TODO PARA SU GLORIA - Incluso mi comer y beber
Por: Diego Brizzio
Se publica con permiso
Se publica con permiso
Todo para su gloria
[Incluso mi
comer y beber]
¿Podemos
glorificar a Dios con algo tan personal y cotidiano como un desayuno… o con un almuerzo?
…En esta serie hemos aprendido que podemos y debemos glorificar a Dios con TODO,
incluso con lo más personal y cotidiano, y hoy vamos a ver que debemos
glorificarlo incluso con nuestro comer y beber. ¿Cómo glorificamos a Dios con
nuestro comer y beber? Al menos de cinco modos:
I.
Reconociendo a Dios.
“Dios creó esos alimentos para que los creyentes los
coman con gratitud… (1 Ti 4.3). “El Señor provee alimento a todo ser viviente. Su
fiel amor perdura para siempre” (Sal 136.25; 145.14-16). “Llegué a la
conclusión de que no hay nada mejor que disfrutar de la comida y la bebida… Esos
placeres provienen de la mano de Dios” (Ecl 2.24). “Ora de la siguiente manera:
Padre nuestro… Danos hoy el alimento que necesitamos” (Mt 6.9-10). “No se
preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos? …Su Padre celestial ya
conoce todas sus necesidades” (Mt 6.31-33). Estos
textos nos enseñan que Dios tiene mucho que ver —todo que ver— con nuestros alimentos,
y que nosotros tenemos que reconocerlo. (1) Él los
creó. Él diseñó la gran cantidad y variedad de alimentos,
y distribuyó en ellos los nutrientes que necesitamos: proteínas, vitaminas,
minerales, grasas, carbohidratos y agua. (2) Él los
provee. Él es el Padre celestial que ya sabe que necesitamos
alimentos y sustento, y nos los da. (3) Él quiere que los
disfrutemos, que sintamos placer. Por eso les ha puesto sabor,
¡tantos sabores! Y por eso nos ha dado la lengua con sus papilas gustativas. Él
realmente quiere que al gustar un helado, un chocolate, una frutilla, un
asadito… nosotros tengamos que hacer “Mmmm…” (4) Quiere
mostrarse. Al ver el salmista que Dios proveía de alimentos,
dijo: “Su fiel amor perdura para siempre”. Dios quiere que veamos su provisión necesaria,
rica y regular, y concluyamos que él como persona es más necesario, más deleitoso,
fiel, satisfactorio, amoroso, atento, cercano, sabio, etc. (5)
Quiere que confiemos. Nuestro razonamiento debe ser: “Si a los pajaritos,
que valen menos que nosotros, Dios los alimenta, entonces también nos alimentará
a nosotros”. Y luego descansar en Él, y ocuparnos de su reino sin ansiedad. (6)
Quiere que le pidamos. Debemos reconocer nuestra naturaleza de criatura,
y nuestra dependencia de Él, y orar: “Danos el pan nuestro de cada día”. (7)
Quiere que le agradezcamos. Tanto Jesús como los apóstoles daban gracias cuando
se sentaban a comer (Mr 6.41; 8.6; 14.22-23; 1 Co 10.30; Ro 14.6). Nosotros
también debemos agradecer a Dios por los alimentos, para reconocer que han
venido de Él. Así que Dios tiene mucho que ver con nuestros alimentos, y
nosotros tenemos que reconocerlo. Así lo glorificamos.
II.
Compartiéndolo, para
significar verdades espirituales. “Compartan su comida
con los hambrientos” (Is 58.7). “El que tiene comida debe compartir con el que
no tiene” (Lc 3.11). “Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer. Si tienen
sed, dales de beber” (Ro 12.20). “Los fariseos y los maestros de la ley
religiosa les reclamaron severamente a los discípulos de Jesús diciéndoles:
«¿Por qué comen y beben con funcionarios inmorales y pecadores?». Jesús les
contestó: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí»” (Lc 5.30-32). “Todos
los que habían creído… partían el pan y compartían juntos el alimento con
sencillez y alegría sinceras” (Hch 2.44, 46).
Todos estos textos nos mandan a compartir la comida y la bebida. ¿Para qué? ¿Para
calmar el hambre y la sed? Sí; pero también para significar o dar a entender
verdades más profundas o espirituales. Ese compartir tiene el poder de decir
mucho más de lo que se ve a simple vista. Veamos cuatro casos: Debemos
compartir (1) con los necesitados, con los que están mal económicamente. Al llevarles una bolsa de mercadería,
no solamente nos ocupamos de su hambre, sino también les decimos sin palabras
que Dios los ama y que se mantiene cercano a ellos. Esa es una verdad
espiritual que va pegada al compartir la comida. También dice que debemos
compartir (2) con quienes nos hacen mal, con quien se burla de nosotros, o nos deja de lado, o hace bulling, o
chismea, o alguna vez nos traicionó. Al darle la mitad de mi sandwich, o de mi
chocolate, o de mi bebida, o al sentarnos a comer con él, le estamos diciendo que
Dios es un Dios de gracia, perdonador y bueno. Le estamos acercando a Dios.
Tercero, nos dice que compartamos (3) con los inmorales, con las personas que están lejos de Dios. Tal vez algún activista a
favor del aborto, o alguien que está en la droga, o algún hombre casado que tiene
una amante, a alguien de la comunidad LGTBI… Al almorzar o cenar con esa persona,
y servirla, le estamos diciendo que Cristo se ha acercado para sanarnos, que
Dios la ama y busca pacientemente su arrepentimiento y perdón. Por último, nos
manda compartir (4) con otros creyentes, con otros cristianos. Al compartir una mesa con ellos, como esta que
hemos compartido hace un momento, estamos significando que Cristo ha muerto por
nuestra salvación y ha resucitado, y ahora tenemos en común su perdón, su
paternidad, su esperanza y futuro glorioso. Hermanos queridos, al compartir
nuestro comer y beber, estamos haciendo mucho más que ocuparnos del hambre y de
la sed; estamos significando verdades espirituales; estamos glorificando a
Dios.
III.
Prefiriendo lo que nos
aporta una mayor salud. “Usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer
lo que es correcto para la gloria de Dios” (Ro 6.13). “Les ruego que cada uno
de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo,
santo y agradable a Dios” (Ro 12.1). Nuestro cuerpo “fue creado para el Señor,
y al Señor le importa nuestro cuerpo… Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo”
(1 Co 6.13). Estos textos dicen que todo nuestro cuerpo y toda
nuestra mente, con sus capacidades y facultades, son para servirlo a Él. Así
que, deberíamos buscar su mayor salud, su mayor rendimiento y potencial posible.
Y eso significa que, aparte de descansar y hacer ejercicios, también deberíamos
cuidar nuestra alimentación. Deberíamos consumir mucho más lo que mejor nos
hace, y menos lo demás. Mencionemos dos puntos concretos, nada más: (1)
Más lo de origen vegetal, menos lo de origen animal. Esto
tiene base científica, y también bíblica. Fíjense lo que Dios les dijo a Adán y
Eva apenas los creó: “Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les he dado todas las
plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles frutales para
que les sirvan de alimento… (Gn 1.29). ¿Ustedes sabían que la dieta
original para el ser humano era solamente hierbas, semillas, frutas? Así es. A
la carne Dios se la permitió después del diluvio, a modo de permiso. Otra base
bíblica: el profeta Daniel y sus amigos, comiendo vegetales y bebiendo agua, fueron
hallados mucho más saludables que los otros cuya dieta incluía carnes, grasas y
vinos (Dn 1.12-15). Así que, no digo que comamos cero carne. Digo: “Más de
origen vegetal, menos de origen animal”. ¡Ánimo con el tomate, la berenjena,
las lentejas y el brócoli, hermanos! (2) Más de lo
natural, menos de lo procesado. Debemos
preferir lo fresco a lo que tiene conservantes, lo que no tiene sodio agregado,
ni azúcares agregadas, ni grasas agregadas, y prefiramos las harinas menos
procesadas a las más refinadas. Así que, cuidando así nuestra alimentación,
vamos a potenciar el rendimiento del cuerpo y la mente, y así serviremos y
glorificaremos mejor a Dios.
IV.
Evitando los excesos.
“No
dejen que su corazón se entorpezca con parrandas y borracheras” (Lc 21.34). “No
participen… de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras” (Ro 13.13). “Todos
los cretenses son mentirosos, animales crueles y glotones perezosos” (Tit 1.12). Estos pasajes dicen que la glotonería y la
embriaguez, el exceso en comer y en beber bebidas alcohólicas, son pecados. Y
no son poco importantes. Son tan malos como la mentira, la crueldad, la pereza,
etc. ¿Por qué son pecado? Por tres razones: (1) Porque
enferma el cuerpo y la mente,
que son para servir a Dios. (2) Porque nos hace perder el
buen juicio, la buena percepción y la moral (en particular la embriaguez);
y (3) porque reemplazan a Dios ante las necesidades del
alma.
Me explico: todos nosotros sentimos más o menos inseguridad, ansiedad, dolor, culpa,
soledad, frustración en nuestro ser interior. ¿Y qué hacemos entonces sin
darnos cuenta? Tratamos de disimular eso, o callarlo, con el placer de la
comida o la bebida. Pretendemos aplacar lo desagradable del alma, con lo agradable
de comer y beber, resolver una necesidad espiritual y emocional, con un placer
físico… A mí me pasa todos los días que, trabajando y pensando en algunas
cosas difíciles o trascendentes, siento inseguridad o ansiedad; me pasa que,
recordando algunos fracasos, siento frustración. ¿Y qué hago entonces? Como,
pico, ya sea en ese momento o en el almuerzo o en la cena. Y como de más. ¿Te
pasa lo mismo? ¿No te has dado cuenta? Esa conducta o hábito no puede, sino
empeorar nuestra condición. Eso es reemplazar a Dios por la ingestión. Es
pecado. Hermanos, amigos, los vacíos del corazón no se llenan con comida y
bebida, se llenan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Glorificamos a
Dios, evitando los excesos.
V.
Respetando
convicciones y prácticas diferentes. ¿Qué pasa si en esta
iglesia hay, o llega a haber, algunos vegetarianos, otros veganos, y otros que
comen de todo? Ustedes saben: los vegetarianos en general se abstienen
de las carnes, pero no de otros productos de origen animal como el huevo, la leche
y la miel. Los veganos, en cambio, son más estrictos, y se abstienen de
comer todo lo de origen animal, y aparte también de usar productos de
origen animal, como cueros, lanas, etc. ¿Qué directrices da Dios para que creyentes
con convicciones y prácticas alimenticias diferentes se lleven bien? Tres o
cuatro:
(1) Comer solamente
vegetales no es pecado. En ningún pasaje bíblico, Dios nos ordena comer o
usar productos de origen animal. Así que, al abstenerse de estas cosas, los
vegetarianos y los veganos no están pecando. (2) Comer carne,
y todo tipo de alimentos, tampoco es pecado. Recién
dijimos que después del diluvio Dios le permitió explícitamente al ser humano
comer carne (Génesis 9.2-4), y eso no fue revocado. Así que, la humanidad tiene
el permiso expreso de matar animales para comer su carne. No es pecado. Luego,
Jesús y los apóstoles dijeron que podíamos comer de todo tipo de alimentos: Jesús
“declaró que toda clase de comida es aceptable a los ojos de Dios” (Mr 7.19). “Todo
lo que Dios creó es bueno, no deberíamos rechazar nada” (1 Ti 4.4). Así
que, el que come de todo no hace nada malo. (3) Nadie
debería criticar ni menospreciar a otro, por sus convicciones o prácticas alimenticias.
Romanos 14.3 dice: “El que come de todo no debe
menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo no debe
condenar al que lo hace, pues Dios lo ha aceptado”. Pablo dice que no
debemos permitir que las convicciones y las prácticas sobre alimentación debiliten
nuestras relaciones personales o fraternales. La unidad del cuerpo de Cristo, y
la aceptación mutua, es un valor muy superior a las prácticas alimenticias. En
todo caso, dice Pablo, como en esto de la dieta no hay ningún mandamiento ni
ninguna prohibición de Dios, la decisión debe ser algo personal entre el
creyente y Dios; y cada cual debe estar seguro de que, sea lo que sea que haga,
lo hace para honrar y glorificar a Dios (Ro 14.6; 1 Co 10.31). (4)
Prohibir alimentos en nombre de Dios o de ideologías es diabólico y pecaminoso.
Dice Pablo: “Algunos se apartarán de la fe
verdadera; seguirán espíritus engañosos y enseñanzas que provienen de demonios…
Dirán que está mal… comer determinados alimentos; pero Dios creó esos alimentos
para que los coman con gratitud las personas fieles que conocen la verdad” (1 Ti
4.1-4). “No permitan que nadie los condene por lo que comen o beben…” (Col
2.16). Si yo como pastor algún día les digo que es pecado comer
cerdo, o tomar té, café, o un poco de vino, esa enseñanza no proviene de Dios.
Me estoy apartando de la fe verdadera, porque no puedo prohibir por cuestiones
espirituales cosas que él ha creado para nosotros. Y si un creyente vegano
pretende sobre una ideología supuestamente ética, ambientalista o humanitaria prohibir
a otros cristianos el consumo o uso de productos animales, ese creyente se está
apartando de la fe verdadera. Podemos, por supuesto, conversar sobre cómo
mejorar esas cuestiones éticas y ambientales, pero no aceptar la prohibición en
nombre de una ideología. En síntesis, glorificamos a Dios respetando convicciones
y prácticas alimenticias diferentes.
Imagen: wine-4586624 by Black Song https://pixabay.com
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa