Valoración
La historia de David derribando al
gigante Goliat tan sólo con una honda de pastorcito, es conocida
universalmente. Lo que tal vez no es tan conocido es el trasfondo
biográfico de la vida de David antes de saltar a la fama por vencer
al temible y aguerrido filisteo. Y es que el peso y la enorme
contundencia de este relato con frecuencia “eclipsa” muchos otros
aspectos interesantes y por demás edificantes, de la vida de David.
Pero
el Señor le dijo a Samuel:
No
te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo
lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me
fijo en el *corazón.
(1
Samuel 16:7 NVI1984)
En este pasaje que se encuentra en el
cap. 16 del 1er. Libro de Samuel, Dios le dice al profeta que ha
elegido a uno de los hijos de Isaí en reemplazo del rey Saúl. Los
tres hijos mayores de Isaí habían marchado a la guerra con Saúl.
Uno a uno los hicieron venir y se los presentaron al profeta Samuel,
según su apariencia fuerte y aguerrida. Sin embargo, Dios reprende
al profeta pues El mira el corazón de los hombres mientras nosotros
vivimos fijándonos en las apariencias. David es el último en
aparecer, el que menos era tomado en cuenta. Por ahí alguien se
acordó que aún quedaba un hijo perdido en medio del desierto
cuidando los rebaños de las ovejas de su papá. ¡Ah!, ¿a éste es
al que quieren?
Un capítulo más adelante, vemos a
Goliat desafiando al ejército de Israel y mientras los soldados de
Dios huyen despavoridos, David, nuevamente el que menos hubiera sido
tomado en cuenta para pelear con el gigante filisteo, se ofrece para
enfrentarlo.
“-¿Qué
has
venido
a
hacer
aquí?
¿Con
quién
has
dejado
esas
pocas
ovejas
en
el
desierto?”
le dicen con desprecio sus propios hermanos. “-¡Cómo
vas
a
pelear
tú
solo
contra
este
filisteo!
replicó
Saúl.
No
eres
más
que
un
muchacho,
mientras
que
él
ha
sido
un
guerrero
toda
la
vida”
le dijo el rey Saúl. Evidentemente David no gozaba de la mejor de
las calificaciones de parte de sus contemporáneos.
David, por lo visto hizo caso omiso a
todas aquellas expresiones de menosprecio. Sabía bien qué es lo que
podía hacer, pero fundamentalmente sabía que gozaba de la unción y
tenía depositada toda su confianza en Dios. Si podía luchar en
soledad y con éxito contra leones y osos que robaban las ovejas de
su rebaño en el desierto, no veía razón alguna para no poder
hacerlo contra este gigante que aterrorizaba a sus aguerridos
hermanos.
David era poco valorado y se las tuvo
que ver en soledad frente al gigante. Hoy, en otros ámbitos las
cosas no son muy diferentes. La falta de una valoración justa
desanima. Hay personas tóxicas que bien conocen el nefasto efecto de
esta actitud y no dudan en utilizar este recurso como arma en contra
de aquellos que por alguna razón suponen que se han cruzado en su
camino triste y lleno de frustraciones.
El desánimo, cualquiera sea la
situación en la que te encuentras, sobreviene cuando apartamos la
mirada de Dios. Luego viene el fracaso. Pedro caminó sobre las aguas
mientras su mirada estuvo puesta en el Señor. Cuando se fijó
alrededor y vio la tormenta y el viento lo primero que perdió fue el
ánimo. Tuvo miedo, y eso es un indicio de desánimo. El temor te
paraliza, te bloquea. Luego sobrevino el fracaso, comenzó a
hundirse.
En nuestros trabajos, en los estudios,
aún en el ámbito de la familia y en el propio seno de la iglesia,
podemos encontrarnos con gente ponzoñosa que con sus
inteligentemente elaborados y convincentes argumentos puede hacernos
creer que no servimos para nada, que sea de cualquier cosa de que se
trate, es mejor que lo haga otro porque yo lo puedo estropear todo.
Un conocido basquetbolista dijo una vez
ante los medios de prensa, que había fracasado muchas veces, por eso
tuvo tanto éxito. Y esos engendros venenosos alrededor tuyo que te
dicen: “No vas a poder” saben muy bien que si te caes, te
levantarás de nuevo… y entonces… ¡pobres de ellos!
David fue poco y mal valorado. Tal
parece que Dios tenía otros planes para quienes se ocupaban de su
“calificación”. Es nada más ni nada menos que el ascendiente de
Nuestro amado Señor; “Jesús, hijo de David” (Marcos 12:35).
Dios tiene planes para ti. ¡Animo!
Hermanos,
no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa
hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo
que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio
que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.
(Filipenses
3:13-14 NVI1984)
Aviso legal: La ilustración que acompaña el presente artículo es original de www.mensajesdeanimo.com
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