En el valle de las sombras
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Cuenta la Escritura que cuarenta años tardó el pueblo de
Israel en recorrer el camino que los separaba desde Egipto hasta su Tierra
prometida. Una travesía que con los medios y en las condiciones de la época, podía
tardar a lo sumo unos dos ó tres meses. Tan es así que no fue la gente que
partió desde Egipto, la que conoció y entró en la tierra que Dios tenía para su
pueblo, sino la siguiente generación.
Pero también
dice la Biblia, que a pesar de las continuas infracciones que el pueblo cometía
en su rebeldía, las quejas y los desmanes; Dios nunca se apartó de ellos. “Y cuando la nube se alzaba del
tabernáculo, los hijos de Israel se
movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se
alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas.” (Éxodo 40:36-38 RV60). Tampoco
permitió Dios, a pesar de todo, que les faltara agua y alimento en su larguísimo
viaje (Exodo 16:31 y 32; Exodo 17).
Israel aunque andaba por las resplandecientes y quemantes
arenas del desierto, en realidad transitaba un oscuro y frío valle de sombras
de muerte cada vez que se alejaba de Dios a causa de sus propios desvíos. Y eso
iba sumando atrasos.
En
algún sentido, muchos creyentes hoy transitamos las mismas arenas del desierto.
Hay
personas, que de la mano de Dios tienen lo justo y necesario para vivir, pero transitan
un valle de sombras y lágrimas apretando en sus puños el dolor. La partida hacia
la eternidad de un ser amado al que aún no pueden dejar ir, la angustia de una
separación, las secuelas de un evento trágico, los traumas y las heridas del
alma por abusos, maltratos y hechos violentos perpetrados tal vez durante su
más tierna infancia o juventud. “Desde la otra vereda”, a otras, en cambio, no
les alcanzan las horas de cada uno de sus días para volver a sentir una y otra
vez el remordimiento de algún infortunado evento perpetrado en perjuicio del prójimo.
Si hay un denominador común en todas estas situaciones, es que viven sufriendo
y clamando en medio de la oscuridad de su angustia, por liberación, sin saber,
sin poder ver, sin percibir que la bendición tan ansiada y esperada está mucho
más cerca de lo que a ellas les resulta posible imaginar.
En algún
aspecto más benigno, tal vez unos pocos días nos separan de una gran bendición;
de ese sueño dorado de la casa propia, de la ansiada conquista en lo laboral,
de la coronación del éxito en los estudios, o del fin de un largo pleito en el
seno familiar. Sin embargo, transcurren años y años, tal vez toda una vida,
para que finalmente alcanzada la deseada bendición, una rápida mirada hacia
atrás nos muestre que en realidad nuestro destino estaba tan sólo a unos pocos
días de camino.
No
puedo menos que sentirme profundamente identificado con estas situaciones, con todas
y cada una de estas circunstancias, con todas estas personas. Muchos años he
vivido clamando por paz y liberación, vagando en medio de un valle de sombras extraviado
y alejado de Dios, deseando y no alcanzando, trabajando con pasión sin
concretar, remando duro sin arribar a ningún puerto, caminando en medio de
ardientes arenas de un desierto sin poder llegar a ninguna parte. Amasando en
los puños el dolor de una ofensa, una traición, un abuso, y a su vez la
angustia y el miedo de que algún día la vida me pase factura por ofensas cometidas
en perjuicio de algún ser amado.
Al
pueblo de Israel nunca le faltó agua, alimento y la protección de Dios durante
su larga y accidentada marcha por el desierto, y esto muy a pesar de sus
reiteradas faltas, toda vez que la bendición que buscaban, estaba mucho más
cerca de ellos que lo que tardaron en alcanzarla.
Al
igual que con Israel, en todo este tiempo de mi tránsito por el valle de
sombras en soledad, nunca me faltó el amor incondicional y la contención de mis
amadas esposa e hija; trabajo, salud, dónde vivir y el sustento de vida.
Jehová
es mi pastor; nada me faltará. En
lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará
mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de
su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas
mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días.
(Salmos 23:1-6 RV60)
Aviso Legal: La imagen que ilustra el presente artículo es
propiedad de www.devocionaldiario.com
Todos los derechos reservados.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu comentario nos interesa