PEDIR PERDÓN y PERDONAR

¿pasa algo si no obedecemos en esto?

Por: Pastor Diego Brizzio
Iglesia Cristiana Evangélica "Sígueme"
España 155 - Godoy Cruz - Mendoza - Argentina


¡Vas a llegar tarde al trabajo! “No pasa nada”. ¡Pasaste el semáforo en rojo! “No pasa nada”. ¡Estás manguereando la vereda! “No pasa nada”… Es muy común incumplir o desobedecer algo, y decir: “No pasa nada”, “no hay ninguna consecuencia”. Los creyentes lo decimos o lo pensamos con muchos mandamientos del Señor, con muchos. Y también lo hacemos con dos de los mandamientos más serios: el de pedir perdón, y el de perdonar. Deberías pedir perdón. “No pasa nada”. Deberías perdonar: “No pasa nada”. Pero, ¿es así? ¿Realmente no tiene consecuencias? Hoy vamos a ver esto:
Pedir perdón, y perdonar:
¿pasa algo si no obedecemos en esto?
Comencemos por pedir perdón:
I.          ¿Pasa algo si no pedimos perdón?
Vamos a leer dos textos. El primero es Mateo 5.21 al 26: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”. Este pasaje dice lo siguiente: para Dios, la violencia o el maltrato verbal es un pecado semejante al asesinato. Cada vez que alguien trata mal a otro, Dios abre un proceso judicial contra él en el cielo. Por eso, si estás queriendo acercarte a Dios, y te acordás de que te has burlado o has insultado a alguien, y no le has pedido perdón de corazón, no podés seguir adelante con tu culto. No podés. Antes, tenés que ir y pedirle perdón de corazón, y entonces volver y acercarte a Dios. Si no hacés esto de inmediato, y el ofendido entrega el caso a Dios, entonces Dios va a proceder con el castigo en tu contra, y esto puede ser muy duro… ¿Pasa algo si nos negamos a pedir perdón, o no pasa nada?
Ahora leamos el segundo pasaje: Santiago 5.16: “Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados”. Santiago está diciendo: cuando uno peque contra otro, confiésele su pecado; exprésele que está arrepentido y pídale perdón. ¿Cuál va a ser el resultado? Va a experimentar sanidad, salud. Si leemos el contexto, vamos a ver que se refiere a sanidad en la relación con Dios, en la relación con el ofendido, y sanidad física. Así que, Santiago da a entender que, si pecamos contra alguien y no le pedimos perdón, nos enfermamos espiritualmente, relacionalmente y físicamente, por lo menos. ¿Pasa algo si nos negamos a pedir perdón, o no pasa nada?
Sí pasa, y muy serio: Dios abre una causa judicial contra nosotros, rechaza nuestro culto, y comienza contra nosotros un proceso de castigo corrector o disciplinario. Toma distancia. Aparte, la persona que ofendimos, y su familia, y sus amigos también se distancian, probablemente; y en algunos casos, si no siempre, nos enfermamos de alguna manera…  
¿Por qué Dios hace eso? ¿Es tan serio no pedir perdón de corazón? Claro que sí. Hemos dañado o herido —asesinado, dice Jesús— a alguien creado a imagen de Dios, a un representante de Dios en el mundo; y si es hermano en la fe, se trata de un hijo de Dios. No podemos permanecer moralmente indiferentes a ese daño en la persona, en la familia, en la iglesia o en la sociedad. Dios no permanece indiferente. En la iglesia de Corinto, había algunos que ninguneaban a otros, y no se habían arrepentido ni les habían pedido perdón. Dios no permaneció indiferente, y los castigó: se enfermaron y murieron.
Hermano querido, debés pedir perdón de corazón de inmediato. Dice Proverbios 28.13 que, si lo hacés, alcanzarás misericordia. ¿Cómo dañaste? ¿Chismeaste o murmuraste de alguien, le hablaste mal, le mentiste, le fuiste desleal, te quedaste con algo suyo, no le terminaste un trabajo pagado? Sea lo que sea, debés pedir perdón. Hacelo así:
·        Andá personal y humildemente. No lo hagás por otro medio, ni altaneramente.
·        Mencioná claramente el mal que le hiciste. No seas impreciso, sino específico y puntual.
·        Asumí tu responsabilidad sin recortes: no relativices el daño que causaste, ni culpes al otro, ni te justifiques de ningún modo.
·        Expresale que sentís mucho haberlo dañado.
·        Pedile que te perdone; no se lo exijas (no tenés derecho a exigir nada).
Si hacés esto de corazón, inmediatamente el proceso divino en contra tuyo comenzará a detenerse y a revertirse, y podrás adorar con libertad, y las relaciones mejorarán, y la salud física tal vez mejore.
Sigamos con perdonar:
II.         ¿Pasa algo si no perdonamos?
Leamos Marcos 11.25: “Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras transgresiones”. Mateo 6.15: “Si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas”. Este versículo es claro: si estamos queriendo acercarnos a Dios, y en nuestro corazón sentimos algo feo contra alguien que nos ha dañado, o queremos hacerle feo, debemos decidir perdonarlo. ¿Y cuál va a ser el resultado de perdonarlo? Nuestro Padre también perdonará nuestras desobediencias y fallas. ¿Y cuáles van a ser las consecuencias de no querer perdonarlo? Nuestro Padre tampoco perdonará nuestras ofensas… ¿Pasa algo si nos negamos a perdonar, o no pasa nada?
Sí pasa algo, y es muy serio: también en este caso, Dios toma distancia de nosotros, y comienza a mostrarse más severo. Digamos que él dice: “—Así que llevás la cuenta de lo que te deben los otros, y querés cobrarla? Bueno, yo también voy a hacer lo mismo. Voy a llevar la cuenta de tus ofensas, y voy a usar la vara para cada una”. Por otro lado, vivimos llenos de ira y de amargura, sube el nivel de cortisol en la sangre, y empezamos a sufrir de gastritis, contractura muscular, insomnio, problemas cardíacos, y otros males físicos. Nos volvemos sombríos, críticos, negativos, murmuradores, chismosos, celosos, envidiosos, depresivos. Nos distanciamos de la familia, de los hermanos y de la gente que nos hace bien; o, en su defecto, la gente se aleja de nosotros. Respecto de la iglesia, dejamos de servir con nuestros dones espirituales, y también de manifestar amor.
¿Por qué sucede eso? Porque no estamos teniendo ni mostrando la misericordia y la gracia que Dios tuvo y mostró con nosotros cuando nos perdonó. En lugar de eso, cultivamos ira y asco hacia alguien en nuestro ser interior. Y eso no empuja a querer ejecutar nosotros mismos la justicia de Dios. Sabemos que la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Stg 1.20), y que es Dios el que nos hace justicia personal (Ro 12.19); pero de todos modos queremos hacer justicia nosotros mismos.
Hermano querido, tenés perdonar de corazón de inmediato. Decidí delante del Señor abandonar para siempre el deseo de que el otro “te las pague”. Decidí renunciar para siempre a la intensión de “cobrártelas”. Decidí no pasarle la factura nunca más; o, mejor dicho, rompé la factura en mil pedazos. ¿Querés dejar de saludarlo, marginarlo, mirarlo con cara de asco, hacerle mala fama, dañarlo, insultarlo, escupirlo, pegarle… Renunciá para siempre a pasarle factura vos mismo. Luego de tomar esa decisión, con el paso del tiempo, verás que también lo feo que sentís va a ir desapareciendo: resentimiento, bronca, asco, etc. Perdoná de corazón de inmediato.
Hacelo, porque eso fue lo que el Padre hizo con vos cuando confiaste en Cristo como Salvador. ¡Rompió la factura para siempre! Ya no hay ninguna condenación para vos. Aparte, el castigo eterno que merece tu ofensor —si es cristiano—, ya fue sufrido por Cristo en la cruz. Y, de última, si hay que hacer justicia, el que la hace es Dios, no vos. Él sabe qué hacer, y cuándo hacerlo. Dejalo en las manos de Dios, y renunciá al caso personalmente.
Ahora bien, para que no entandamos mal, vamos a mencionar varias cosas que no es perdonar. Perdonar…
·        no es decir: “Aquí no pasó nada malo”, negar que el otro nos ha ofendido. No. Más bien es decir: “Aquí paso algo malo, pero yo renuncio a cobrártelo”.
·        No es negar que debe hacerse justicia. Es resolver que nosotros no haremos justicia, que le entregaremos el caso a Dios, para que haga lo que quiera, cuando quiera”.
·        No es un acto de justicia, sino de gracia (basado en el hecho de que Dios ya hizo justicia en Cristo).
·        No es olvidar, que se borre el evento de la mente. Eso algunas veces no sucede, en particular cuando el daño ha sido profundo, y ha dejado bien impreso el sistema emocional y la memoria. Perdonar es no proceder nunca más con el deseo de castigar aquello que recordamos.
·        No es dejar de sentir dolor YA. Es el comienzo del proceso para llegar a sentirlo menos.
·        No es necesariamente continuar la relación que antes teníamos con el ofensor. Algunas veces no es conveniente, en particular cuando la relación es de cierta intimidad, y el maltrato es serio, y el ofensor no ha dado muestras firmes de cambio en el trato.
·        No es un acto de alguien débil de carácter. Es un acto de alguien fortalecido por el Espíritu Santo, para imitar a Dios.
·        No es un acto sentimental, movido por los sentimientos, sino por la obediencia a Dios.
Perdonar es decidir delante del Señor abandonar para siempre el deseo personal de que el otro “nos las pague”.  
Si perdonás de corazón, inmediatamente vas a sentir que Dios conforta tu corazón, y te abraza, y empieza a sanar las heridas que te hicieron. De más está decirte que, si necesitás ayuda, estamos para servirte.
¿Alguien decide pedir perdón de corazón? ¿A quién? ¿Por qué? ¿Alguien decide perdonar de corazón? ¿A quién? ¿Por qué?


Imagen: https://pixabay.com

Comentarios

Entradas más populares de este blog

UNGES MI CABEZA CON ACEITE...

El poder del ayuno

PARECIDOS, PERO NO IGUALES