Mil intentos y un invento
Mil
intentos y un invento
Por:
Luis
Caccia
Guerra
En
realidad
este
atractivo
título
le
corresponde
a
una
realización
de
hace
muchos
años
de
nuestro
genial
García
Ferré.
Es
que
durante
mi
niñez
ya
existía
el
cine
de
dibujos
animados
…¡y
en
color!.
El
protagonista, después de muchos intentos, terribles fracasos y
dificultades, finalmente logró el invento que se proponía.
Esto
me recuerda a uno de los más grandes inventores que ha vivido sobre
la faz de esta tierra: Thomas Alva Edison. Tal vez alguno de sus más
de mil inventos ya no se use o haya sido superado por las tecnologías
del siglo XXI, pero los principios fundamentales que dieron origen a
las nuevas realizaciones tecnológicas, los estableció Edison y su
equipo de colaboradores.
Sin
embargo,
pocos
saben
que
cada
una
de
sus
realizaciones
no
fueron
precisamente
un
cuentito
de
hadas.
Muchos
intentos,
numerosos,
amargos
y
estrepitosos
fracasos;
graves
dificultades
en
la
vida,
gruesos
nubarrones
de
tormenta,
verdaderos
dolores
de
parto
precedieron
a
unas
cuantas
de
sus
geniales
creaciones,
de
las
cuales
aún
disfrutamos.
Un
visionario,
dueño
de
una
inteligencia
como
pocas;
enfrentó
sufrimientos
en
un
todo
de
acuerdo
y
a
la
medida
de
su
estatura
intelectual
y
visión
de
su
horizonte.
Sin
embargo,
una
vez
superado
el
amargo
trance,
reflexionaba
sobre
los
posibles
motivos
del
fracaso
y
una
y
otra
vez
volvía
a
intentarlo
hasta
que
lograba
concretar
y
darle
forma
a
una
nueva
creación.
En
pocas
palabras,
hasta
que
lograba
poner
en
el
plano
físico
lo
que
antes
estaba
en
lo
profundo
de
su
corazón
y
su
mente.
En
algún
sentido,
tal
como
Edison,
todos
nosotros
somos
inventores
de
nuestra
propia
vida,
hacedores
de
nuestro
propio
camino.
“Concibe
un
pensamiento
y
concretarás
un
hecho”
dijo
alguien
con
sobrada
razón.
Y
es
que
toda
nuestra
vida
es
el
resultado
de
pensamientos,
decisiones
y
finalmente
concreción
de
lo
que
se
encuentra
en
nuestra
mente
y
corazón.
Como
resultado
de
esto,
en
algunas
oportunidades
nos
toca
festejar
un
gran
logro.
Otras
nos
atañe
llorar
amargas
lágrimas
de
dolor
por
un
error,
pecado
o
decisión
mal
tomada.
Es
cuando
la
sombra
del
fracaso
emerge
sobre
nuestras
vidas,
cuando
todo
parece
haber
llegado
a
su
fin,
cuando
el
tren
de
nuestra
vida
parece
haber
llegado
a
su
última
estación
y
ya
no
hay
nada
más
que
hacer.
Cuando
los
gruesos
nubarrones
de
tormenta
tapan
el
cielo
hasta
tal
punto
en
que
ya
no
recordamos
que
por
sobre
ellos
aún
está
un
sol
brillante
y
resplandeciente
que
brilla
majestuoso
en
el
firmamento.
La
frustración,
el
desaliento,
el
enojo,
la
culpa,
el
temor
que
genera
un
fracaso
en
muchas
personas
ejerce
un
peligroso
efecto
paralizante.
Es
cuando
se
convencen
a
sí
mismas
de
que
ya
no
hay
más
salida,
que
no
existe
solución
para
su
drama
de
vida,
que
todo
se
terminó.
Los
orientales
saben
que
crisis
es
también
oportunidad.
Y
esto
parece
que
Edison
lo
tenía
muy
en
claro.
Una
conocida
organización
de
madres
en
mi
país,
escribió
en
el
piso
de
una
plaza
pública:
“la
única
lucha
que
se
pierde
es
la
que
se
abandona”
y
estoy
de
acuerdo
con
esto
para
la
mayoría
de
los
casos.
Hoy
puedes
sumirte
en
la
más
absoluta
y
negra
de
las
derrotas,
pero
no
te
olvides
que
los
gruesos
nubarrones
que
oscurecen
todo
y
tapan
el
cielo,
también
son
parte
del
paisaje.
Mil
intentos
podrás
tener.
Pero
si
se
lo
permites,
el
Gran
Inventor
puede
hacer
emerger
de
las
cenizas
de
tu
derrota,
el
más
bello
de
los
inventos:
tu
hermosa
vida
restaurada.
No
pierdas la fe ni la esperanza.
Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve.
(Hebreos 11:1 RV60)
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