Me perdono
Me perdono
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
Alguien dijo que en las cuestiones relacionadas al perdón,
una de las más difíciles es la de aprender a perdonarse a uno mismo. ¡Y cuánta
razón tiene!
Debo confesar que aún hoy me asaltan recuerdos y
remordimientos de hechos lejanos en el tiempo, algunos de la época de mi
adolescencia, la que dejé poco más de tres décadas atrás e inclusive, de mi
niñez. No importa si pecados por omisión o por comisión, es decir lo que debí
haber hecho y no hice, o lo que hice y no tendría que haberlo hecho. El
fantasma del remordimiento de esos antiguos eventos, no importa su gravedad, no
distingue pasivo de activo y se presenta de vez en cuando en medio de mis
reflexiones para inquietarme, para alterar la paz y el sosiego… ¡a veces el
sueño!
Y es que aunque mi mente conciente dice: -“Te perdono”, y
sabe a ciencia cierta que Jesús cargó esos y todos mis otros pecados sobre su
cruenta cruz; mi alma, que tiene vida propia y habla su propio idioma, no
consigue perdonarse a sí misma.
Con tristeza descubro que esa piedra de tropiezo, existe en
muchas de las vidas de los hermanos de la iglesia, amigos, parientes,
compañeros de trabajo… gente con la que uno se relaciona.
Como cristianos, conocemos esta dualidad. Todo nos ha sido
perdonado, mas no todo ha sido sanado. Es un proceso que durará hasta el fin de
nuestra existencia sobre esta tierra, cuando esto corruptible sea transformado
y perfeccionado en la presencia de Cristo (I Corintios 15:51-54).
Mientras tanto, muchos sufren golpeándose a sí mismos con el
martillo de la culpa sin saberlo, y proyectando en lo que perciben de los
demás, su propio tormento interior. Ven, tratan, prejuzgan a sus semejantes con
la misma vehemencia con que se tratan, odian y se condenan a sí mismos.
La falta de auto-perdón no es la única razón, motivo, ni
circunstancia; pero sí responsable de profundos resentimientos, trastornos de
conducta, baja autoestima y la existencia de personas ríspidas, amargas,
conflictivas.
Aprender a perdonarse a sí mismo, es también asumir una
actitud de empatía con el prójimo. Muchas veces necesita humillarse más el que
tiene que perdonar, el injuriado, la víctima; que el que pide el perdón por la
ofensa cometida, toda vez que nuestra actitud ante la ofensa habla mucho más de
nosotros mismos que del ofensor.
Aprender a conocer los motivos que nos llevan a ofender o de
alguna manera injuriar a otros y saber perdonarnos a nosotros mismos dará como
fruto allanar el difícil camino de conocer los móviles que llevan a otros a
ofendernos a nosotros y saber perdonarlos.
Amado Señor, por favor muéstranos cómo aprender a conocernos
y perdonarnos a nosotros mismos. Bendita tu Gracia Eterna.
estando
persuadido de esto, que el que comenzó
en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo;
(Filipenses 1:6 RV60)
Quítense
de vosotros toda amargura, enojo, ira,
gritería y maledicencia, y toda
malicia. Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo.
(Efesios 4:31-32 RV60)
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