DIOS ME MIMA
Por: Luis Caccia Guerra
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto,
de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. (2 Corintios 12:9 RV60)
En algún sitio leí una
historia que decía que Jesús caminaba conmigo, y quedaban marcadas en las arenas
del tiempo, las huellas de los dos. Pero un día, al mirar hacia atrás, y coincidiendo con las
peores épocas de mi vida, ví que sólo había UN PAR de huellas. Una gran desazón
me invadió al creer que en aquellos terribles momentos, cuando más lo
necesitaba, Jesús me había abandonado,
se había apartado. En realidad, había sólo un par de huellas, sí; pero no eran
las mías, eran las de Jesús. Las mías no estaban porque en aquellos terribles
momentos, Él me había cargado en sus brazos.
En I Reyes 19:4, encontramos a
un gran hombre de Dios, a Elías, agotado en extremo, sentado bajo un enebro
deseando morirse y pidiéndole a Dios que le quitase la vida. No quería saber
más nada, con nada.
El mismo Elías que levantó un
muerto (I Reyes 17:22), abrió los cielos con gran lluvia después de una
prolongada sequía (I Reyes 18:45), hizo bajar fuego del cielo hasta consumir
totalmente la ofrenda mojada en el monte Carmelo (I Reyes 18:38)… ahora abandonando
la pelea y quería morir.
Elías venía huyendo de la
muerte a manos del rey Acab y su maléfica esposa Jezabel quien había puesto
precio a su cabeza. Curioso que le pida a Dios la muerte siendo que venía
escapando de la muerte ¿no? En la Biblia encontramos a tres personas pidiendo a
Dios morir: Moisés (Números 11:15), Elías (I Reyes 19:4) y Jonás (Jonás 4:3).
En todas las ocasiones, idéntica respuesta: DENEGADO.
Me asombra, me conmueve,
encontrar a Dios en esta historia, mimándolo a Elías, alimentándolo a Elías, escuchándolo
a Elías, hablándole a Elías, consolándolo a Elías, animándolo a Elías asegurándole
la victoria, y, por si algo faltara, llevándoselo consigo a Elías (II Reyes
cap.2). Todo ello, a pesar de Elías.
Hoy, nada ha cambiado. La
muerte no es una opción para el creyente. Me asombra y a veces me conmueve
hasta las lágrimas, la ternura y el amor con que Dios nos mima en las peores
circunstancias. Difícil de explicar,
difícil de poner en palabras. Hay que haber transitado un valle de sombras de
muerte, hasta desfallecer, hasta el quebrantamiento total; hasta la súplica “¡Señor,
ya no puedo más!” en medio de un mar de lágrimas, para poder entenderlo.
¡Vaya, si Dios es bueno!!!
Sabia y contundente reflexión, sobre el amor de quien es Amor: verdadero, fiel, eterno, incondicional, Amor que consuela, que alienta, y que nos sostiene ,incluso cuando todo nos ha abandonado. Déjame robar tu frase para despedir este comentario: ¡Vaya, si Dios es bueno!!!
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