Malabares
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Días atrás observaba a un malabarista callejero, hacer
sus destrezas en una esquina, mientras duraba el corte del semáforo. Más allá de su extraordinaria habilidad, lo
realmente sorprendente es que favorecido por la oscuridad de la noche ¡hacía su
improvisado número con unas antorchas encendidas! Las teas volaban alto y con
una precisión y sincronización admirables eran recibidas abajo y vueltas a
lanzar hacia arriba en una exhibición de habilidad y destreza verdaderamente
increíble que se podía ver desde varias cuadras de distancia.
Si el extraordinario espectáculo que se ofrecía en
aquella esquina de mi ciudad a cambio de unas pocas monedas, que acaparaba
todas las miradas, ya era de por sí interesante; no eran menos dignas de
observar las caras de transeúntes y automovilistas, con una expresión mezcla de
estupor, sorpresa, admiración… ¡y terror! Imagínense el desastre que podría provocar no
sólo para el propio malabarista, sino también para automovilistas y transeúntes
un mínimo error o desincronización, la caída de una antorcha encendida sobre un
auto, o aterrizar sin más ni más sobre la cabeza de alguien.
Mi hija en una oportunidad intentó hacerlo con pelotitas
de plástico. Y esto último, porque decidimos intervenir y confiscarle las
naranjas, manzanas, peras y cuanta fruta a Ud. amado lector se le ocurra,
susceptible de ser lanzada por los aires y destrozarse en el piso o estrellarse
en su cabeza. Una semana estuvo con eso, hasta que por fin, para alivio no sólo
de sus padres, sino también de las mascotas de la casa –el fox terrier, que aún
vive y hace de las suyas, y una gatita– desistió y optó por ponerle toda la
energía de su dedicación a otra cosa menos agresiva para su medio ambiente.
Años son los que les llevan a estas personas aprender la
coordinación y destreza para sorprendernos con sus malabares. Muchos de ellos
comienzan desde muy pequeñitos. Mientras
más alto sube la pelotita, o cuanto más pesado es el objeto lanzado hacia
arriba, con más fuerza y velocidad cae y es cuando hay que tener suma precisión
y cuidado en cada lanzamiento. Un mínimo error hará que la pelotita se estrelle
en tu cabeza, rompa algo o caiga en la cabeza de alguien más. ¡Ni hablar de
malabares con antorchas encendidas! Te puedes quemar muy gravemente o tal vez
ocasionar un terrible incidente.
La vida es cosa
seria, muy seria. Sin embargo, muy lejos de ser un número típico de circo, a
veces caigo en la cuenta de que se parece bastante al acto del malabarista.
Comenzamos desde muy chiquitos a aprender a tomar decisiones, a hacer cosas, a
proyectar para el futuro. Vamos aprendiendo cosas, desarrollando habilidades.
Tomamos nuestras propias determinaciones y decisiones, paso a paso emprendiendo
nuestro camino y no importa lo que hagamos o decidamos, cada acto de hoy tiene
una trascendencia futura. Hay cosas cuyos resultados se podrán apreciar en un
futuro lejano. Otras, en cambio, pronto, muy pronto; a veces mucho antes de lo
que podemos esperar, sus consecuencias se han de manifestar para bien o para
mal. Como si cada decisión, cada paso, cada acto fuera una pelotita lanzada al
aire. Tarde o temprano va a caer, y depende de nuestra habilidad, destreza, conocimiento
y precisión; de cómo, qué tan alto, qué tan liviana o pesada sea y con qué
cuidado la hayas lanzado, si al descender se estrellará en tu cabeza o hará
daño a alguien más.
Hay decisiones, hay pasos importantes, de gran
trascendencia para el futuro. Es cuando emprendemos una carrera, cuando
decidimos formar una familia, tener un hijo. Las consecuencias se manifestarán
durante todo el resto y hasta el final de nuestras vidas. Son las pelotitas más
pesadas y las que más alto son lanzadas. Las amistades, las ocupaciones, lo que
compramos o vendemos, lo cotidiano, son las pelotitas intermedias y las de baja
altura. Pronto van a caer y cuando esto ocurra enseguida nos vamos a dar cuenta
de qué tan bien o tan mal hicimos las cosas.
En cambio, hay actos de hoy, cuyas consecuencias se
pondrán de manifiesto dentro de mucho tiempo. Así como me siento satisfecho de haber hecho
las cosas bien en el pasado y hoy estoy disfrutando de la bendición, también
hay muchas otras de las cuales hoy siento remordimientos, pesar, culpa,
profunda preocupación. Yo sé en mi corazón que el Señor me ha perdonado, pero
la adversidad de las imprecisiones, de los descuidos, de las cosas mal hechas
en el pasado, se hará manifiesta un día y como una parte importante de mi vida,
cada pelotita tan mal lanzada será en realidad una antorcha encendida golpeando
sobre mi propia cabeza y haciendo daño a quienes más cerca están.
Enséñanos de
tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.
(Salmos 90:12 RV60)
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
(Gálatas 6:7 RV60)
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