Hoy elevo mi rostro a tí, Señor
Por Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com A veces los fantasmas del remordimiento y la culpa se hacen presentes sin ser llamados ni invitados. Otras, el espíritu de orfandad entra en escena sin importar si estoy rodeado de una multitud de personas. Y es que muchas veces entro en convicción de pecado y es cuando el Espíritu habla a mi alma adormecida, la saca de su aparente zona de confort y la pone a caminar. Es cuando caigo en la cuenta de lo mucho que estoy apartado de mi Señor y Dios, cuando lo que yo creía tan sólo “una pequeña licencia”, un sendero de rosas y placer, resulta ser en mi pobre humanidad, un camino sin retorno. Es entonces, cuando caigo rendido ante el Altísimo sin más alternativa que enfrentar mi propio pecado con sus devastadoras consecuencias y rogar con tristeza y dolor su perdón. En este contexto, hoy elevo mi rostro ante ti, Señor. Nada tengo para elevar delante de tu presencia, sino en sacrificio santo, agradable a Dios, ta