PEDIR PERDÓN y PERDONAR
¿pasa algo si no obedecemos en esto?
Por: Pastor Diego Brizzio
Iglesia Cristiana Evangélica "Sígueme"
España 155 - Godoy Cruz - Mendoza - Argentina
Imagen: https://pixabay.com
Por: Pastor Diego Brizzio
Iglesia Cristiana Evangélica "Sígueme"
España 155 - Godoy Cruz - Mendoza - Argentina
¡Vas a
llegar tarde al trabajo! “No pasa nada”. ¡Pasaste el semáforo en rojo! “No pasa
nada”. ¡Estás manguereando la vereda! “No pasa nada”… Es muy común incumplir o
desobedecer algo, y decir: “No pasa nada”, “no hay ninguna consecuencia”. Los
creyentes lo decimos o lo pensamos con muchos mandamientos del Señor, con
muchos. Y también lo hacemos con dos de los mandamientos más serios: el de
pedir perdón, y el de perdonar. Deberías pedir perdón. “No pasa nada”. Deberías
perdonar: “No pasa nada”. Pero, ¿es así? ¿Realmente no tiene consecuencias? Hoy
vamos a ver esto:
Pedir perdón, y
perdonar:
¿pasa algo si no obedecemos en esto?
Comencemos por pedir perdón:
I.
¿Pasa algo si no
pedimos perdón?
Vamos a leer dos textos. El primero es Mateo
5.21 al 26: “Oísteis que fue dicho a los
antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo
os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio;
y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo
con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que
el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la
cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último
cuadrante”. Este
pasaje dice lo siguiente: para Dios, la violencia o el maltrato verbal es un
pecado semejante al asesinato. Cada vez que alguien trata mal a otro, Dios abre
un proceso judicial contra él en el cielo. Por eso, si estás queriendo acercarte
a Dios, y te acordás de que te has burlado o has insultado a alguien, y no le
has pedido perdón de corazón, no podés seguir adelante con tu culto. No
podés. Antes, tenés que ir y pedirle perdón de corazón, y entonces
volver y acercarte a Dios. Si no hacés esto de inmediato, y el ofendido entrega
el caso a Dios, entonces Dios va a proceder con el castigo en tu contra, y esto
puede ser muy duro… ¿Pasa algo si nos negamos a pedir perdón, o no pasa nada?
Ahora leamos el segundo pasaje: Santiago 5.16: “Por tanto, confesaos
vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados”. Santiago
está diciendo: cuando uno peque contra otro, confiésele su pecado; exprésele
que está arrepentido y pídale perdón. ¿Cuál va a ser el resultado? Va a experimentar
sanidad, salud. Si leemos el contexto, vamos a ver que se refiere a sanidad en
la relación con Dios, en la relación con el ofendido, y sanidad física. Así
que, Santiago da a entender que, si pecamos contra alguien y no le pedimos
perdón, nos enfermamos espiritualmente, relacionalmente y físicamente, por lo
menos. ¿Pasa algo si nos negamos
a pedir perdón, o no pasa nada?
Sí pasa, y muy serio: Dios abre una causa judicial
contra nosotros, rechaza nuestro culto, y comienza contra nosotros un proceso
de castigo corrector o disciplinario. Toma distancia. Aparte, la persona que
ofendimos, y su familia, y sus amigos también se distancian, probablemente; y en
algunos casos, si no siempre, nos enfermamos de alguna manera…
¿Por qué Dios hace eso? ¿Es tan serio no pedir
perdón de corazón? Claro que sí. Hemos dañado o herido —asesinado, dice Jesús— a
alguien creado a imagen de Dios, a un representante de Dios en el mundo; y si
es hermano en la fe, se trata de un hijo de Dios. No podemos permanecer
moralmente indiferentes a ese daño en la persona, en la familia, en la iglesia
o en la sociedad. Dios no permanece indiferente. En la iglesia de Corinto, había algunos que ninguneaban a otros, y no
se habían arrepentido ni les habían pedido perdón. Dios no permaneció
indiferente, y los castigó: se enfermaron y murieron.
Hermano querido, debés pedir perdón de corazón de
inmediato. Dice Proverbios 28.13 que, si lo hacés, alcanzarás misericordia.
¿Cómo dañaste? ¿Chismeaste o murmuraste de alguien, le hablaste mal, le
mentiste, le fuiste desleal, te quedaste con algo suyo, no le terminaste un
trabajo pagado? Sea lo que sea, debés pedir perdón. Hacelo así:
·
Andá personal y humildemente. No lo hagás por otro
medio, ni altaneramente.
·
Mencioná claramente el mal que le hiciste. No seas
impreciso, sino específico y puntual.
·
Asumí tu responsabilidad sin recortes: no relativices
el daño que causaste, ni culpes al otro, ni te justifiques de ningún modo.
·
Expresale que sentís mucho haberlo dañado.
·
Pedile que te perdone; no se lo exijas (no tenés
derecho a exigir nada).
Si
hacés esto de corazón, inmediatamente el proceso divino en contra tuyo comenzará
a detenerse y a revertirse, y podrás adorar con libertad, y las relaciones
mejorarán, y la salud física tal vez mejore.
Sigamos con perdonar:
II.
¿Pasa algo si no perdonamos?
Leamos
Marcos 11.25: “Y cuando estéis orando,
perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está
en los cielos os perdone vuestras transgresiones”. Mateo 6.15: “Si no perdonan
a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas”. Este
versículo es claro: si estamos queriendo acercarnos a Dios, y en nuestro
corazón sentimos algo feo contra alguien que nos ha dañado, o queremos hacerle
feo, debemos decidir perdonarlo. ¿Y cuál va a ser el resultado de perdonarlo? Nuestro
Padre también perdonará nuestras desobediencias y fallas. ¿Y cuáles van a ser
las consecuencias de no querer perdonarlo? Nuestro Padre tampoco perdonará
nuestras ofensas… ¿Pasa algo si nos negamos a perdonar, o no
pasa nada?
Sí
pasa algo, y es muy serio: también en este caso, Dios toma distancia de
nosotros, y comienza a mostrarse más severo. Digamos que él dice: “—Así que
llevás la cuenta de lo que te deben los otros, y querés cobrarla? Bueno, yo
también voy a hacer lo mismo. Voy a llevar la cuenta de tus ofensas, y voy a
usar la vara para cada una”. Por otro lado, vivimos llenos de ira y de amargura,
sube el nivel de cortisol en la sangre, y empezamos a sufrir de gastritis,
contractura muscular, insomnio, problemas cardíacos, y otros males físicos. Nos
volvemos sombríos, críticos, negativos, murmuradores, chismosos, celosos,
envidiosos, depresivos. Nos
distanciamos de la familia, de los hermanos y de la gente que nos hace bien; o,
en su defecto, la gente se aleja de nosotros. Respecto de la iglesia, dejamos
de servir con nuestros dones espirituales, y también de manifestar amor.
¿Por
qué sucede eso? Porque no estamos teniendo ni mostrando la misericordia y la
gracia que Dios tuvo y mostró con nosotros cuando nos perdonó. En lugar de eso,
cultivamos ira y asco hacia alguien en nuestro ser interior. Y eso no empuja a
querer ejecutar nosotros mismos la justicia de Dios. Sabemos que la ira del hombre
no obra la justicia de Dios (Stg 1.20), y que es Dios el que nos hace justicia
personal (Ro 12.19); pero de todos modos queremos hacer justicia nosotros
mismos.
Hermano querido, tenés perdonar
de corazón de inmediato.
Decidí delante del Señor abandonar para siempre el deseo de que el otro “te las
pague”. Decidí renunciar para siempre a la intensión de “cobrártelas”. Decidí
no pasarle la factura nunca más; o, mejor dicho, rompé la factura en mil
pedazos. ¿Querés dejar de saludarlo, marginarlo, mirarlo con cara de asco, hacerle
mala fama, dañarlo, insultarlo, escupirlo, pegarle… Renunciá para siempre a
pasarle factura vos mismo. Luego de tomar esa decisión, con el paso del tiempo,
verás que también lo feo que sentís va a ir desapareciendo: resentimiento,
bronca, asco, etc. Perdoná de corazón de inmediato.
Hacelo,
porque eso fue lo que el Padre hizo con vos cuando confiaste en Cristo como
Salvador. ¡Rompió la factura para siempre! Ya no hay ninguna condenación para
vos. Aparte, el castigo eterno que merece tu ofensor —si es cristiano—, ya fue
sufrido por Cristo en la cruz. Y, de última, si hay que hacer justicia, el que
la hace es Dios, no vos. Él sabe qué hacer, y cuándo hacerlo. Dejalo en las
manos de Dios, y renunciá al caso personalmente.
Ahora
bien, para que no entandamos mal, vamos a mencionar varias cosas que no es
perdonar. Perdonar…
·
no
es decir: “Aquí no pasó nada malo”, negar que el otro nos ha ofendido. No. Más
bien es decir: “Aquí paso algo malo, pero yo renuncio a cobrártelo”.
·
No
es negar que debe hacerse justicia. Es resolver que nosotros no haremos justicia, que le entregaremos el caso a Dios,
para que haga lo que quiera, cuando quiera”.
·
No
es un acto de justicia, sino de gracia (basado en el hecho de que Dios ya hizo justicia
en Cristo).
·
No
es olvidar, que se borre el evento de la mente. Eso algunas veces no sucede, en
particular cuando el daño ha sido profundo, y ha dejado bien impreso el sistema
emocional y la memoria. Perdonar es no proceder nunca más con el deseo de
castigar aquello que recordamos.
·
No
es dejar de sentir dolor YA. Es el comienzo del proceso para llegar a sentirlo
menos.
·
No
es necesariamente continuar la relación que antes teníamos con el ofensor.
Algunas veces no es conveniente, en particular cuando la relación es de cierta
intimidad, y el maltrato es serio, y el ofensor no ha dado muestras firmes de
cambio en el trato.
·
No
es un acto de alguien débil de carácter. Es un acto de alguien fortalecido por
el Espíritu Santo, para imitar a Dios.
·
No
es un acto sentimental, movido por los sentimientos, sino por la obediencia a Dios.
Perdonar
es decidir delante del Señor abandonar para siempre el deseo personal de que el
otro “nos las pague”.
Si
perdonás de corazón, inmediatamente vas a sentir que Dios conforta tu corazón,
y te abraza, y empieza a sanar las heridas que te hicieron. De más está decirte
que, si necesitás ayuda, estamos para servirte.
¿Alguien decide pedir perdón de
corazón? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Alguien decide perdonar de corazón? ¿A quién?
¿Por qué?
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