándose en las arenas del desierto. El Señor me sacó
de la esclavitud de Egipto, es decir me liberó del poder del pecado,
cuando aún era muy joven. Durante una buena parte de mi vida estuve
buscando un rumbo, intentando servir a Dios a mi modo, haciendo lo
que bien me parecía. Equivocado sincero, tal vez, pero equivocado al
fin. No soy de esas personas que cuando llega a una iglesia se queda
sentado por mucho tiempo sin hacer nada, de modo que cada vez que
llegaba a una iglesia, siempre tenía algo que hacer. Unas cosas tal
vez las hice muy bien; otras, mejor ni hablar. Asimismo, hay cosas
que hice “no tan bien”, y otras, salieron “no tan mal”. Fui
maestro de la Escuela Bíblica, director de Música y Alabanzas,
secretario, tesorero, entre otras cuantas cosas más. Muchas veces,
comencé de nuevo en una iglesia, pero cuando todo parecía ir de
parabienes, algo se desequilibraba, algo se salía de control y mi
luz y entusiasmo se agotaban, hasta que al cabo de un par de años,
una vez más me encontraba dando un portazo y literalmente tirando
por la borda todo cuanto había logrado. Una vez más, comenzaba de
nuevo en otra iglesia... y la historia volvía a repetirse.
Hace
casi doce años, llegué a una iglesia –en la que actualmente me
congrego–creyendo que ya Dios no quería saber más nada conmigo,
que me había desechado de su lista de siervos. Así es que en esa
certeza, me senté en el último banco, no abrí más la boca y
tranquilo y en soledad ante la presencia de Dios, oraba y leía mi
Biblia, además de prestar atención al sermón, a ver con qué me
sorprendía Dios durante cada culto.
Ese
fue el momento cuando el viejo hombre por fin, daba el paso al
costado y entregaba su derrota y fracaso en las manos de mi amado
Señor. Entonces -y sólo entonces- las puertas de los cielos se
abrieron y Dios derramó sobre mí esa lluvia de bendición tan
esperada. Mi mentalidad de esclavo comenzó a cambiar. El concepto,
la imagen que tenía de Dios, también cambió. Mi concepto e imagen
de mí mismo, cambió, toda vez que mi altivez, terquedad y
arrogancia, se hicieron claramente visibles ante Su Luz y pronto el
Señor fue allanando el camino para que esta vez, pudiera servirle y
amarle como corresponde.
En
octubre pasado, hicieron 36 años que conocí a Jesús como mi
Salvador. Hoy, echando una rápida mirada hacia atrás, al examinar
el camino recorrido, puedo ver con claridad que estuve, como lo
estuvo muchos años el pueblo de Israel, muchos años de mi vida
dando tumbos, quemándome en las arenas de mi propio desierto.
El
Señor fue Señor de mi victoria, cuando lo hice Señor de mi
derrota. Hoy me siento tomado de su mano y en el camino de mi
llamado, sin importar mis errores y aciertos, días brillantes o
jornadas negras, mis grandezas o mis miserias.
Amado/a:
Si hoy ves que tu ministerio parece no funcionar o haberse estancado;
si ves que estás sin un rumbo fijo y que vez tras vez emprendes algo
en la certeza de que el Señor te llama y las cosas definitivamente
no funcionan, tal vez sea el momento de dar ese paso al costado, e ir
en oración a Dios por VISION, CIENCIA y SABIDURIA.
Visión:
para ver más allá de lo que tus ojos ven, para leer entre líneas
los mensajes. Para ver lo que el Señor te quiere mostrar, no lo que
tú quieres ver.
Ciencia:
Conocimiento. Quién es Dios y lo qué dice su Palabra. Conocer su
forma de pensar y sus propósitos para tu vida. Obtener la más
absoluta de las certezas de lo mucho que vales cuando vas tomado de
la mano de El.
Sabiduría:
para saber qué hacer con esa visión y esos conocimientos que Dios
ha de poner en tu corazón y poder discernir con certeza y sin dudas
Su Soberana Voluntad para tu vida.
Por
último, tal vez haya llegado el momento de sentarse un tiempito muy
calladito en el último banco, permanecer en oración y, lejos del
fragor de la batalla, pedirle a Dios que te sorprenda con lo que El
tiene para decirte. Hoy, aún continúo sentándome en el último
banco del templo durante cada culto al que asisto. ¡No vas a poder
creer lo que se siente cuando tú desde tu asiento y el pastor que da
el sermón desde el púlpito, leyendo exactamente la misma porción
de las Escrituras, Dios comienza a revelarte cosas sobre tu vida !
Entonces,
respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que
está en los cielos.
(Mateo
16:17 RV2000)
…el cual asimismo nos hizo ministros competentes
de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la
letra mata, mas el espíritu vivifica.
(2
Corintios 3:6 RV60)
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