TODO PARA SU GLORIA - Incluso mi vida sexual

Por: Diego Brizzio
Publicado con permiso.



Todo para su gloria
[Incluso mi vida sexual]
En esta serie hemos insistido en que TODO debe ser para la gloria de Dios, incluso lo más personal y cotidiano. Bien, el tema de hoy va a tratar de algo que la gente suele tener como lo más personal de todo: NUESTRA VIDA SEXUAL. Todos tenemos una vida sexual. Aunque no hayamos tenido nunca una relación sexual o carnal propiamente dicha, o ahora no tengamos compañero sexual, o tengamos relaciones muy raramente… igual, todos tenemos vida sexual; unos de un modo, otros de otro. Desde el momento en que contamos con genitales, y pensamos algo sobre sexo, y sentimos algo al respecto, y decidimos o hacemos algo al respecto, todos tenemos una vida sexual. La pregunta es: ¿cómo glorificamos a Dios con nuestra vida sexual?
I.          Viendo al sexo como genial creación de Dios. “Y creó Dios al ser humano… varón y mujer los creó… Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gn 1.27, 31). Dios creó al varón y a la mujer. O sea que cada uno de los sexos fue diseñado y creado por Dios, en cada detalle: la combinación cromosómica inicial, la química hormonal, los órganos y su funcionamiento, la forma y las curvas, cada terminación nerviosa, cada emoción o sentimiento, cada necesidad e impulso… Todo lo del sexo es idea y obra artística del gran maestro.
¿Y cómo piensan que le habrá salido esta obra de arte? Aquí dice que cuando Dios lo consideró, vio que era “bueno en gran manera”, o sea maravilloso, positivo, útil, apropiado, genial. El sexo es genial, al menos por cuatro razones: (1) Porque nos produce disfrute y bienestar físico. Antes y durante el acto sexual hay segregación de ciertas hormonas, caricias, besos, abrazos, roces y movimientos corporales… y todo eso produce placer y bienestar físico y anímico, y también favorece el sistema cardiovascular, el cerebro, el sistema inmunológico, el consumo de calorías, la disminución del dolor, la prolongación de la vida, y otras cosas buenas. (2) El sexo es genial porque nos genera disfrute y bienestar psicológico. Amar y ser amado, desear y ser deseado, seducir y ser seducido, entregarse y recibir, poseer y ser poseído, satisfacer y ser satisfecho, conocer íntimamente y ser conocido… todo esto es disfrute y bienestar psíquico, y el sexo lo genera. (3) El sexo también es genial por la capacidad procreadora. Que el acto sexual en muchos casos pueda generar otras personas y hacer que lleguen al mundo es realmente admirable, no sólo por el diseño orgánico en sí mismo, y el misterio de la vida, sino por el placer de tener hijos. Y (4) el sexo es genial porque nos sugiere o confirma que Dios mismo es genial. Si él es el creador de algo tan genial, entonces él mismo en su persona también debe ser genial. Debe ser un padre sabio, amoroso, tierno, dulce, que le gusta que los seres humanos disfruten. En fin, el sexo es algo genial en muchos sentidos.    
Hermanos y amigos, los que conocemos la Biblia y la creemos, no debemos tener una visión negativa del sexo, sino muy positiva. Es bueno en gran manera. Tal vez alguien tu abuela, o tu madre, o alguna iglesia te enseñó que el sexo es algo sucio y malo. O tal vez te abusaron, violaron o manosearon… O tal vez tuviste una relación en que el sexo siempre era motivo de discusión, insatisfacción e incluso dolor… En fin, si tuviste alguna enseñanza o alguna experiencia que te llevó a pensar que el sexo es algo negativo, repulsivo o problemático, Dios te invita hoy a entrar en un proceso de sanidad mental, emocional, y relacional, un proceso que te vuelva a la verdad, a mirar al sexo como una creación genial de Dios, y así prepararte para disfrutarlo. Así glorificamos a Dios.
II.         Aceptando que debe satisfacerse sólo en el matrimonio enseñado en la Biblia. “Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: «Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. …Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Gn 2.22-25). Fíjense el orden de Dios: cuando Adán ve a Eva, dice: “—¡Woww, esta sí me gusta, esta sí me enamoró, con ella sí me siento acompañado y completo!”… Aquí tenemos el flechazo, la atracción, el enamoramiento, el romance, el deseo entre un varón y una mujer, cosas geniales puestas por Dios, como ya vimos. Pero fíjense cómo sigue. Dios no dice: “—Por eso los que se atraen y los enamorados ya pueden acostarse y tener relaciones”. No. Esto es lo que dice: “—Porque existe esa atracción y ese sentimiento, las personas deben primero dejar a su padre y a su madre, y unirse oficialmente entre sí”. Aquí tenemos el acto formal del casamiento. Entonces —recién después— Dios dice: “—Ahora sí pueden y deben fundirse en un solo ser”. Aquí tenemos las relaciones sexuales. O sea que desde la creación el orden es este: (1) conocimiento-atracción-romance, (2) unión o vinculación oficial y solemne, y (3) práctica y satisfacción de la vida sexual. La práctica y la satisfacción sexual viene después de casarnos, o sea, con quien ya es el cónyuge.
Otro pasaje que deja eso bien claro es este: “Si no pueden controlarse, entonces deberían casarse. Es mejor casarse que arder de pasión” (1 Co 7.9). No dice: “—Si no pueden controlar sus impulsos sexuales, mastúrbense, o salgan a buscar algún buen amigo o amiga, o acuéstense con el novio o la pareja”. No. Esto es lo que dice: “—Si ustedes notan que sus deseos son muy fuertes, piensen en casarse”. El pasaje deja bien claro que antes de casarse hay abstinencia, pureza, virginidad, y que la práctica y satisfacción sexual comienzan después de la boda, con quien ya es el cónyuge.
Creamos y aceptemos este principio divino: la satisfacción sexual plena e integral sólo puede ser experimentada en el matrimonio enseñado en la Biblia. Así que, si queremos esa satisfacción sexual, deberíamos antes formar y mantener ese matrimonio, esa relación. ¿Cómo es ese matrimonio bíblico, que tiene el potencial para satisfacernos bien? (1) Es heterosexual, un varón con una mujer; están presentes las dos estructuras fisiológicas y psicológicas complementarias, y esto es indispensable para la satisfacción integral de los cónyuges, y la procreación y mejor formación de los hijos. (2) Es amoroso, mantiene una actitud tierna de búsqueda del bien mutuo, lo cual es indispensable para la satisfacción sexual mutua. (3) Es formal, ha habido casamiento civil, un pacto socio-jurídico oficial y público en que delante del Estado y de la gente los novios se expresan lo más solemne y seriamente que pueden su intención de vivir juntos y ayudarse durante toda la vida. Esto es indispensable para que los cónyuges se brinden seguridad psicológica hacia el futuro. (4) Es exclusivo, 100% fiel, sin lugar para terceros; esto es indispensable para la confianza y la intimidad. (5) Es perpetuo, hay perspectiva de toda una vida juntos, lo cual es indispensable para conocerse profundamente, para modelarse y pulirse, para experimentar sexualmente y disfrutar más, para traer, formar y acompañar a los hijos, etc. — Sí, amigos y hermanos, la satisfacción sexual plena e integral sólo puede ser experimentada en el matrimonio enseñado en la Biblia. Esta relación, con TODAS sus cinco características (no debe faltar ninguna de ellas), cuenta con lo indispensable para la felicidad y el bienestar sexual e integral.
Debemos creer y aceptar este orden de Dios, este diseño. No luchemos más contra el mismo, no nos rebelemos. Resolvamos con el corazón confirmarlo y defenderlo ante toda otra forma de satisfacción sexual. Así glorificamos a Dios.
III.        Guardándonos del pecado sexual.  ¡Huyan del pecado sexual! Ningún otro pecado afecta tanto el cuerpo como éste, porque la inmoralidad sexual es un pecado contra el propio cuerpo” (1 Co 6.18). Pecado sexual es todo aquello que de una u otra manera se desvía del sexo en el matrimonio bíblico. En la Biblia aparecen muchas formas: (1) Fornicación (Ef 5.3): es una palabra general que engloba varios pecados sexuales, por ejemplo, cualquier práctica antes del matrimonio. (2) Adulterio (Éx 20.14): es algún tipo de infidelidad al cónyuge, tanto física, como mental o emocional, etc. (3) Práctica homosexual (Lv 18.22; Ro 1.26-27; 1 Co 6.9): relaciones sentimentales o carnales con personas del mismo sexo. Puede ser entre varones o entre mujeres, cualquiera sea el rol que cada uno tenga. (4) Violación (Dt 22.25-26; 2 S 13.1-15). Violentar, obligar o manipular a alguien para algún tipo de actividad sexual es pecado y perversión incluso en el matrimonio. En el matrimonio también es un delito forzar y obligar. (5) Sensualidad (Pr 5 y 7; 2 Co 12.21), o sea provocar a propósito el deseo erótico o carnal en alguien que no es el cónyuge, estimulando abusivamente sus sentidos. Los varones suelen ser sensuales con las chicas hablándoles muy bonito, y con pinta, para acostarse con ellas. Las chicas suelen ser sensuales con los chicos mostrando abusivamente su cuerpo y acercándose, para engancharlos. La sensualidad no es el estímulo moderado y legítimo de los sentidos; sino el abuso de ese estímulo con alguien que no es el cónyuge. (6) Codicia (Dt 20.17) un intenso deseo por poseer sexualmente a otra persona. (7) Lujuria y lascivia (Ro 13.13; Gál 5.19) deseo sexual liberado en prácticas pecaminosas. (8) Inmundicia, impureza, pasión de concupiscencia (2 Co 12.21; 1 Ts 4.5). (9) Incesto (Gn 19.32-36; Lv 18): relaciones sexuales con parientes directos. (10) Bestialidad (Ex 22.19): relación sexual con un animal. (11) Prostitución (Lv 19.29). (12) Travestismo (Dt 22.5; 1 Co 6.9). (13) Pederastia, (14) transexualismo, (15) pornografía y (16) masturbaciónEstos últimos cuatro que no se mencionan específicamente en la Biblia, pero obviamente son pecados.
Todas estas formas de pecado, dice Pablo, son “contra el propio cuerpo”, dañinas para nosotros mismos. Momentáneamente parecen causar placer, pero con el tiempo va apareciendo insatisfacción, falta de intimidad, sufrimiento, abandono, enfermedades físicas y psicológicas, violencia, destrucción de familias, hijos más inseguros, o desprotegidos o abandonados, altísimos gastos sociales, contenciones judiciales, etc. Si alguno de nosotros practica habitualmente alguno de estos pecados, por favor: busque ayuda en alguien de confianza, cuéntele, y comience a salir de esta prisión diabólica.
Algunos consejos para evitar estos pecados: (1) No te dejés engañar: si no tenés prácticas sexuales antes del matrimonio, no te pasa nada malo: el cuerpo no se enferma, ni te volvés loco. (1) Si están de novios, o cuando se pongan de novios, de inmediato, resuelvan guardarse de relaciones, dejen de tener relaciones, y mantengan esa resolución charlando y tomando decisiones. (3) Si estamos casados, acordemos ser abiertos; tengamos como política matrimonial ser completamente abiertos con nuestras cosas: el celular, las redes, las salidas, las actividades, etc. Contemos todo, y preguntemos todo; entre cónyuge no debería haber nada que el otro tenga prohibido ver. (4) No nos expongamos al estímulo sexual: internet, películas, videos, imágenes en el celu, ciertas canciones, etc. Estos son los principales estímulos de hoy en día. Todo eso queda activo en nuestra memoria, y resurgen periódicamente. Cortemos absolutamente con todo tipo de pornografía. (5) Controlemos la imaginación. Cuando comencemos a imaginar relaciones, coqueteos, caballeros dulces y tiernos, etc., dirijamos la atención hacia otro asunto importante. (6) Rechacemos a quienes nos coquetean o seducen, o distanciémonos de ellos. (7) Tratemos la atracción homosexual. Por lo general, el desagrado con el propio sexo, y la atracción hacia el contrario, tienen su raíz en problemas de la infancia, o en frustraciones profundas. Eso puede y debe ser tratado, como cualquier otra disforia, herida o impulso dañino. Puede ser duro, largo y doloroso, incluso puede que nunca disminuya demasiado, pero es importante que se haga, para no caer en la práctica homosexual. — Seamos sabios, humildes, realistas, y pidamos poder al Espíritu Santo, para evitar el pecado sexual. Así glorificamos a Dios.
IV.       Cultivando el disfrute con el cónyuge. “Alégrate con la esposa de tu juventud… Que sus pechos te satisfagan siempre. Que siempre seas cautivado por su amor” (Pr 5.18-19). “Oh amante y amada: ¡coman y beban! ¡Sí, beban su amor hasta saciarse!” (Cnt 5.1b). “El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer las necesidades sexuales de su marido” (1 Co 7.3). Es curioso, parece que cuando estamos solteros explotamos de pasión y libido, pero al poco tiempo de casarnos ya se nos apagó la mecha, ya nos cansamos, y empezamos a mirar para otro lado. Eso no debe ser así. Si estamos casados, o si vamos a estarlo, la recomendación bíblica, por no decir el mandamiento de Dios, es que cultivemos el placer sexual, que lo cuidemos, lo exploremos, lo explotemos, lo aumentemos. Quiero compartirles algunos tips que pueden ser útiles (algunos de ellos me los confeccionó mi esposa):
(1) En particular los recién casados, no esperen que su vida sexual sea pum para arriba desde los primeros tiempos. Es algo que se construye y se aprende con el tiempo, con paciencia y comprensión. (2) Aumentemos el diálogo y el compañerismo diario. (3) Elogiémonos mutuamente con sinceridad casi todos los días. (4) Saquemos de la habitación al bebé al cuarto o quinto mes de nacido. No pasa nada. Dejemos con los abuelos a los niños periódicamente, para poder salir o estar solos al menos una vez al mes. (5) Alguna de estas salidas, quizá una vez al año, puede ser a un hotel, para hacerlo más especial. (6) No hagamos chistes con el cuerpo del otro. (7) No distancien tanto los encuentros íntimos; tampoco los queramos todos los días, porque eso puede saturar. Logremos un equilibrio entre el ritmo de uno y el ritmo del otro. (8) Leamos algún libros o artículo cristiano, por ejemplo: Música entre las sábanas, Las cinco necesidades sexuales de hombres y mujeres, los libros de los Cinalli, etc. La instrucción ayuda muchísimo. (9) Cuidemos nuestro aspecto físico de acuerdo con el gusto del cónyuge: si a mi mujer le gusta que me afeite; si a mi marido le gusta que me pinte un poquito… (10) Reservar un poco de energía física para cuando anticipamos que habrá un encuentro íntimo. (11) Anular toda posibilidad de interrupción cuando queremos intimidad: la puerta con llave, la cortina cerrada, los teléfonos apagados, etc. (12) Pensar e invertir en estímulos sensoriales y sensuales, por ejemplo: perfumes, ropa corta, transparente o apretada, música, alguna bebida o algún bocado que les guste (como chocolate), luz especial, arreglo del cuarto o de la cama. (13) Jamás se les ocurra usar pornografía, ni individualmente, ni juntos. La práctica sexual debe ser completamente original de ustedes, no copias de gente y prácticas perversas. La pornografía siempre ha destruido a las parejas. Purifíquense de pornografía. (14) Alaben y agradezcan a Dios por su cónyuge, por el disfrute que Dios les regala con él. Háganlo solos y juntos — En fin, cada vez que cultivamos el placer sexual con nuestro cónyuge, glorificamos a Dios.

Imagen: romance-1934204_by Pana Kutlumpasis https://pixabay.com



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