Incomodidades que son bendición
Incomodidades que son
bendición
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Hace ya un tiempo, en la ciudad donde vivo, el transporte
público de pasajeros tiene instrumentado un sistema de trasbordo. El pago del
pasaje se realiza en forma electrónica por medio de una tarjeta chip y ésta
permite utilizar y combinar dos circuitos diferentes inclusive de distintas
empresas por el valor de un solo ticket o pasaje.
Es muy interesante y ventajoso el servicio, ya que uno puede
acceder y combinar dos recorridos distintos del modo en que mejor le convenga,
de tal manera de poder bajarse del transporte lo más cerca posible de su
destino con el valor de un solo ticket.
Para muchos esto ha sido una bendición, ya que cada día
deben abordar dos circuitos diferentes, inclusive de distintas empresas, para
poder llegar a su lugar de trabajo y otro tanto para poder regresar a casa, lo
que presume un gran gasto en transporte.
Pero para quien esto escribe, aún de mayor bendición ha
sido, ya que con mis crisis de pánico-vértigo esta posibilidad de combinación
me permite bajar en determinados sitios; descansar, recuperarme y abordar un
nuevo -la mayoría de las veces, inclusive más cómodo- transporte para llegar a
destino. Esto ocurre, aún teniendo la posibilidad concreta de abordar un solo
medio de ida y uno solo de vuelta para poder llegar a destino, lo que cualquier
persona normal haría en mi lugar.
Ya me había olvidado de esto, hasta que ocurrieron dos
cosas: un día pude regresar a casa en un solo viaje, cosa que no es común ni
habitual, y en otra oportunidad, me tocó un día de lluvia. En el lugar donde
vivo llueve unos diez días al año. Pues bien, esa mañana bien temprano, cuando
debía irme hacia mi trabajo, llovía. El no tener la incomodidad de bajarme y
caminar hacia otro sitio para esperar y abordar el nuevo transporte que me
llevara de regreso a casa, por una parte; y
el tener que hacer esto en una mañana lluviosa me hicieron sentir la
diferencia además de provocar la presente reflexión.
En muchas oportunidades, me ha tocado sufrir incomodidades
de diversa índole. Algunas más prolongadas que otras; algunas más desagradables
que otras; algunas más difíciles que otras. No importa si es una situación
familiar, de trabajo, con un vecino; si la incomodidad es una avería o carencia
en casa; tampoco importa si se trata de alguna enfermedad o limitación física -no
demasiado prolongada ni dolorosa, claro está-. De más está decir que de esta
lista de “incomodidades” están excluidas entre otras cosas, hechos de
violencia, abusos, eventos trágicos y enfermedades crónicas y prolongadas que
traen a nuestras vidas y las de los que nos rodean, gran sufrimiento.
Yendo hacia atrás en el tiempo, descubro con sorpresa que
los más logrados escritos, los que de mayor bendición han sido para los demás,
han nacido desde circunstancias difíciles en la vida de quien esto escribe.
Es que independientemente de las circunstancias y del grado
de la incomodidad, ésta por un lado, te saca de la zona de confort en la que te
encuentras y te pone a crear la estrategia para solucionar el problema y salir
adelante. Por otro lado, si se comparte con los demás en la forma y por los
medios adecuados, resulta ser el arte de convertir lo malo en algo bueno, sirve
de edificación y te convierte en una bendición para los demás… aunque esto en
lo personal tal vez resulte algo “incómodo”.
Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito son
llamados.
(Romanos 8:28 RV60)
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