Andando sin temor

Por: Luis Caccia Guerra
Se publica en este medio con permiso.


A lo largo de nuestras vidas, desde que somos muy chiquitos, el temor, el miedo siempre ha estado presente. Es, en realidad, un mecanismo psicológico de defensa. Un temor saludable es el que nos hace desistir de intenciones o proyectos que pueden terminar en el más estrepitoso de los fracasos; que nos ayuda a cuidarnos de conductas perjudiciales para nosotros mismos, para nuestro entorno, e inclusive, para quienes nos rodean; o huir de situaciones que ponen en riesgo nuestra integridad física y la vida misma.

Pero más de las veces, nuestra vida está llena de otros temores. Miedos cuyas raíces se encuentran en lo más profundo de nuestra psique. Un niñito pequeño puede asustarse hasta de su propia sombra, pero cuando somos más grandes, los temores también son más grandes.
Tal vez estemos creyendo que no somos merecedores de las bendiciones de Dios. Entonces, cuando algo grande y bonito sucede en nuestras vidas, no podemos dejar de sentir temor. Miedo a que se acabe, a que no sea cierto, a que venga algo o alguien y nos lo arrebate… Una franca sensación de INDIGNIDAD.

El temor al fracaso es otro de los miedos que abriga nuestro corazón con frecuencia. A veces estamos viviendo con metas más altas de lo que Dios realmente demanda de nosotros. Metas impuestas por nosotros mismos, por padres, familia, líderes religiosos, otras personas en la profesión o en el trabajo. Entonces aparece una sensación de incompetencia para enfrentar ciertos desafíos o tareas. Tal vez sea un temor infundado. Personas que nos rodean y a las que realmente les importamos y nos aman, creen y ven sinceramente que estamos en condiciones de afrontarlo, pero lo que muchas veces no pueden entender es QUE SOMOS NOSOTROS QUIENES NECESITAMOS CREERLO.

Finalmente, las noticias que se difunden a través de los medios masivos de comunicación aportan su cuota extra. Por si los temores arraigados en lo más profundo de nuestro corazón no fuesen suficientes; cada día los medios nos bombardean con rumores de guerras, terribles catástrofes en diversas partes del mundo, caídas de objetos desde el espacio exterior… inclusive sectores religiosos que más allá de las necesarias y saludables advertencias bíblicas, exacerban la información con la intención de obtener rédito para sí mismos. Un panorama para nada alentador. Un panorama para nada clarificador.

En medio de tanta sombra de muerte, hoy más que nunca es necesario que los que hemos creído, apoyados en la soberana gracia e infinita bondad de Dios, llevemos confiada y sinceramente nuestras dudas y los más profundos temores, ante la presencia de Dios. DIOS ES BUENO. Que podamos mirar por sobre las circunstancias que nos rodean y aferrarnos a su promesa.

No rechazar el temor, pretender que no existe, ni sentirse culpable por tenerlo. Sí, ACEPTARLO como que es parte de la esencia heredada de nuestro padre natural Adán, que coexiste en medio de un mundo sobrenatural y espiritual en proceso de transformación por la obra del Espíritu Santo desde la conversión a Cristo.

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

(Isaías 41:10 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito originalmente para www.devocionaldiario.com


Comentarios

  1. No admitir el temor es producto de un corazón orgulloso. El salmista admitió ante Dios la presencia del temor en su vida. Él no dijo "No siento miedo", dijo más bien : "CUANDO SIENTO MIEDO, pongo en ti mi confianza." Bendiciones mi hermano Luis,

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