Que se cumplan todos mis sueños
Por: Luis Caccia Guerra para
Mensajes de animo.com
Una de las oraciones que mi hija a pesar de las
dificultades, nunca olvida pronunciar es: “Señor, que se cumplan todos mis
sueños”.
A veces, veo la vida con algo de decepción, pero
fundamentalmente con desesperanza, con temor, donde el futuro representa una
incógnita oscura, tenebrosa. Y mi hija lo sabe, sin embargo, nunca deja de
decirle a Dios “que se cumplan todos mis sueños”.
Días atrás, venía a nuestra ciudad uno de sus cantantes
favoritos. Lo sigue con pasión e inclusive ha tenido algún contacto con él a
través de las redes sociales. A nosotros, aunque en menor medida, también nos
gusta. Más allá de que estemos de acuerdo o no, aprobemos o no, compartamos o
no lo que él propone, su música es tranquila y melódica –mucha balada– pero nos
cae bien su compromiso con lo que dice y su particular estilo de abordar los
temas de la vida sin estridencias ni susurros, pero por sobre todas las cosas, con mucho respeto y sobriedad. El artista se presentaba en la sala de un
hotel cinco estrellas de nuestra ciudad y el valor de la entrada representaba
para el presupuesto familiar un gasto no previsto. De modo que esa semana,
nuestra hija estaba triste porque todo conspiraba en contra y veía escapar su
oportunidad como se va el agua de entre las manos.
No obstante ello, y a pesar de todas las contras, decidimos
hacer el esfuerzo y ayudar a nuestra hija con la entrada. No había más que para
una sola entrada, por lo que tendría que ir ella sola. ¡Cuál no sería la
expresión de júbilo de su rostro cuando aparecí con el boleto en la mano! Pero
las sorpresas no terminaron allí. Al día siguiente, una emisora de radio a la
que siempre llama ella, le obsequió otra entrada, es decir, que ya no iría
sola. Un sueño cumplido.
Hace poco, en medio de una crisis, me confesó que en la
escuela secundaria le decían “bichito”. Soportó burlas, descalificación,
aparteid, alguna que otra traición. Pero ese corazoncito herido emergió de las
cenizas brillando como el sol. Tal como
lo hizo en su más tierna infancia luego de dieciocho meses de internación en el
hospital de niños, cuando su vida parecía que se extinguía para siempre.
Una noche le presenté a Jesús. Y desde entonces es parte
de su vida.
Desde chiquitita, a pesar de sus limitaciones, significó
mucho para nosotros. No sólo por la llegada de un hijo a nuestras vidas en
circunstancias de una terrible crisis de fe, originada justamente por la
pérdida de uno poco más de ocho años atrás, sino por lo que resultó ser ella.
Su valor, su determinación, su sufrimiento, nos enseñó
que DEFINITIVAMENTE SE PUEDE, sin importar las circunstancias.
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