CUANDO EL ALMA LLORA

por: Luis Caccia Guerra



Desnudar el alma no es cosa fácil. Enfrentarse con uno mismo, en las acertadas palabras de Elizabeth Wright, ¡es cosa verdaderamente de valientes!. Escribir el presente documento fue tiempo de movilizar cosas dentro de mí, de mi propia familia y también de quienes aportaron sus testimonios y experiencias. Fue asimismo, oportunidad de conocerme más a mí mismo. De compartir experiencias con algunos amados hermanos y de descubrir, sacar a la luz cosas que increíblemente permanecían ocultas, “enterradas” en lo profundo de mi mente y estaban haciendo daño, algunas, inclusive desde hace años.

Escribir el presente trabajo también aportó descubrir situaciones que hasta el presente nunca había podido perdonarme a mí mismo. Dante Gebel dijo en una oportunidad que uno de los grandes problemas de perdón que hay en las iglesias actuales, es la falta de capacidad de muchas personas de perdonarse a sí mismas. (Dante Gebel-Heridas del alma).

Es mucho lo que se puede escribir sobre el tema. De hecho, se han escrito cientos de libros sobre él. Son diversos los enfoques que se pueden abordar. Verdaderamente es una empresa difícil poder condensar en un documento de unas pocas hojas, todo lo que el Señor nos ha puesto en el corazón para decir. Por ello, es mi oración ante el Señor que el presente trabajo sea de mucha bendición. Que después de haberlo leído, cada uno de nosotros pueda ver con otros ojos a los que sufren. Que podamos descubrir y sacar a la luz de Cristo nuestras propias miserias que dañan el alma y nos convierten en gente tóxica en lugar de ser sal de la tierra.

y conoceréis la verdad,  y la verdad os hará libres.
(Juan 8:32 RV60)


“¿Cómo se cura una herida,
cuando perdonar es tan difícil
y cuando olvidar no se consigue?
¿Cómo enfrentarse a la vida
con el corazón hecho pedazos,
cuando la desilusión te quiebra el mundo
y pega un golpe bajo?”
Jaci Velásquez. “Cómo se cura una herida”

(Todos los derechos reservados. Se transcriben breves fragmentos en los términos del uso legalmente permitido con propósitos estrictamente educativos y formativos).

Alguien dijo que cuando el alma duele, su dolor es mucho más fuerte y devastador que el dolor físico. Abate, desgarra las fibras más profundas de todo nuestro ser.

Cuando es el alma la que llora, no hay llantos. Sólo un gemido seco, frío, árido, silente en medio de la densa oscuridad de una noche sin estrellas. No hay voces. No hay sonidos. No hay lágrimas.

¿Cómo elaborar el duelo de una relación rota? ¿Cómo perdonar una traición con un alma herida que clama por justicia? ¿Cómo se afronta la vida después de un terrible abuso? ¿Cómo sigue a partir de ese punto de inflexión que marca un antes y un después, que sin importar cuando ocurrió, aún permanece presente y duele? ¿Cómo se vive con la frustración de una felicidad que pudo ser y no fue?

Cuando las heridas del alma sangran, es la vida misma la que se derrama por la herida.
Convirtiendo la casa en tumba
Andrés ( * ). Catorce años. Taciturno, poco comunicativo. Quienes lo veían deambular siempre en soledad sentían pena por él. Es cuando la agónica y densa soledad de un niño, la apatía de padres y maestros, susurran: “no le importas a nadie”.

Esa mañana estuvo eufórico, cosa poco común en él. Salió de su ostracismo y saludó alegremente a todo el mundo. A la salida del colegio, acompañó solícito a sus compañeritas a tomar el transporte. Esa noche, al regresar de su trabajo, su madre lo encontró colgado en su cuarto. Había resuelto ponerle fin a su corta y dolorosa existencia.

Santuario ( 1 ). Un atleta profesional hizo construir una mansión de muchas habitaciones, sala de cine, gimnasio y pileta de natación. Ese palacete de varios millones de dólares no era precisamente un monumento al éxito, sino un santuario de sus dolorosos recuerdos de una niñez llena de pobreza y maltrato, según él mismo expresó a los medios.

Uno construyó una suntuosa casa donde sepultar una vida con penosos recuerdos. El otro, también hizo de su casa su propia tumba, pero fue patéticamente más drástico. Cada uno tenía lo suficiente para disfrutar de la vida. No obstante ello, prefirieron encerrarse en sus propias tumbas. Dos almas heridas e inmensamente tristes sin saber qué hacer con su dolor.
Cicatrices
Alejandro y Vilma ( * ) habían afrontado la triste pérdida de un bebé poco tiempo después de casarse. Ya habían transcurrido casi diez años y aún no podían tener el hijo que tanto deseaban. Comenzaron a congregarse en una pequeña iglesia independiente bautista-carismática. Una chica sin conocerlos y sin saber de su situación, se les acercó una mañana después del culto y llamándolos aparte les dijo que el hijo que ellos esperaban ya había sido enviado por Dios, pero que algo muy oscuro que no sabía qué era, impedía su llegada. Alejandro y Vilma no entendieron nada y desestimaron el aviso. En realidad culpaban a Dios por lo que les pasaba.

Tiempo después, ambos consiguieron perdonar a Dios y comenzaron a orar por un hijo. No les importaba si biológico o adoptivo. Como sea, un hijo buscado es un hijo amado. Un año después, una niñita llamada Sol llenaba de luz su hogar y sus vidas.

Sol ( * ) Desde muy chiquita fue víctima de terrible maltrato por parte de sus padres. Su cuna fue un pequeño cajón junto a unos perros según ella misma pudo recordar. El nivel de maltrato y violencia fue en continuo aumento, hasta que un día, después de una feroz golpiza, su progenitor la dejó en un hospital brutalmente destrozada y en estado de coma. Fue sometida a varias intervenciones quirúrgicas para salvar su vida. Pasó dieciocho meses internada en ese hospital recuperándose. Alejandro y Vilma conocieron a Sol cuando tenía cinco años. Tres meses después de conocerla, el Señor allanó el camino y Sol se fue a vivir con ellos mientras se realizaban los trámites de adopción. Ella conoció a Jesús como su Salvador y hoy es una joven cristiana.

Sol ya había nacido y estaba sufriendo en la época en que la chica de la iglesia bautista-carismática les había anunciado que Dios tenía a su hijo. Alejandro y Vilma ya no se congregaban allí, pero ahora podían comprender el significado de aquellas palabras.

Sol hoy tiene profundas cicatrices en su cuerpito, resultado de las heridas que sufrió y las operaciones a las que fue sometida para salvar su vida.

Sin importar si se trató de una intervención quirúrgica, accidente o un hecho violento, las cicatrices siempre hablan de un evento traumático. A menudo vemos personas con cicatrices. Cualquiera sea su origen, las personas que tienen cicatrices en su cuerpo también las llevan en el alma.

Tobillos quebrados

Bella ( * )

“Ella era Bella, frágil como una rosa,
él era una bestia esclavo de sus impulsos.
(…)
Hay tantas cicatrices, ya no puedo más;
me duelen las entrañas de tanto sangrar. (…)
Ya no sé cuánto tiempo más podré aguantar,
ya no me quedan lágrimas para llorar.  (…)”
Porta y Norykko. “La Bella y la Bestia”

(Todos los derechos reservados. Se transcriben breves fragmentos en los términos del uso legalmente permitido con propósitos estrictamente educativos y formativos).

Tiempo atrás, mi esposa vio a Bella ( * ), una joven de unos 19 años. Caminaba solitaria con un bebé en un cochecito. En su teléfono celular sonaba el tema del que transcribimos breves fragmentos más arriba... Grandes lágrimas bajaban por su rostro, iba llorando mientras lo escuchaba. La escena fue más que elocuente. Evidentemente la letra del tema algo tenía que ver con su vida.

Cristian ( 1 )

Los papás de Cristian se casaron muy jóvenes al saber que la joven había quedado embarazada. Todo anduvo bien hasta que nació Cristian. Poco tiempo después, comenzaron los problemas. No estaban preparados para una vida juntos. La rutina y las responsabilidades hicieron estragos en las precarias mentes de los jóvenes padres. Cada uno comenzó a sentir la necesidad de “salir”, de “divertirse”, de “recuperar” su vida antigua y sus amigos. Es así como al tiempo, cada uno salía por su lado. Ella con sus amigas a bailar; él a otro boliche con los suyos. El bebé permanecía solo en el departamento a oscuras durante largas horas hasta que alguno de sus padres llegaba de vuelta.

Cuando Cristian tuvo tres años de edad vino la separación. El papá desapareció sin dejar rastros. La joven mamá se juntó con otro hombre y dejó al niño al cuidado de la abuela, quien sólo se pudo ocupar de él durante un año. Falleció tiempo después.

Un tío recién casado se hizo cargo de Cristian. El y su esposa le prodigaron amor y cuidados como si fuera su propio hijo. Un par de veces apareció su mamá a verlo y le prometió llevarlo con ella, pero eso nunca sucedió.

Cristian desarrolló un asma severo y varias veces fue a parar al hospital de urgencia a punto de morir. Por otra parte, a pesar del amor que le brindaron generosamente sus tíos, él nunca tuvo la capacidad de sentirse realmente amado. Finalmente murió a la edad de diez años en medio de su última crisis de asma.

Los profesionales que lo habían atendido durante su corta existencia, coincidieron totalmente en dos aspectos: esto se pudo haber evitado y Cristian murió más de pena que de asma.

Alrededor nuestro hay personas que sufren. En nuestras familias hay personas con dolor. En nuestros trabajos hay seres cuyas almas lloran. En nuestras iglesias hay gente redimida por Cristo pero amarga, frustrada, doliente. Vivimos y luchamos con dolor en el corazón, aún después de haber experimentado un encuentro con Jesús.

Tal vez un accidente, una separación, la partida de un ser amado. Tal vez la penosa y triste experiencia del abuso de cualquier índole y grado que sea. Tal vez rechazo, la frustración de un hijo que no fue, o un terrible desengaño. Sin importar circunstancias ni tiempos, las historias que aquí exponemos suscintamente poseen al menos un denominador común: Un alma herida, que sangra, que llora. Un alma con sus tobillos rotos, bloqueada, imposibilitada de caminar.

La Biblia nos presenta una historia de tobillos rotos.

Y Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo lisiado de los pies.  Tenía cinco años de edad cuando llegó de Jezreel la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán,  y su nodriza le tomó y huyó;  y mientras iba huyendo apresuradamente,  se le cayó el niño y quedó cojo.  Su nombre era Mefi-boset.
(2 Samuel 4:4 RV60)

Dijo David:  ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl,  a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán? Y había un siervo de la casa de Saúl,  que se llamaba Siba,  al cual llamaron para que viniese a David.  Y el rey le dijo:  ¿Eres tú Siba?  Y él respondió:  Tu siervo. El rey le dijo:  ¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl,  a quien haga yo misericordia de Dios?  Y Siba respondió al rey:  Aún ha quedado un hijo de Jonatán,  lisiado de los pies. Entonces el rey le preguntó:  ¿Dónde está?  Y Siba respondió al rey:  He aquí,  está en casa de Maquir hijo de Amiel,  en Lodebar. Entonces envió el rey David,  y le trajo de la casa de Maquir hijo de Amiel,  de Lodebar.
(2 Samuel 9:1-5 RV60)

Al saberse de la muerte de Saúl y Jonatán, la nodriza tomó al niño y huyó con él. Cuando un rey moría en batalla comenzaba una verdadera “caza de brujas”. Los siervos del vencedor buscaban a los familiares del rey muerto con el objeto de matar a todo posible sucesor o pariente que en algún momento estuviese en condiciones de heredar o reclamar el trono.

La nodriza intuyó que Mefi-Boset -en ese entonces un pequeñito de cinco años- corría peligro de muerte, tomó al niño y emprendió una apresurada fuga con él. En la huida, el niño se le cayó y se quebró ambos tobillos, quedando lisiado de por vida. Esta historia es rica en datos y eventos, pero rara vez nos enfocamos en los tobillos de Mefi-Boset. Mefi-Boset permaneció oculto en un sitio llamado Lodebar, que significa “sin pasturas”. Siendo un príncipe, vivió su niñez y buena parte de su juventud en un sitio árido, como un hombre pobre, despojado de todo lo que le pertenecía y lejos del palacio real.

Sus tobillos debieron doler en extremo al romperse. Continuaron doliendo en el transcurso de los meses siguientes, entretanto sus huesos se volvían a unir lenta y desordenadamente. No había los poderosos analgésicos de hoy para mitigar el espantoso dolor de esos pequeños y frágiles huesitos rotos. Años después con los cambios de temperatura y al crecer debieron seguir causando molestias y dolores, además de la pérdida de la movilidad y las limitaciones para valerse por sí mismo.

Las heridas cicatrizaron. Los huesos se soldaron nuevamente; mal, pero se soldaron. Pero difícilmente Mefi-Boset haya tenido oportunidad un sólo día de su vida de olvidarse de aquella trágica jornada en que siendo un pequeño niñito, además de haber perdido a su padre y a su abuelo, también quedó lisiado de por vida. Es una historia de mucho dolor, físico y del alma.

Hay muchas almas con tobillos quebrados. No los de los pies. LOS DEL ALMA. No caminan, pero no por que no quieran hacerlo. No lo hacen PORQUE NO PUEDEN. A menos que el Carruaje Real se presente a sus puertas y alguien tenga a bien ayudarlos a subir a él, difícilmente van a poder salir de su “Lodebar”.

Es por eso que hay tantas personas que habiendo experimentado un encuentro personal con Jesús aún continúan sufriendo. Es que todo les ha sido perdonado, pero no todo ha sido sanado.

Nunca bajó de los cielos una “unción especial” que sanara los pies de Mefi-Boset. Al menos la Escritura no dice nada al respecto. Pero Mefi-Boset se sentó a la mesa del rey, y eso es lo que nos importa.
La Puerta del Dolor
Hace ya casi un año atrás, mi hija extravió en la vía pública su teléfono celular. Era un equipo valioso, con muchas funciones. Para ella tenía más valor afectivo que material. Cuando por fin me dijo lo que pasaba me dio mucha pena. Pero más pena me dio verla tan triste y apesadumbrada, que la propia pérdida del teléfono, que ya de por sí no era un detalle menor. La abracé y le prometí comprar otro de las mismas características en cuanto me fuera posible. No obstante, luchaba en mi interior con una intensa amargura mezclada con bronca y duelo por la pérdida. Todavía no terminaba de pagarlo cuando se perdió.

El tiempo pasó. El hecho se olvidó. Sin embargo, cuando comenzaba a escribir el presente artículo, estudiaba y me documentaba, ¡me sorprendí al descubrir que a pesar del tiempo transcurrido todavía no había logrado perdonar a mi hija! Una vez más volvimos a conversar sobre el tema, recordar las tristes circunstancias de la pérdida y lo que significaba. Finalmente le dije con sinceridad que recién ahora venía a descubrir que no había sido capaz de perdonarla. Si bien el recuerdo ya no estaba en mi mente consciente, permanecía vivo “algunas capas más abajo” y me seguía torturando. Conocer esto y haber podido sacarlo a la luz me hizo bien. Nos hizo bien a los dos.

Tuve que identificarlo, recordarlo, “entrar a buscarlo” y “sacarlo afuera” exactamente por la misma puerta por donde había entrado. Tuve que “volver a sentir lo que sentí”, tuve que recordar y “volver a pensar lo que pensé” en aquel momento.

Esta no es una situación dramática ni mucho menos traumática; tampoco reviste suma gravedad, claro está. Pero resulta ser suficiente para poner en evidencia un mecanismo inconsciente que es parte de la naturaleza heredada de nuestro padre Adán, que siempre está y es el responsable de una buena parte de nuestros sufrimientos. Paradógicamente, también es el medio de cura para las heridas del alma.

Nuestra mente Consciente retiene sólo las experiencias más recientes. A medida que transcurre el tiempo, va “archivando” recuerdos en una capa más profunda que se denomina Subconsciente. A ella se puede acceder después de cierto tiempo con algún esfuerzo, voluntad y ayuda. En la práctica, es cuando los recuerdos “se olvidan”. Lo cierto es que no se olvidan. Permanecen allí, solo que nuestra mente consciente no tiene acceso directo a ellos. En un sentido, viene a ser como el sistema operativo de las computadoras. Cuando uno “borra” algo, en realidad no está “borrado” en el cabal sentido de la palabra. ¡Aún permanece allí! Sólo que el sistema lo pasa por alto, lo ignora.

Transcurrido un tiempo suficiente, nuestra mente “archiva” las experiencias en una capa mucho más profunda, el Inconsciente. En esa instancia ya no es posible traerlo al Consciente, sino solamente identificarlo, percibir sus síntomas, “escuchar sus latidos” con la ayuda profesional idónea.

Este proceso es normal. Sucede constantemente. Es válido para todas las circunstancias. Tanto para aquellas que nos proporcionaron placer y alegría como para aquellas que nos ocasionaron tristeza y dolor. En el caso más benigno es “Olvido Pasivo”. No significa que está “olvidado” significa que no podemos recordarlo concientemente. El “Olvido Activo”, en cambio, es un evento doloroso. Se guarda en las mismas condiciones que el olvido pasivo, pero la mente lo reprime por ser doloroso. No se ha olvidado, está ahí y porque no podemos recordarlo conscientemente lo creemos olvidado, pero definitivamente: está ahí y continúa doliendo.

La puerta de la herida
Como cristianos, pasamos muchas veces por circunstancias penosas que generan sentimientos inadmisibles e incompatibles con la fe que profesamos. Miedo, angustia, bronca, odio, rencor, son palabras que no deben figurar en el diccionario de un creyente. Sin embargo, ahí están. El diablo conoce esta debilidad y no duda en sacarle el máximo provecho a su favor.

Los cristianos, justamente por considerar estos sentimientos incompatibles con la fe, somos quienes mayormente tendemos a reprimir y olvidar las experiencias negativas. Cuando el cristiano reprime, “entierra” algo en su propia tumba que tendrá poder de continuar ocasionándole daño de por vida a menos que haga algo al respecto. Abre una puerta al reino de las tinieblas.

...  yo he venido para que tengan vida,  y para que la tengan en abundancia.
(Juan 10:10 RV60)

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo;  y todo vuestro ser,  espíritu,  alma y cuerpo,  sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
(1 Tesalonicenses 5:23 RV60)

La puerta de la herencia

Hay situaciones que se “heredan” y se transmiten de generación en generación, a menos que alguien tome conciencia y se atreva a “romper la cadena”.

José ( * ) Cuando niño escuchó numerosas veces de su madre decirle: “¡Qué castigo tengo yo con vos!”. Generalmente se lo gritaba en un momento de ira cuando hacía alguna travesura. Lo cierto es que jamás hubo una disculpa y el mensaje que le llegó a José, es que su madre estaba convencida de que él muy lejos de ser la alegría del hogar, era un castigo de Dios. Cuando adulto desarrolló un carácter irascible, neurótico y conflictivo. Sentía que era mejor no haber nacido, que no merecía ser feliz y que en donde intervenía echaba todo a perder. Tardó mucho tiempo en darse cuenta del error de su madre, descubrir sus propios valores y que a menos que perdonara a su madre, él repetiría la misma historia con sus hijos.

La violencia intra-familiar y el abuso sexual también son situaciones que se “heredan” y se vuelven a repetir de generación en generación. Un hijo golpeado, tiene muchas probabilidades de ser cuando adulto, padre golpeador. Un niño o niña víctima de abuso sexual, muy probablemente también se convertirán en una madre o padre abusadores.
La Puerta del Pecado
Bella ( * ), la joven de un ejemplo anterior, iba llorando con un bebé en su cochecito mientras escuchaba un tema relacionado con la violencia. Lo cierto es que no conocemos su historia, sólo nos limitamos a ser objetivos con lo que observamos. Pero su soledad, su bebé y sus lágrimas nos hablan claramente de una situación triste probablemente originada en el pecado.

Marta ( * ), una joven cristiana hija de padres cristianos rompió una relación de varios años con su novio, también creyente, cuando ya tenían serios planes de casarse. El la maltrataba, la humillaba. Marta tuvo una niñez y juventud difícil. Su madre sumisa y sometida. Su papá dominante, posesivo y autoritario.

Tiempo después de romper con su novio, cayó en pecado. Se alejó de la iglesia y se juntó con un hombre casado, que también la maltrató, pero con quien tuvo tres hijos. Años más tarde,  terminó la relación con este hombre y se casó con otro mucho mayor que ella. Tuvo una niña con él, pero los problemas no terminaron.

No importa cómo sigue esta historia. Lo que nos demuestra a las claras es la fragilidad de nuestra humanidad. Todos tenemos un umbral propio a partir del cual, una contingencia de la vida tiene la capacidad “de sacarnos fuera de circuito” y hacernos caer en pecado. Para algunos, ese umbral está más alto que otros, pero todos tenemos uno y el diablo lo conoce mejor que nosotros.

Tanto Marta, como Bella son ejemplos de tantos casos de jóvenes –y no tan jóvenes– que se hunden más y más en la ciénaga del pecado en busca de una salida a su dolor. Andrés, el niño de nuestro primer ejemplo al comienzo del presente documento, no pudo soportar más su pesar y decidió ponerle fin a su existencia. Otros, en cambio, prefieren una muerte en vida. Se hunden en el alcohol, en el sexo, en el cigarrillo, en el juego, en las drogas.

La puerta del ocultismo

César ( * ) creyente en Jesús y actualmente con casi medio siglo de vida, aún recuerda que siendo muy pequeñito (tal vez entre tres y cinco años de edad) encontraba velas humeantes en el jardín de la vereda y en el umbral de la puerta de calle de su casa. Su madre le echaba las culpas a una mujer que vivía a un par de casas de la suya. Afirmaba que era bruja.

César siempre supo dentro suyo que algo malo había en esto y que lo había marcado de alguna manera. Una niñez con la salud comprometida, pensamientos de suicidio a los dieciocho años de edad, fracasos laborales, espirituales, problemas de familia, lo habían acompañado hasta el presente. El había experimentado un encuentro con Jesús para Salvación, pero su vida no había mejorado gran cosa. Asimismo, su madre habiendo tenido la posibilidad de tener un buen pasar, terminó sus días en soledad y pobreza. Cuando hablamos de esto, le pedimos al Señor que “cortara” cualquier mal que pesara sobre él, que cerrara y sellara con su sangre, esa puerta abierta al reino de las tinieblas. A partir de entonces, su vida comenzó a mejorar y tuvo una mejor relación con su familia.

La mamá de Rocío ( * ) y Josefa ( * ), su cuñada, practicaban rituales “para curar el empacho y el mal de ojos”.  Tal vez su abuela lo hacía también. Cuando Rocío se casó con Felipe ( * ) fueron a vivir a casa de los papás de ella para poder cuidarlos. En esa vivienda se percibía “una extraña presencia” sin poder precisar qué o quién era. Era como si “alguien más” estuviera allí. A veces se percibían perfumes extraños, desconocidos, sin poder precisarse su origen. En una oportunidad varias personas vieron moverse una sombra, como huyendo. Con frecuencia aparecían cosas en el suelo, que habían estado sobre algún mueble sin la más remota posibilidad de caerse, a menos que alguien las tomara y las dejara caer deliberadamente. Muchas veces pensaron que la “responsable” de las caídas era “María Mercedes” una hermosa gatita angora, pero en una oportunidad Rocío pudo ver azorada cómo un reloj de pulsera que se hallaba en el centro de una mesa, literalmente “saltó” y se estrelló en el suelo.

Felipe, por su parte, era abordado en ciertas ocasiones por terribles pensamientos y deseos negros y perversos.

Rocío y Felipe eran creyentes, oraban por protección al Señor y no creían en estas cosas. Tampoco les temían. Después de todo, nunca pudieron hacerles mayor daño, o al menos eso es lo que parecía. Pero una situación familiar los obligó a abandonar esa casa. A ella se mudaron el hermano de Rocío y su cuñada Josefa ( * ) con sus hijos.

Josefa, su esposo y los hijos habían hecho profesión de fe en Nuestro Señor y todos eran bautizados, pero estaban muy alejados del Señor hacía mucho tiempo. Josefa, aún después de su encuentro con Jesús para Salvación, continuó practicando rituales para curar “el mal de ojos”.

Tras breve tiempo de haberse cambiado a esa casa, Josefa murió tras experimentar un estado de demencia. Pocos meses después, y en medio de un terrible sufrimiento físico y mental, murió su marido, hermano de Rocío. Ambos, en menos de un año. Aún eran personas relativamente jóvenes y físicamente sanas a quienes todavía les quedaba un buen trecho de vida por delante.

Y pasando Jehová por delante de él,  proclamó:  ¡Jehová!  ¡Jehová!  fuerte,  misericordioso y piadoso;  tardo para la ira,  y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares,  que perdona la iniquidad,  la rebelión y el pecado,  y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado;  que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos,  hasta la tercera y cuarta generación.
(Éxodo 34:6-7 RV60)

El ocultismo es una de las armas más formidables que posee el diablo. No debe bajo ningún concepto ser subestimada ni menospreciada. Tan sólo una “inocente consulta” al horóscopo ya vincula a una persona a prácticas ocultistas y es suficiente para abrir una puerta al reino de las tinieblas.

Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías,  a los sacerdotes de segundo orden,  y a los guardianes de la puerta,  que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos para Baal,  para Asera y para todo el ejército de los cielos;  y los quemó fuera de Jerusalén en el campo del Cedrón,  e hizo llevar las cenizas de ellos a Bet-el. Y quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá,  y en los alrededores de Jerusalén;  y asimismo a los que quemaban incienso a Baal,  al sol y a la luna,  y a los signos del zodíaco,  y a todo el ejército de los cielos.
(2 Reyes 23:4-5 RV60)

Cuando un niño tiene la oportunidad de crecer en un hogar sano, con convicciones cristianas, tiene la libertad de expresar en sus propios términos sus pesares, caídas y angustias. Sus padres y el entorno familiar pueden ofrecer la contención necesaria y aportar los estímulos para que el niño aprenda a levantarse de sus caídas y crezca fuerte y sano.

Lamentablemente no siempre ni en todos los hogares los padres están en las debidas condiciones de saber escuchar, interpretar y ayudar al pequeño a superar sus dolores. No siempre hay un ambiente de contención en su hogar, por lo tanto guarda heridas sin curar no teniendo a dónde recurrir en busca de ayuda.

Un alma herida hace daño, crea más almas heridas.

Por ello es que muchas heridas se transmiten de generación en generación. Los mismos errores, malas enseñanzas o falta de ellas se van transmitiendo desde las familias de origen hacia las nuevas. El Señor, Inventor del hombre, conoce perfectamente este mecanismo. No es de extrañarse, por tanto que visite “la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos,  hasta la tercera y cuarta generación”.
Cómo se produce una herida en el alma.
Hay tres componentes fundamentales que intervienen en este proceso:

-Intensidad del evento
Hay situaciones más o menos benignas. Hay otras que son verdaderamente escalofriantes, como ser víctima de violencia o de abuso, o sufrir un terrible accidente. El hecho, la situación que genera el trauma tiene distintos niveles propios de intensidad y cada uno de nosotros tiene su propio umbral de soporte.

Estela ( * ) vivía con sus dos hijos y esposo en una linda casa. Su marido trabajaba en relación de dependencia en un aeropuerto y en forma independiente reparando relojes (corrían los años ´70; en esa época los relojes eran todos mecánicos). Cierto día de invierno, el bebé, que hacía poco caminaba, se volcó en sus ropitas combustible de avión que el papá empleaba como solvente para lavar las piezas de los relojes. Al pasar mojado en nafta de avión frente a una estufa encendida, se desencadenó en pocos segundos un drama sin precedentes. La casa se incendió y el bebé y el papá murieron. El hijo mayor, de unos nueve años, resultó ileso porque se encontraba a suficiente distancia del desastre y salió corriendo a pedir ayuda a los vecinos. La mamá sobrevivió, pero con terribles quemaduras en las manos, cara y cuerpo al abrazar al bebé envuelto en llamas. “Lo tomé con soda” es lo que comentaba. Significa que “diluyó” el trauma entre un poco de fe y la búsqueda de algo positivo entre tanta desgracia. Se conformó pensando que hubiera sido peor que ambos sobrevivieran en el estado en que habían quedado. Además el bebé “ya está en el cielo y descansa en paz”, agregó. Años después Estela se suicidó.

-Incapacidad para responder adecuadamente al evento
Sin importar la intensidad del evento desencadenante, hay personas que están mejor o peor preparadas que otras para vivirlo. Para algunas una terrible catástrofe puede ser remontada tan sólo con algún grado de dificultad. Para otras, un evento doloroso pero absolutamente natural, como la ausencia de alguno de los padres en la edad adulta puede convertirse en un desastre con tremendas consecuencias.

Silvia ( * ) hoy tiene cuarenta años de edad. Soltera, hija única, convive con sus padres, ambos ancianos ya. Cuando tenía ocho años de edad, estuvo a punto de morir por causa de un accidente doméstico. A partir de este traumático hecho, hasta la actualidad, a pesar de ser una profesional laboralmente exitosa y destacada, vive bajo la sobreprotección de sus padres que la cuidan, sirven y tratan como si aún fuera una niña.

Nos dijo: “Si mis padres se mueren, yo no sé qué sería de mí. Me tiro en una cama y me dejo morir”. Incapaz de valerse por sí misma, a pesar de su edad, el hecho de la ausencia de alguno de sus padres y su dependencia no resuelta, le podrían desencadenar un trauma de proporciones impredecibles.

En un mismo sentido, en un extremo de las situaciones un bombero no viviría ni reaccionaría de la misma manera que cualquiera de nosotros ante el incendio de su propia casa.

Paralizarse de miedo, sentirse absolutamente impotente e incapaz de controlar la situación frente a un hecho de aristas traumáticas es lo más común que dicen haber sentido las personas que han tenido la penosa experiencia de pasar por ello. Más allá de la preparación que tengamos o no, un evento se convierte en trauma en la medida en que supera nuestra capacidad de responder ante él.

-Trastorno y efecto desequilibrante que ocasiona el evento
Esther ( * ) vivió cuando niña en el campo, en una granja. Cuando estalló la guerra de guerrillas en su país, su granja fue invadida y completamente incendiada. Recuerda a su padre suplicando a los guerrilleros por sus vidas y por que no violaran a las mujeres y niñas, entre las que ella se encontraba. Cuando adulta desarrolló fobia al campo y particularmente a las culebras, inclusive sufrió una internación en una institución psiquiátrica a causa de su fobia. Las penosas circunstancias que vivó cuando pequeña, dejaron profundas secuelas en su ser. En un ejemplo más arriba, Estela después de varios años de su terrible tragedia, decidió terminar sus días suicidándose.
Causas de heridas
El mal concepto de Dios
Daniela ( * ) es hija de misioneros. Entregó su vida a Cristo siendo aún muy pequeña, pero cuando adulta desarrolló un temor exacerbado hacia Dios. Para ella, Dios era una entidad pendiente de todos y cada uno de sus actos y pensamientos, buscándole el menor desliz para castigarla severamente. Cada cosa mala que le sucedía, la atribuía a un castigo de parte de Dios.

Cuando pequeña, se vio exigida en extremo y soportó una rígida disciplina con severos castigos, ya que como familia de pastores, según su padre, debía ser ejemplo. No podía darse el lujo de comportarse ni ser como una niña normal.

Sergio ( * ) Hijo único de madre soltera y padre prácticamente ausente. Su mamá lo sobreprotegió en extremo. Sólo tenía que abrir su pequeña boquita para reclamar lo que se le antojaba y tenerla a su mamá al servicio de sus demandas. A la edad de 18 años entregó su vida a Nuestro Señor. Tuvo muchas pruebas y dificultades en su vida cristiana. Tardó mucho tiempo en descubrir que con frecuencia oraba al Señor como reclamándole lo que quería, como pretendiendo en lugar de servir a Dios, ponerlo a El a su servicio, tal como lo hacía con su mamá. Asimismo, cuando se veía involucrado en dificultades, creía que Dios era “ese gran ausente”. Nunca en verdad, había podido experimentar plenamente la presencia de Dios en su vida, como las reiteradas y habituales ausencias de su padre durante su niñez.

La imagen que tenemos de nuestros padres es la misma que tenemos de Dios y nos marca la relación que hemos de tener con El. Con demasiada frecuencia los padres olvidamos, o lo que es peor, IGNORAMOS esto.

Sobreprotección
Cuando era maestro de la Escuela Bíblica, en cierta oportunidad visité a una familia muy particular. El niño –mi alumno– de diez años de edad parecía apocado e inseguro. Cuando conocí su familia, especialmente a su mamá, supe qué pasaba. Ella era dominante, sobreprotectora, respondía todas las preguntas, hacía y decía todo por él. Cuando como padres asumimos esta actitud, le estamos transfiriendo este mensaje al niño: “no sabés ni podés hacer nada bien, mejor dejá que lo haga yo”.

Sergio, el mismo de un ejemplo más arriba, nos manifestó algo parecido. Cuando adulto tuvo que luchar contra esto también, ya que una baja autoestima fue desencadenante de muchos de sus problemas.

Violencia
Marta (véase “La puerta del pecado” algunos párrafos anteriores) fue víctima de maltrato con su primer novio. Con el segundo, el hombre casado con quien tuvo tres hijos, también sufrió maltrato. Es cuando la violencia se convierte en cosa normal. La violencia, en cualquier forma y grado que sea, (física, verbal, emocional o sexual) deja secuelas intensas. A tal punto que se convierte en un hábito de vida. No es de extrañarse que una chica que ha sido objeto de violencia caiga vez tras vez en nuevas relaciones violentas. Cuando hallan a alguien que las trata con amor y respeto, creen que es demasiado para ellas, que son muy poca cosa para él, que no lo merecen y lo dejan.

Rechazo y abandono. 
Es necesario llenar el vaso del niño de amor. (Véase el caso de Cristian, al principio de este documento, sección “Tobillos quebrados”). Si este vaso no se llena, nunca se podrá llenar en su vida. Es por eso que de adulto puede ser muy amado, pero nunca se sentirá suficientemente amado y no podrá dar ese amor que no tiene.

El bebé se da cuenta si es rechazado o no. Hay madres que cuidan al niño con disgusto, por compromiso, porque ya lo tuvieron y ahora no les queda otra que cuidarlo. Cuando grande no sabrá por qué pero muy en lo profundo de su ser, seguirá sintiéndose rechazado.

Cuando uno de los padres simplemente se aleja, un mensaje que se les transmite con suma claridad a los hijos, es “ya no me importas”. El rechazo indirecto es uno de los mensajes más sutiles pero terriblemente efectivo y base de la baja autoestima. “No le importo, soy poca cosa”

En este punto, también es necesario mencionar que la muerte de un ser amado del cual existía cierta dependencia (no importa si económica, física o afectiva) en muchas oportunidades ha sido interpretada como un abandono. En otras ocasiones, se ha culpado a Dios por haberse llevado al ser amado.

Abusos
(Sexual, violación, abuso espiritual)

Los niños que han sido objeto de abusos sexuales o violaciones son los mejores actores. Es muy difícil, a menos que estemos atentos a indicios y síntomas,  descubrir que un niño está siendo objeto de abusos de esta índole. “De eso no se habla”. Hace un año saltó a los medios de prensa el caso en nuestra provincia de Mendoza conocido como “el chacal de la Cuarta Sección”. Un hombre que tuvo siete hijos con su propia hija, que cometió reiterados y sistemáticos abusos durante veinte años contra ella desde que era una niña y ahora lo hacía contra sus propias hijas-nietas. Conocimos a una de las víctimas. Nada hacía presumir el drama por el que le había tocado pasar.

Estas situaciones desencadenan profundos traumas, entre ellos el autodesprecio por sus personas y sus cuerpos. Muchas víctimas de abuso sexual o violación dentro del seno intra-familiar terminan creyendo que es la única forma de obtener y expresar afecto o que no sirven para otra cosa. Otras terminan sus días en la droga o en el suicidio.

El abuso espiritual

Esteban ( * )
A la edad de diecinueve años llegó a una pequeña iglesia en medio de profundos conflictos familiares en su vida. Hacía pocos meses había descubierto que su vida era resultado de un error de su padre con otra mujer (su mamá), que no era justamente su esposa. Eso lo tenía mal. Por aquella misma época había entregado su vida al Señor y venía de una iglesia grande y muy linda, pero que no le daba lo que necesitaba. El ministro de esta nueva iglesia se mostraba simpático, afable, de trato afectuoso. Con convicciones firmes y respondía a todas sus preguntas sobre Dios y la Biblia. Parecía tener muchos conocimientos y eso le gustaba a Esteban. Además le brindó desde un principio un trato un tanto paternalista. “Esto es justo lo que necesitaba, gracias, Señor” dijo Esteban. Esteban se puso a trabajar para el Señor con pasión y entusiasmo sin dejar de aprovechar cada oportunidad que se le brindó y aún buscando nuevas. Pero pronto comenzaron los conflictos. La relación afectuosa que tenía con el ministro y su familia se fue tornando ríspida y difícil, los problemas no terminaban y sus conflictos internos parecían no tener fin. Un día la esposa del ministro resolvió “un problema” con Esteban de la peor manera. Utilizó información confidencial de su situación familiar para quebrarlo anímicamente y lograr su sumisión a la autoridad del pastor. Al principio se quebró, rompió en lágrimas y pidió perdón. Pero tiempo después descubrió que había sido objeto de una manipulación para conseguir su sumisión al autoritarismo del ministro. Ese día resolvió apartarse de aquella iglesia, aunque lo concretó un par de años después. Cuando se alejó se sintió terriblemente culpable y tuvo la necesidad de regresar “arrepentido por lo que había hecho”.

Sólo muchos años más tarde pudo comprender que se trataba de un ministro dominante, autoritario y manipulador, cuyo blanco predilecto de sus prácticas eran justamente los jóvenes con situaciones familiares comprometidas, solitarios y por lo tanto desprotegidos y fácilmente manipulables.

Pedro ( * ) y su hermanita Juana ( * ) habían comenzado a asistir a esa misma iglesia desde muy chicos (tal vez seis o siete años). Ya de jóvenes Juana tuvo un tiempo de dejar de asistir por el trabajo, lo cual fue mal interpretado por algunas mujeres de lengua fácil como que estaba embarazada. Cuando Juana –de excelente testimonio– se enteró de esta calumnia volvió por un breve lapso a congregarse allí. Tal vez sólo asistió para demostrar que no estaba embarazada, porque al tiempo dejó de ir a esa iglesia y resolvió comenzar a congregarse en otra denominación.  Esta decisión produjo un gran enojo en el ministro, por lo que pidió hablar con Pedro. Pedro no tuvo problemas en explicarle cuales habían sido los motivos de su ida y le mencionó que apoyaba totalmente a su hermana en la resolución que había tomado ya que nunca hubo alguien que le diera la contención que necesitaba. El ministro lleno de resentimiento, le prohibió a Pedro volver a pisar su iglesia y aún hablarle a los hermanos, cosa que obedeció sin oponer objeción alguna. Ese ministro era SU pastor, ¡el que le hizo conocer a su Dios! ¡Cómo no hacerle caso! ¿Acaso iba a desobedecerle a su padre, si se enoja con él y le dice: “ándate de casa y no vuelvas!!!”? El respeto era reverencial. El tiempo y por sobre todo Dios, le hizo ver a Pedro que este mal ministro era sólo una persona igual a él, NO INFALIBLE y que podía equivocarse.

Años más tarde, Juana encontraría la muerte sirviendo como misionera en esta denominación en el sur del país. Es la crónica de cómo un chisme proveniente de gente herida hace daño; un mal ministro le cierra las puertas de su iglesia como si fuera de su propiedad; la ovejita se va a otra denominación y sirviendo en esa institución, un hecho fue hilándose con otro hasta llegar al desenlace que tuvo. Esto tal vez –y reiteramos, sólo tal vez– pudo haberse evitado con genuina fe, obediencia y amor de parte de quien debía brindar contención.

Aníbal ( * ) No nos fuimos de esa iglesia, NOS TUVIMOS QUE IR, que no es lo mismo. Hace ya varios años que no nos congregamos en ninguna iglesia. Sé que está mal pero ya no confiamos en nadie. Se armó un gran lío con el ministro, que es dominante, arbitrario y sumamente autoritario. Parece que la iglesia y los creyentes fueran propiedad de él. Nos hizo la vida imposible, no soportamos más y nos tuvimos que ir. Yo confio en el Señor, pero en tema de iglesias ya no podemos confiar más en nadie.


Muchas víctimas de abusos de diversa índole vienen a parar a nuestras iglesias buscando un alivio a su sufrir. Raramente podemos darnos cuenta de los dramas de vida que hay detrás de cada una de ellas, a menos que las conozcamos y tengamos la capacidad de desarrollar los vínculos de confianza necesarios. Muchas personas vienen a nuestras iglesias con conflictos, con pesares, con HERIDAS EN EL ALMA.

Hay ministros que explotan egoístamente a su favor estas situaciones. Una persona con dificultades familiares, con heridas en su alma, tal vez para cualquiera de nosotros puede pasar desapercibida, pero para estos chacales es fácilmente identificable y objeto de manipulación y dominio.

“Open Hearts Ministry Inc.” (Ministerio Corazones Abiertos Inc.) ofrece una esperanza concreta para quienes han sido víctimas de abusos. Véase la nota con Elizabeth Wright en apartado especial.

Conflictos familiares
Culpa, baja autoestima, soledad, miedo, angustia y depresión. Adicciones

Como hemos visto en los ejemplos de vida anteriores, una familia disfuncional, la culpa, la baja autoestima, la soledad el miedo que paraliza, la angustia y la depresión pueden causar serias heridas en el alma que deben ser ministradas, atendidas, llevadas a los pies de Cristo para que El tenga a bien sanar todas y cada una de nuestras dolencias. Asimismo, existe una marcada tendencia de caer en adicciones toda vez que no se encuentran las salidas auténticas y adecuadas.

Cómo se cura una herida

La verdad duele. Dolió cuando entró. Va a doler cuando salga.

A menudo después de un evento penoso en nuestras vidas (abuso, abandono, rechazo, violencia, etc.), tendemos a encerrarnos tras una puerta de silencio, de dolor. Reprimimos el recuerdo doloroso, lo olvidamos concientemente sin saber que sigue “vivo” y doliendo, enterrado en lo profundo de nuestra mente. En pocas palabras, nos encerramos en nuestra propia tumba. Es necesario abrir esas puertas, permitir que la luz de Cristo alumbre nuestro ser. No es grato recordar penosas circunstancias, sin embargo es necesario volver a sentir lo que sentimos en aquel momento, volver a pensar lo que pensamos, volver a enfrentarnos cara a cara con el dolor. Bucear en lo profundo de nuestra mente, ir a buscarlo, identificarlo, tomarlo y sacarlo a la luz para verlo esta vez, con otros ojos, como lo vería Jesús. Pero una vez visto, “sentido de nuevo” y conocido, PERDONAR. Perdonar no es un sentimiento, es UNA DECISION. Entonces y sólo entonces, se convertirá en un mal recuerdo, pero incapaz de hacer daño.

La única forma de enfrentar el dolor es hacerlo salir por la misma puerta por donde entró.
La entrega a Cristo
Es necesario entregar tu vida a Cristo y DEJARLE ENTRAR EN ELLA para que sane todas tus heridas, tal como el albañil tiene que entrar en la casa para realizar una reparación dentro de ella. No la puede hacer desde afuera.

En la historia de Mefi-Boset, expuesta en la sección “Tobillos quebrados” vimos cómo era necesario que el carruaje real se presentara a las puertas del “Lodebar” de las personas y que alguien las ayudara a subir a él.

Esto es un tipo de Cristo. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de ser un “Siba” que saque de su “Lodebar” a un Mefi-Boset con tobillos quebrados. Si el siervo de Saúl, Siba se hubiese quedado callado, Mefi-Boset nunca hubiera salido de ese sitio “sin pasturas” en el que se encontraba ni hubiera podido sentarse a la mesa del Rey. Sin embargo, cada uno de nosotros hemos sido un Mefi-Boset con sus tobillos rotos que hoy gozamos de la gracia y el perdón de Dios, que hoy estamos sentados a la mesa del Rey porque hubo un “Siba” en nuestras vidas que llamó al carruaje real y nos presentó ante el Rey de reyes.

Primero Señor de mi derrota, luego Señor de mi victoria

 Cuando hice al Señor, Señor de mi derrota, El fue Señor de mi victoria. Tuve que entregarle mi corazón roto para que Él lo tomara en sus manos y pudiera sanarlo. Dar el paso al costado y dejar que Él se hiciera cargo de mi carga.

ES NECESARIO ENTREGARLE A CRISTO CADA PESAR, CADA DOLENCIA, CADA HERIDA para que sea sanada con poder.

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,  y sufrió nuestros dolores;  y nosotros le tuvimos por azotado,  por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones,  molido por nuestros pecados;  el castigo de nuestra paz fue sobre él,  y por su llaga fuimos nosotros curados.
(Isaías 53:4-5 RV60)

Cuando Cristo sana, no desaparecen los malos recuerdos. Ya no duelen que es distinto. Podemos llevar cicatrices en el alma, pero ya no duelen.
Profilaxis espiritual

Hay personas  e inclusive ministros, que parecen ser “una plaga”. Abusivas, manipuladoras, siempre tienen a mano un comentario amargo, descalificante. Gente tóxica. Lo que nos corresponde hacer es apartarnos de tales personas, no exponernos a su veneno y orar por ellas. ES DEFINITIVAMENTE BIBLICO Y NECESARIO APARTARSE DE SU INFLUENCIA.

Una luz en la oscuridad

En una oportunidad, un pariente y hermano en Cristo, me jugó sucio. Me hundí en una espiral de odio y resentimiento. Tardé mucho tiempo en darme cuenta que al otro no le importaba que yo estuviera destruyendo mi propia vida y familia. Tardé tiempo en darme cuenta de que la justicia por la que yo clamaba, es la misma que se aplicaría contra mí si hubiera sido yo el ofensor. Es la misma justicia, el mismo tribunal, la misma ley.

Otorgar perdón no significa darle via libre al otro para que siga ofendiendo. No es renovarle el crédito. No es exponerse a la necedad de una persona no arrepentida que no tendría problemas en continuar haciéndonos daño en la medida en que se lo permitamos. Nuestro perdón no es absolver de culpa y cargo a una persona no arrepentida a quien no le importamos. No es levantarle la sentencia. Es el principio de la cura.

Todas las personas tenemos un fuego interior. Algunas hacen de ese fuego una poderosa antorcha que brilla en medio de la oscuridad alumbrándole el camino a los demás. Otras, en cambio, con ese mismo fuego van quemando todo a su paso. Alguien dijo: “Donde Billy pisa no crece más el pasto”. Y así son: se conducen egoísta e irresponsablemente por la vida sin importarles el reguero de almas heridas que su accionar desaprensivo va dejando a su paso.

Tuve otra pariente de esas características. Hoy es una persona mayor. Vive en soledad porque nadie ha querido hacerse cargo de ella. A todos quienes alguna vez se acercaron a darle una mano, les causó daños y perjuicios de diversa índole. En algún momento de su vida hizo profesión de fe para Salvación en Nuestro Señor. Pero años después respondiendo a una invitación para ir a la iglesia, dijo: “Yo no quiero saber nada con esa porquería”. A quien esto escribe, cierta vez profirió un insulto desde lo profundo de su entenebrecido corazón: “Caín” me dijo, a causa de una torpeza involuntaria y propia de niño. 

El sana a los quebrantados de corazón,  Y venda sus heridas.
(Salmos 147:3 RV60)

Y perdónanos nuestras deudas,  como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
(Mateo 6:12 RV60)
Como padres, debemos perdonarlo muchas veces al niño. Si el niño no recibe perdón hasta desbordar el vaso cuando sea grande no tendrá perdon para perdonarse a sí mismo ni para perdonar a nadie. Por supuesto, esto sin perjuicio de una sana y amorosa disciplina.

Como cristianos sabemos que tenemos que perdonar a otros. Todos en alguna medida tenemos en nuestras vidas a una nodriza que nos dejó rodar por el suelo y nos rompió los tobillos. A menudo tratamos de "amasar" los sentimientos hasta que alcanzamos a sentir algo parecido al perdón. Entonces decimos que perdonamos a la persona que nos hizo daño, y reprimimos todo el dolor que sentimos en cuanto al asunto. Pero definitivamente ¡ESO NO ES PERDÓN!

¡Que se muera la niña! ( 1 )

En casa había tres mujeres y un hermano varón. Mi hermano mayor deseaba otro hermanito. Cuando yo nací fuimos mellizos: una nena y un varón. Pero desafortunadamente, el niño que nació después que yo murió a las pocas horas de haber nacido. Mi hermano mayor gritaba: “¡Que se muera la niña!” ya que su mayor ilusión era tener un hermanito varón. Por mi parte, siempre fui inquieta y me gustaba meterme delante de todo. La primera en responder, la primera en levantar la mano en clase, la primera en entrar, etc. Eso me hizo creer que yo era la culpable de la muerte de mi hermanito. Que yo me había metido delante suyo y por eso había muerto. Viví como un varón hasta que pude entregar este dolor a Cristo y reconocer que Dios tenía planes para mi hermanito fallecido y para la niña que sobrevivió. AUTOACEPTACION y AUTOPERDON son necesarios en nuestras vidas. Si no, no vamos a poder perdonar a los demás.

¿Sientes que Dios se equivocó y si eres hombre debiste ser mujer? ¿Has aceptado tu sexo o rechazas lo que Dios ha hecho?

AQUI ESTA SU TARJETA, NO HABLE CONMIGO, HABLE CON MI ABOGADO.

Tras el fallecimiento de uno de mis cuñados, aparecieron por casa mujeres reclamando cosas. Lo cierto es que este pariente había dejado al término de su vida unas cuantas cosas desordenadas y muchos asuntos pendientes. Tal vez alguna razón deben haber tenido quienes venían a casa a hacer reclamos. Las cosas se pusieron en manos de los letrados. El estudio de abogados dejó su tarjeta en casa con la instrucción expresa: “No respondan nada ni se metan en problemas que no son suyos. Dénles esta tarjeta y díganles que hablen con los abogados”. Así lo hicimos y los reclamos se terminaron.

Hijitos míos,  estas cosas os escribo para que no pequéis;  y si alguno hubiere pecado,  abogado tenemos para con el Padre,  a Jesucristo el justo.
(1 Juan 2:1 RV60)

Si más tarde Satanás te dice: "Pero ¿es que no recuerdas lo que te han hecho?" Puedes responderle sin temor y decirle: "El 23 de mayo de 2010 (podés poner aquí tu propia fecha) yo eché eso sobre Cristo. El lo llevó por mí en la cruz y eso ya no tiene nada que ver conmigo; si usted quiere hablar en cuanto a este asunto, hable con Cristo. El problema ya no es mío”. Luego ora, "Señor Jesús, gracias porque Tú llevaste esa situación en la cruz por mí y me hiciste libre".
Hábitos de pensar
Nosotros como seres humanos desarrollamos hábitos al pensar. Cuando recordamos algo o a alguien que nos causó dolor, al mismo tiempo recordamos el dolor que tal persona o situación nos causó.

Todos hemos desarrollado estos "hábitos de pensar". ¿Cómo podemos romperlos? La Biblia nos dice:

No os conforméis a este siglo,  sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,  para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,  agradable y perfecta.
(Romanos 12:2 RV60)

Nosotros debemos tener nuestro entendimiento, o sea nuestra manera de pensar, renovado, cambiado.

¿Cómo se rompe el viejo hábito, la vieja manera de pensar?

Por lo demás,  hermanos,  todo lo que es verdadero,  todo lo honesto,  todo lo justo,  todo lo puro,  todo lo amable,  todo lo que es de buen nombre;  si hay virtud alguna,  si algo digno de alabanza,  en esto pensad.
(Filipenses 4:8 RV60)

Dios sabe cómo nos hizo

El sabe que la única manera que tenemos de cambiar la vana manera de pensar o vivir que hemos heredado (1 Pedro 1:18), es llenando nuestra mente con lo positivo.

Tal vez tenemos que aprender de aquella ancianita que solamente hablaba de lo bueno de la gente. Tenía Filipenses 4:8 escrito en su pensamiento. Si no podía decir nada bueno de alguien, no decía nada.

En este mismo pueblo, también vivía un viejo hombre de conducta vergonzosa y cuestionable. Como era un hombre influyente a pesar de todo, cuando él murió todo el mundo fue al entierro. Algunos jóvenes que querían burlarse de la anciana le preguntaron: "Ahora, abuela ¿qué nos va a decir de este sinvergüenza que se murió?"

Ella, después de pensar un rato, finalmente respondió: "Yo siempre he dicho que este señor tenía los dientes más lindos del mundo". ¡Era lo único positivo que podía encontrar para decir del hombre!, pero ciertamente, encontró algo bueno que afirmar.

Te va a hacer bien buscar alguna buena cualidad de cada persona que te haya causado un problema.
Crisis – Mirando dentro de la tumba
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro;  y mientras lloraba,  se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
(Juan 20:11 RV60)

La palabra “CRISIS” en chino, se compone de dos símbolos: “peligro” y “oportunidad”. (Angeles en tus tumbas. Guillermo H. Prein. Vergara. Buenos Aires. 2010. pg. 17)

María lloraba ante la tumba vacía de Nuestro Señor. Sólo veía lo que quería ver. Creía que el cuerpo del Señor había sido trasladado. No se dio cuenta de que era El mismo quien le estaba hablando.

Así es necesario que nosotros podamos salir de nuestra propia tumba. Mirar con valentía en su interior y ver lo que REALMENTE HAY no lo que queremos ver –o lo que es lo mismo– NO VEMOS LO QUE NO QUEREMOS VER.
Cuando sufrimos una amarga decepción nos encerramos en nosotros mismos, nos refugiamos en un punto donde perdemos contacto con el exterior, nos aislamos. NOS ENTERRAMOS EN NUESTRA PROPIA TUMBA y junto con nosotros, la felicidad, el gozo, los sueños y nuestros más caros anhelos.

Con cada crisis hay una oportunidad. Atreverse a salir de la propia tumba y ver en su interior es abrir la puerta, no esconderse tras una. Es sacar a la luz miedos, odios, cicatrices de maltrato, de violencia, frustraciones. Sacar a la luz las circunstancias penosas y dolorosas de la vida que hoy “duermen” en el inconsciente y continúan haciendonos daño a nosotros y a quienes nos rodean.

Alejandro y Vilma culpaban y no podían perdonar a Dios por lo que les había pasado. El deportista y Andrés hicieron de su casa, su propia tumba. Sol, en cambio, fue decidida. Quería vivir y eso es lo que logró. Hoy es una niña feliz.
CONFIANZA
“Ganarse” vs. “conquistar”

Como pastores, no debemos ocuparnos de “ganarnos” la confianza de quienes vienen a nuestras iglesias. MAS BIEN DEBEMOS ESTAR OCUPADOS DELANTE DEL SEÑOR EN SER MERECEDORES DE ESA CONFIANZA, que no es lo mismo. “Ser merecedor” de la confianza de alguien es el sujeto pasivo, es el ser merecedor de ella sin acreencias de ninguna especie. Es recibir la distinción. Es el otro el que te halló apto y por lo tanto decide otorgarte la condecoración desde lo profundo de su corazón.

Distinta es la “conquista”. Es la voz activa. Es el salir lisa y llanamente a apropiarse de la confianza del otro. Es literalmente arrebatársela, reclamarla de alguna manera. Constituirse en acreedor de la misma. Obtenerla a través de la treta psicológica. El empleo de sutiles estrategias de seducción. Lograr que el otro te entregue su confianza.

En la medida en que seamos merecedores de la confianza de las almas heridas, entonces podremos ser bálsamo para sus vidas.


( * ): Los nombres de los protagonistas de los hechos han sido cambiados a los efectos de preservar respetuosamente su privacidad. No obstante, los testimonios provienen en su totalidad de eventos y personas reales. Excepto los testimonios “Santuario”; “Cristian” y “Que se muera la niña” ( 1 ), el resto es investigación y compilación original de “La Roca” Ministerios.

( 1 ): “Santuario”: Nuestro Pan Diario Edición anual 2009. Publicaciones RBC Ministries. Michigan, EUA. 2008. David C. McCasland. Devocional del 14 de marzo.
“Cristian”: Sanidad del alma herida: Camino hacia la sanidad interior. Arline de Westmeier. Unilit. EUA. 1991. Pg. 36.
“Que se muera la niña”: La autoaceptación. Idem anterior. Pg. 63.

BIBLIOGRAFIA:

Biblioteca Bíblica electrónica “e-Sword”. Rick Meyers. EUA.
Concordancia exhaustiva de la Biblia. James Strong. Caribe. Miami. EUA. 2002.
Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Bruce-Marshall-Millard-Packer-Wiseman. Certeza Unida. Barcelona. 2003.
Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado. Vila-Escuain. CLIE. Barcelona. 2006.
Comentario bíblico. Mathew Henry. CLIE. Barcelona. 2006.
Angeles en tus tumbas. Guillermo H. Prein. Vergara. Buenos Aires. 2010.
Pastores que abusan. Jorge Ederly. e-book © by Jorge Ederly. EUA. 2002.
Sanidad interior y liberación. Guillermo Maldonado. e-book © by GM Internacional. EUA. 2003.
Sanidad del alma herida: camino a la sanidad interior. Arline de Westmeier. Unilit. EUA. 1991.
Sanidad del alma herida: cerrando las puertas abiertas. Arline de Westmeier. Unilit. EUA. 1993.
Sanidad del alma herida: llevando cautivo todo pensamiento. Arline de Westmeier. Unilit. EUA. 1997.
Ministrando sanidad interior en las heridas de la infancia. Daniel Bravo. Peniel. Buenos Aires. 1998.
El vino a dar libertad a los cautivos. Rebecca Brown. Whitaker House. EUA. 2000.
Rompiendo las cadenas. Neil T. Anderson. Unilit. Miami. 2001.
Perversiones sexuales. Bernardo Stamateas. Clie. Barcelona. 1997.
Gente tóxica. Bernardo Stamateas.Vergara. Buenos Aires. 2008.
Intoxicados por la fe. Bernardo Stamateas. Grijalbo. Buenos Aires. 2010.
Abuso sexual de niños. Danya Glaser-Stephen Frosh. Paidós. Buenos Aires. 1997.
Palabras cruzadas; del dolor a la verdad. Gabriel Rolón. Planeta. Buenos Aires. 2009.
La familia cristiana. Larry Christenson. Betania. EUA. 1970.
Atrévete a disciplinar. James Dobson. Vida. Miami. 1980.
Nuestro Pan Diario. RBC Ministries. Michigan, EUA. 2009.
Dante Gebel. Heridas del alma. Audio data.

Imagen: https://pixabay.com

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