BAILAR CON LA TENTACIÓN ES MORIR

Alex López
La Catapulta
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Bailar con la tentación es morir… Porque siempre que bailamos con ella, nos mete zancadilla y busca nuestra destrucción terrenal y eternal.

Existen tentaciones que vienen de afuera de nosotros, como en el caso de Adán y Eva. La serpiente llegó y los tentó con una pregunta exagerada ¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?

Existen tentaciones que vienen de adentro de nosotros, como cuando vemos algo y el deseo por algo prohibido y condenado por Dios nace. O, cuando voluntariamente, decidimos pensar en lo que ni honra ni glorifica a Dios y cuyo fin será muerte.

Eva recibió una tentación externa, que luego internamente bailó en su cabeza: “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera.” Génesis 3:6 y 7.

Toda tentación siempre será de buen aspecto y deseable. Pero luego que hayamos pecado, nos mostrará su verdadero y horroroso aspecto. El fruto se miraba deseable, pero tanto Adán como Eva, pasaron en un segundo, de lo deseable a lo vergonzoso.

El diablo utiliza el engaño siempre. Por eso leemos en Génesis 3:4 y 5 “Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.”

Ambos – y esos que eran los únicos humanos sobre la faz de la tierra – sintieron vergüenza, culpabilidad y miedo. Siendo pareja, tejieron hojas de higuera para cubrir su desnudez. Cayeron del estado original de donde Dios los creó – murieron –. Esa pureza única que tenían, se perdió. Espiritualmente murieron y con ellos todos nosotros sus descendientes. Pecadores, engendramos a pecadores. Pero apareció un segundo Adán, Jesús nuestra esperanza eterna, bajo cuyo nombre se predica el perdón de pecados.

Bailar con la tentación, es bailar con la elegancia y la majestuosidad más esplendorosa. Sólo para recibir de ella una zancadilla y, luego culparnos por habernos caído y mostrarnos su mirada de muerte con olor nauseabundo.

La tentación llega, pero depende de nosotros, ver su “buen aspecto” y “lo deseable que es”. O, viajar al futuro y desenmascararla antes de pecar y ver su verdadero rostro, las consecuencias de su maldad en nuestras vidas y en las de otros y su olor nauseabundo.

¿Con qué tentaciones está bailando?, ¿Cuántas veces ha caído con la misma canción y con la misma belleza que al pecar se convierte en un monstruo destructor para su vida y para la de otros?

Pecar es más que fallarle a Dios, es rebelarnos ante su voluntad, darle la espalda y hacer lo que queramos. Cuando la tentación lo invite a bailar, no diga no, sólo corra. Porque como dijo un amiga, la mejor arma contra la tentación, son las piernas.

Y, si hoy está hundido en el pecado y en las consecuencias destructivas del mismo, arrepiéntase de su pecado, confiéselo a Dios, apártese y viva para glorificarlo.

Bailar con la tentación es morir… Tomar nuestra cruz con Cristo también, pero es negarnos a nosotros mismo y a nuestros deseos que Dios prohíbe, pero para un eterno y esplendoroso mañana en un lugar en donde no habrá ni muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor.

“El malvado huye aunque nadie lo persiga; pero el justo vive confiado como un león.” Proverbios 28:1

“Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta». Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.” Santiago 1:12-15

“No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, 14 sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.” Filipenses 2:13-14

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