JUSTICIA "A LO JONÁS"
Luis Caccia Guerra
La Roca Ministerios
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Apasionante la historia de Jonás. Deleite de los niños también. Ese Jonás tragado por un gran pez y regurguitado en tierra tres días después, a veces tiende a eclipsar el resto del relato.
Pero más allá de símbolos, tipos e interpretaciones; veo un Jonás antes y otro Jonás después del pez. El Jonás anterior al pez, un hombre con un fuerte sentido de la justicia. Justicia entre comillas, justicia en los términos humanos, por supuesto. El Jonás después, que de la mano de Dios consigue el arrepentimiento de todo un pueblo.
Es que la justicia del hombre difícilmente sea capaz de conciliar con la justicia de Dios. Por naturaleza somos buenos para pedir clemencia cuando la multitud de nuestras rebeliones nos llevan a un callejón sin salida. Pero por lo general somos mucho más rápidos para juzgar, condenar y hacerle sentir todo el peso de la Ley al prójimo.
Muchos de nosotros en la medida en que nos resulta posible, procuramos observar términos de convivencia de tal manera que nuestras acciones traigan bendición, construyan y contribuyan al bien común.
No obstante, surgen en nuestro camino quienes creen estar en posición de establecer, inclusive prohibir, que nosotros sepamos algo, experimentemos un progreso, conquistemos un logro. Y no importa el método para conseguirlo. Todo depende de cuánto esté en juego. Hay quienes destruyen y están dispuestos a matar por ello. En este sentido, todos tenemos en mayor o en menor medida, amenazas de enemigos en este mundo. Son las Nínives de nuestro tiempo.
En esta clase de relaciones, a veces lejos de procurar y orar por un arrepentimiento genuino de estas personas, nuestros más íntimos deseos son que todo el poder de Dios se descargue sobre ellos, y por fin, la amenaza termine. Quizás en circunstancias no tan terribles como en los días de Jonás, pero ¿Quién dijo que los creyentes de hoy no sufrimos esta clase de tentaciones?
Básicamente, en este mismo contexto se enmarcaba la actitud de Jonás. Él, en realidad no tenía problemas en llevar el mensaje del Señor a donde fuera. Pero la poderosa maquinaria de guerra de Nínive, la capital del imperio Asirio, una nación en gran manera pecadora que no conocía ni amaba a Dios, era vista como una amenaza muy seria e inminente sobre el pueblo de Dios.
No es de extrañarse entonces, que Jonás, lejos de procurar un arrepentimiento en los términos de los planes de Dios, deseara que todo el poder del Altísimo se descargara sobre esta ciudad, literalmente la hiciera desaparecer de la faz de la tierra.
Sin importar el enojo de Jonás, Dios tenía otros planes para Jonás mismo, para su Nación y para Nínive. Al igual que hoy para tí, para mí; y para los que te hacen la vida imposible también.
Así son los planes de Dios. En eso justamente consiste la Justicia Divina, aunque nos cueste entenderla.
Dios le cambió a Jonás destrucción por construcción. Dios nos cambia a nosotros, la justicia de Jonás por Su Justicia Soberana; no para destruir, sino para construir, para hacer todas las cosas nuevas (2da. Corintios 5:17 - RVR1960).
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
(2da. Pedro 3:9 - RVR1960)
Pero más allá de símbolos, tipos e interpretaciones; veo un Jonás antes y otro Jonás después del pez. El Jonás anterior al pez, un hombre con un fuerte sentido de la justicia. Justicia entre comillas, justicia en los términos humanos, por supuesto. El Jonás después, que de la mano de Dios consigue el arrepentimiento de todo un pueblo.
Es que la justicia del hombre difícilmente sea capaz de conciliar con la justicia de Dios. Por naturaleza somos buenos para pedir clemencia cuando la multitud de nuestras rebeliones nos llevan a un callejón sin salida. Pero por lo general somos mucho más rápidos para juzgar, condenar y hacerle sentir todo el peso de la Ley al prójimo.
Muchos de nosotros en la medida en que nos resulta posible, procuramos observar términos de convivencia de tal manera que nuestras acciones traigan bendición, construyan y contribuyan al bien común.
No obstante, surgen en nuestro camino quienes creen estar en posición de establecer, inclusive prohibir, que nosotros sepamos algo, experimentemos un progreso, conquistemos un logro. Y no importa el método para conseguirlo. Todo depende de cuánto esté en juego. Hay quienes destruyen y están dispuestos a matar por ello. En este sentido, todos tenemos en mayor o en menor medida, amenazas de enemigos en este mundo. Son las Nínives de nuestro tiempo.
En esta clase de relaciones, a veces lejos de procurar y orar por un arrepentimiento genuino de estas personas, nuestros más íntimos deseos son que todo el poder de Dios se descargue sobre ellos, y por fin, la amenaza termine. Quizás en circunstancias no tan terribles como en los días de Jonás, pero ¿Quién dijo que los creyentes de hoy no sufrimos esta clase de tentaciones?
Básicamente, en este mismo contexto se enmarcaba la actitud de Jonás. Él, en realidad no tenía problemas en llevar el mensaje del Señor a donde fuera. Pero la poderosa maquinaria de guerra de Nínive, la capital del imperio Asirio, una nación en gran manera pecadora que no conocía ni amaba a Dios, era vista como una amenaza muy seria e inminente sobre el pueblo de Dios.
No es de extrañarse entonces, que Jonás, lejos de procurar un arrepentimiento en los términos de los planes de Dios, deseara que todo el poder del Altísimo se descargara sobre esta ciudad, literalmente la hiciera desaparecer de la faz de la tierra.
Sin importar el enojo de Jonás, Dios tenía otros planes para Jonás mismo, para su Nación y para Nínive. Al igual que hoy para tí, para mí; y para los que te hacen la vida imposible también.
Así son los planes de Dios. En eso justamente consiste la Justicia Divina, aunque nos cueste entenderla.
Dios le cambió a Jonás destrucción por construcción. Dios nos cambia a nosotros, la justicia de Jonás por Su Justicia Soberana; no para destruir, sino para construir, para hacer todas las cosas nuevas (2da. Corintios 5:17 - RVR1960).
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
(2da. Pedro 3:9 - RVR1960)
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