Bienvenida, incredulidad de Tomás

Por: Luis Caccia Guerra para www.mensajesdeanimo.com


Alguna vez dije: “Creo, por eso a veces dudo”, toda vez que una fe sincera, genuina, no es ciega, pasiva, sumisa ni dogmática. Muy por el contrario, es dinámica, activa, motivadora, infunde esperanza, es motor de vida. Y a veces, por muy buenos creyentes que seamos, el incrédulo asoma en el escenario de la vida. No conozco persona sincera que niegue esta verdad. Todos en algún momento de la vida, afrontamos un mar de preguntas, cuando nuevas luces generan más sombras, cuando son más las dudas que las certezas.

La culpa, el desánimo, la frustración y la desesperanza, amigos inseparables de la incredulidad acuden pronto al llamado. Una ovejita solitaria lejos del rebaño, es blanco fácil de las patrañas del Gran Mentiroso (Juan 8:44).

Tomás, tuvo el elevado privilegio de conocer personalmente a Jesús, y aún así, afrontar un mar de dudas. Cuando Jesús le invita a tomar sus manos, tocar su costado, sentir las cicatrices de su cuerpo, pudo entonces identificarse con el dolor de Dios, con el inconmesurable amor de Dios, discernir la herida del Todopoderoso.

-¡Señor mío, y Dios mío!” fue el estallido de fe que se reveló en ese instante cual relámpago que transforma una negra noche en día, en el alma de Tomás (Juan 20:28).

Aún cuando Tomás se llevó una amorosa pero enérgica reprimenda de parte del Señor (Juan 20:29) hoy, a poco más de dos mil años de aquella escena, no puedo menos que prorrumpir en alabanzas a mi Dios, exclamar como Tomás “¡Señor mío y Dios mío!” y dar las gracias desde lo más profundo del corazón por la incredulidad, por el excepticismo de nuestro amado hermano Tomás, a quien, un poco más de tiempo y habremos de conocer personalmente.

Hoy ya no siento culpa por mis dudas, la actitud de Tomás me infunde aliento para enfrentarlas, me da valor para ir al altar del Altísimo y clamar delante de Su Presencia, como los apóstoles... porque esa es exactamente la clase de fe que quiero, la que proviene del Altísimo; mas no la mía, que es fluctuante, permanentemente invadida, amenazada, por sentimientos y emociones variables y engañosas del corazón de hombre natural.

Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
(Lucas 17:5 RV60)

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