Entre la súplica y la demanda
Entre la súplica y la demanda
Por Luis Caccia Guerra para: www.devocionaldiario .com
“Señor!!! RECIBE nuestra adoración!”
“Señor, TE ROGAMOS, tengas a bien
recibir nuestra adoración!”
No son dos oraciones iguales. No
significan lo mismo. No son lo mismo. La primera DEMANDA de Dios,
algo. La segunda RUEGA.
Súplica es con humildad, rogando el
favor tal vez de rodillas o no, pero con quebrantamiento de espíritu.
Demanda es literalmente EXIGIR el milagro, constituirse en ACREEDOR
del mismo.
Moisés recibió una enorme promesa, la
Tierra Prometida de la que fluye leche y miel.
“Dijo
luego
Jehová:
Bien
he
visto
la
aflicción
de
mi
pueblo
que
está
en
Egipto,
y
he
oído
su
clamor
a
causa
de
sus
exactores;
pues
he
conocido
sus
angustias,
y
he
descendido
para
librarlos
de
mano
de
los
egipcios,
y
sacarlos
de
aquella
tierra
a
una
tierra
buena
y
ancha,
a
tierra
que
fluye
leche
y
miel,
a
los
lugares
del
cananeo,
del
heteo,
del
amorreo,
del
ferezeo,
del
heveo
y
del
jebuseo.
El
clamor,
pues,
de
los
hijos
de
Israel
ha
venido
delante
de
mí,
y
también
he
visto
la
opresión
con
que
los
egipcios
los
oprimen.”
(Éxodo
3:7-9 RV60)
Sin embargo, terminaron sus días en
este mundo justo antes de entrar en esa tierra, sin haber recibido
él, en sus propias manos, el cumplimiento de esa maravillosa
promesa.
Abraham recibió otra promesa.
“Pero
Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela,
y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de
ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre,
y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que
te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias
de la tierra.”
(Génesis
12:1-3 RV60)
Sin embargo, murió Abraham sin ver el
cumplimiento de tan grande promesa (Hebreos 11:8-13).
Pablo, por su parte, recibió un
rotundo “NO” de parte de Dios.
“Y
para
que
la
grandeza
de
las
revelaciones
no
me
exaltase
desmedidamente,
me
fue
dado
un
aguijón
en
mi
carne,
un
mensajero
de
Satanás
que
me
abofetee,
para
que
no
me
enaltezca
sobremanera;
respecto
a
lo
cual
tres
veces
he
rogado
al
Señor,
que
lo
quite
de
mí.
Y
me
ha
dicho:
Bástate
mi
gracia;
porque
mi
poder
se
perfecciona
en
la
debilidad.
Por
tanto,
de
buena
gana
me
gloriaré
más
bien
en
mis
debilidades,
para
que
repose
sobre
mí
el
poder
de
Cristo.”
(2
Corintios 12:7-9 RV60)
Como todo ser humano, tuvieron sus días
brillantes y sus días negros. Sus aciertos y sus errores. Sus
victorias y sus derrotas. Nada hace la Biblia por esconder virtudes
ni defectos de estos formidables hombres de Dios. Sin embargo en
ninguna parte de la Escritura se los encuentra DEMANDANDO,
EXIGIÉNDOLE nada a Dios, salvo determinadas circunstancias en las
que los encontramos demandando vehementemente una intervención de
parte de Dios, pero nunca constituyéndose en acreedores del milagro.
La mayor parte de sus vidas, los hallamos más bien postrándose y
CLAMANDO a Dios por el favor. Se podrían haber constituido en
acreedores, toda vez que para los primeros había una promesa
explícita y concreta de parte de Dios. Pablo, por su lado, tenía a
la mano suficientes argumentos como para DEMANDAR una sanidad de
parte de Dios, sin embargo por tres veces había ROGADO a Dios por
esa sanidad que tanto deseaba y necesitaba.
Los ejemplos en las Escrituras abundan.
Ningún hombre de Dios se hizo acreedor de un milagro ni tan sólo de
una promesa concreta de Dios. En cambio, en nuestra vida cotidiana
muchas veces hemos caído en el error de DEMANDAR de Dios su
intervención, de DEMANDARLE el cumplimiento de alguna de sus
promesas.
En una oportunidad había encargado un
trabajo de imprenta a unos creyentes. Pasó el tiempo y tras el
reclamo pertinente por el incumplimiento de los plazos prometidos,
finalmente decidí retirar el trabajo y llevárselo a otro
imprentero. “-Pero… ¿me lo va a tener para tal día?”
pregunté. “-¡Por supuesto que se lo voy a tener para tal día!”
me contestó con cierto tono de fastidio. Le estaba demandando el
cumplimiento de su promesa y se molestó, porque este hombre estaba
acostumbrado a cumplir a rajatabla con los plazos comprometidos con
sus clientes.
Así es Dios. Si un hombre acostumbrado
a cumplir con lo que compromete, se enfada ante la DEMANDA, el
RECLAMO del cumplimiento de su palabra… no consigo imaginar el
fastidio de Dios cuando sus hijos vehementemente reclaman a través
de sus oraciones, DEMANDAN en lugar de ROGAR.
Mas
el
publicano,
estando
lejos,
no
quería
ni
aun
alzar
los
ojos
al
cielo,
sino
que
se
golpeaba
el
pecho,
diciendo:
Dios,
sé
propicio
a
mí,
pecador.
Os
digo
que
éste
descendió
a
su
casa
justificado
antes
que
el
otro;
porque
cualquiera
que
se
enaltece,
será
humillado;
y
el
que
se
humilla
será
enaltecido.
(Lucas
18:13-14 RV60)
Aviso legal: La imagen que ilustra el presente artículo es original de www.devocionaldiario.com
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