Cuestión de orden
Cuestión de orden
Por Luis Caccia Guerra para
www.devocionaldiario.com
Un antiguo ejemplo de un profesor que consigue introducir
varios elementos dentro de un frasco nos ilustra como establecer y organizar
las prioridades dentro de nuestra vida, trabajo, familia y ministerio.
El profesor comienza con un frasco vacío sobre su
escritorio. Saca varias piedras y las desparrama sobre la superficie. -¿Ustedes
creen que todas estas piedras podrían caber dentro de este frasco? Pregunta a
sus alumnos. Algunos dudan, otros miran como contando las piedras o tratando de
imaginárselas dentro del frasco, mientras que la mayoría responde enfáticamente:
-¡Nooo, todas no! ¡Sólo algunas!
Acto seguido, el profesor toma las piedras, comenzando con
la más grande, y una a una las va acomodando ingeniosamente dentro del frasco
hasta que, ante el aplauso de algunos de sus alumnos y la mirada mezcla de
sorpresa, incredulidad y desconcierto de los que hace unos minutos habían
afirmado categóricamente que no era posible ¡logra dejarlas todas dentro del recipiente!
Entonces, vuelve a interpelar a sus alumnos: -¿Ustedes creen
que será posible introducir algo más, dentro de este frasco lleno de piedras?
Esta vez son varios más los que responden con un categórico: -¡Nooo!
A continuación, el profesor extrae una pequeña bolsita con
arena fina. Con paciencia y habilidad comienza a verter la arena dentro del
frasco. La arena se desliza fácilmente entre las piedras rellenando cada
espacio. De vez en cuando se detiene, observa, lo mueve, le aplica unos
pequeños sacudones, unos suaves golpecitos para facilitar que la arena se
acomode, y continúa, hasta que finalmente y ante la mirada absorta de sus
alumnos, todo el contenido de la bolsita ha entrado dentro del frasco y llega
inclusive hasta la boca del mismo.
Y una vez más, vuelve a preguntar a sus ya rendidos alumnos:
-¿Y ahora? ¿Qué me dicen? ¿Podré añadir algo más dentro de este frasco?
Los alumnos dudan. Ya no responden tan convencidos, aunque
no ven por dónde seguir introduciendo cosas en el frasco que tienen delante
suyo, la realidad es que no saben con qué viene su profesor. Algunos más seguros
de sí mismos, se atreven a opinar abiertamente: -¡No, profe!. Ya no cabe más
nada.
Pues bien, ante su sorpresa, el profesor toma una pequeña jarra
con agua y cuidadosamente comienza a verterla en el frasco. El agua va mojando
y compactando la arena y rellenando aún esos intersticios que no vemos a simple
vista entre granito y granito hasta que finalmente, todo el contenido de la
jarrita está dentro del frasco sin derramar ni una sola gota.
Este ingenioso ejemplo generalmente está orientado, como
dijimos al principio, a ilustrar cómo establecer y organizar prioridades.
Priorizar lo más “grande”, lo de mayor peso primero, como las piedras. Continuar
por lo más fino, lo que se puede ir organizando y concatenando entre otras
actividades y compromisos, como la
arena. Y, finalmente, asignar espacios y tiempos a todo
aquello que sea posible concretar cuando ya todo el plan de prioridades y
compromisos relevantes está armado y organizado, verter el agua.
Sin embargo, más allá de enseñar ingeniosamente una
importante realidad, esta ilustración tiene aristas mucho más profundas para
nosotros los cristianos.
Y ES QUE ABSOLUTAMENTE TODAS LAS COSAS SE PUEDEN DISCERNIR
CON DIÁFANA CLARIDAD, ENCAJAN EN SU CONTEXTO CORRECTO CUANDO EL ORDEN ELEGIDO
ES EL CORRECTO.
Las piedras son las cosas de mayor peso en nuestras vidas. No importa si buenas o malas. Una
piedra representa algo de mucho peso, de gran importancia y volumen, de máxima
prioridad y atención. En cambio, la piedra puede ser también una difícil carga;
un gran peso, no una cuestión de peso, que no es lo mismo. Tal vez uno de esos
pecados que nos asedian por casi toda una vida, una limitación, una enfermedad
o alguna situación que nos lastima y no sabemos cómo enfrentar y resolver.
La arena, es fina, escurridiza. Podemos tomarla en un puño o
con ambas manos, pero siempre se cae un poquito en el intento. No importa si
para bien o para mal, si buenas o malas, representa una importante cantidad de situaciones,
compromisos, eventos, afectos, sentimientos, dudas, que surgen a diario entre
las cosas más importantes y de mayor peso, pero cuyo control nos resulta en
alguna medida limitado. Podemos tener control sobre determinadas situaciones e
inclusive nuestros propios sentimientos, pero hasta cierto punto; siempre queda
un margen no importa qué tan grande o pequeño, del que no tenemos todo el
control. Siempre se cae un poquito de arena cada vez que la tomamos en un puño.
Y finalmente el agua. El AGUA de VIDA, la fe, la presencia
de Dios en nuestras vidas que todo lo envuelve y capaz de introducirse hasta el
más recóndito, oscuro, aislado y solitario rincón de nuestras almas.
Eso sólo será posible si el resto de aquellos innumerables
eventos, prioridades, compromisos, actividades y cosas que forman parte de eso
que denominamos “nuestras vidas” se encuentra en el orden correcto. Muchas
veces erramos a pesar de la buena voluntad e intenciones del corazón, en hallar
el orden adecuado para los asuntos de nuestras vidas. Y no sólo es una cuestión
de “prioridades”. Es más bien un asunto de “ORDEN”.
Es entonces y sólo entonces, cuando las cosas encajan en su
contexto real dentro de ese frasquito que viene a ser nuestra vida. Cuando las
cosas se ponen en evidencia por sí mismas, cuando cada cosa se hace claramente
visible, cuando se discierne y podemos pensar en la oración correcta, en hallar
una salida, en aprender cuando decir “sí” y cuando decir “no” de tal manera de
traer bendición a nuestras vidas y a las de quienes nos rodean..
Amado Señor, como clamaba fervientemente el salmista:
Enséñanos
de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.
(Salmos 90:12 RV60)
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