Errar es humano, perdonar es divino
Por: Luis Caccia Guerra para
www.mensajesdeanimo.com
“Mi historia usted la conoce y es de eso
de lo que quiero hablarle, sobre el perdonar a quienes nos hacen o
nos han hecho daño, el perdonar con el corazón.
Varias son las noches en las que me he
quedado despierta pensando en el por qué me sucedió a mí, el por
qué pasar por lo que pasé. Y una luz me hizo recordar que tengo un
propósito por el cual estoy aquí, uno o varios propósitos.
Agradecerle a Dios porque sigo aquí por
darme la oportunidad de seguir viviendo, de hacerme feliz y hacer
feliz a quienes me rodean y me quieren. Un día lo pensé, lo
reflexioné, perdonaré a quienes me hicieron daño; es más, le pedí
a Dios que los bendijera y limpiara su cuerpo, mente y espíritu.
Parece difícil de entender o comprender,
pero créame; yo me siento bien, en paz, me liberé de una carga, y
hoy sonrío, no me afecta en nada, es más me siento bien al
perdonar. Le pedí a Dios que me ayudara a perdonar.”
Este escrito llegó a mi mail cuando daba
vueltas y vueltas y la inspiración parecía escaparse como el agua
entre las manos. Hoy tengo el privilegio, digo: el alto privilegio de
compartirlo contigo con la debida autorización de su autora. Gran
emoción me invade a la hora de leer la sencillez, pero a la vez tan
gran profundidad del contenido del texto.
Su autora, hoy es una joven creyente que en su
más tierna infancia fue objeto de terrible maltrato por parte de sus
padres. Finalmente, abandonada a punto de morir a raíz de las graves
heridas recibidas durante la última golpiza, ingresó en el circuito
de adopción y hoy vive feliz, estudia y transcurre sus días junto a
sus padres adoptivos, que creen en Dios, la aman profundamente y ven
en ella la más bonita bendición que el Señor pudo darles. Es que
un hijo buscado, siempre, siempre, siempre; es un hijo amado.
Hay personas que por mucho menos de lo que tuvo
que pasar esta joven, viven resentidas y decepcionadas. Aún dentro
de la misma iglesia hay personas así. A quienes todo se les perdonó,
pero ellas no tienen la capacidad de perdonar.
Viven años, tal vez toda una vida, amasando el
dolor, apretando el dolor en un puño, tratando de convencerse a sí
mismas que esto es perdonar. Nuestro perdón, el que como seres
humanos podemos dar, no renueva el crédito al ofensor. No lo
absuelve de culpa y cargo. Lo que hace es liberar tu alma de las
tenazas que te oprimen con dolor y te mantienen atado a tu
victimario, a la vez que libera desde los cielos eternos un raudal de
bendición, paz, bienaventuranza y gozo sobrenatural capaz de sanar
todas y cada una de las heridas de tu almita rota.
Errar, es humano, perdonar es divino, dice el
antiguo dicho popular.
Dice el Señor:
soportándoos
unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja
contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros.
(Colosenses
3:13 RV60)
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