La fe contada por justicia
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
“Es,
pues, la fe la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se
ve.” Expresa la Escritura. Y
agrega: “Porque por ella alcanzaron buen
testimonio los antiguos.” (Hebreos 11:1 y 2) Y más adelante sigue con la
galería de los próceres de la fe. “Por la
fe Noé, cuando fue advertido por Dios
acerca de cosas que aún no se veían, con
temor preparó el arca en que su casa se salvase;…” y “Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar
que había de recibir como herencia; y
salió sin saber a dónde iba.” (vv. 7 y 8). “Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.” (v. 29) dice
refiriéndose al pueblo de Israel. “Por la
fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.”
(v. 31).
La Biblia menciona a
varios más en esta galería de ilustres de la fe, de los cuales nada dice en algún
sentido negativo. No obstante ello, hay unos cuantos de quienes nada hace por
ocultar o disimular sus desaciertos. Noé después de semejante victoria de la fe
tuvo cosas con su hijo Cam seriamente comprometidas con la moral (Génesis 9:21
-24). A Abraham, sin importar si se trata de un relato duplicado o no, lo
encontramos dos veces en las Escrituras mintiendo por temor de su vida acerca
de su esposa, haciéndola pasar por su hermana (Génesis 12:13-18 y 20:2-5). Al pueblo de Israel lo hallamos unas cuantas
veces quejándose del precio de la libertad, sino que también haciendo y
adorando un becerro de oro (Exodo 32:2-9); y finalmente a Rahab, una prostituta,
recibiendo en su reducto a los espías enviados por Josué (Josué 2:1-6).
Hace unos días, leía
sobre la vida de Martin Luther King. Sus detractores no tuvieron problemas en
hallarle algunos conflictos con la moralidad, y de ello se tomaron para
descalificarlo y defenestrarlo. Sin embargo, es su fe lo que lo mantuvo en pie
hasta el final y lo que operó una tremenda transformación en su nación, en
medio de la basura del racismo, el aparteid y la discriminación. Hoy su país
tiene un presidente de raza afro-americana. Absolutamente impensado y completamente
inimaginable en su época.
“¿Y éste va a la iglesia?” Esa es
una expresión que unas cuantas veces he escuchado de mi propia familia
refiriéndose a nada más ni nada menos que A QUIEN ESTO ESCRIBE!! Debe ser porque me conocen bien. Y, sí! Tienen razón. A menudo me siento
decepcionado conmigo mismo. Me siento profundamente culpable y con mucho
remordimiento por los errores cometidos. Como que le fallé a Dios y a quienes
me rodean. Como que nada de lo que
hice, lo hice bien.
¿Quién
dijo que los cristianos somos gente perfecta? ¿Quién dijo que nunca dudamos?
¿Quién dijo que no podemos equivocarnos feo con alguien o respecto de algo,
inclusive nuestra propia fe? ¿Quién dijo que los cristianos que creemos -es decir, los
creyentes- no tenemos exabruptos?
Me alienta saber y
conocer de las vidas de quienes nos precedieron en la fe. ¡Qué bueno que la prensa y la mismísima Biblia, nada hagan por
ocultar ni disimular sus desaciertos! Porque tal y como en la época de los antiguos, y sin el menor ánimo de
agregar nada a lo que ya está escrito, Noé, Abraham, el pueblo de Israel y
Rahab, Martin L. King, tú y yo; todos somos o han sido, seres humanos, con sus
flaquezas y sus fortalezas, con sus días brillantes y sus días negros, con sus
aciertos y con sus errores.
Sin embargo, más allá de todo, su fe ha
sido contada por justicia (Romanos 4:18-25) y la fe de cada uno en su momento
hizo algo para transformar no sólo sus vidas, sino también su mundo. Todos, finalmente tomaron
decisiones para Dios, movidos precisamente por su fe. Abraham y Rahab más allá
de sus desaciertos, son parte de la genealogía, de la ascendencia de Jesús
(Mateo 1:2 y Mateo 1:5 respectivamente).
¿Y
éste va a una iglesia? ¡Síii!. ¡“Éste” va a una iglesia! Pero no voy a una
iglesia por perfecto, sino por fe, mas como mendigo y necesitado de la gracia y
del perdón de Dios, a fin de que mi fe sea contada por justicia.
¡Dios
no ha terminado conmigo todavía!
estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo;
(Filipenses 1:6 RV60)
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