DIOS ME MIMA
Por: Luis Caccia Guerra En algún sitio leí una historia que decía que Jesús caminaba conmigo, y quedaban marcadas en las arenas del tiempo, las huellas de los dos. Pero un día, al mirar hacia atrás, y coincidiendo con las peores épocas de mi vida, ví que sólo había UN PAR de huellas. Una gran desazón me invadió al creer que en aquellos terribles momentos, cuando más lo necesitaba, Jesús me había abandonado, se había apartado. En realidad, había sólo un par de huellas, sí; pero no eran las mías, eran las de Jesús. Las mías no estaban porque en aquellos terribles momentos, Él me había cargado en sus brazos. En I Reyes 19:4, encontramos a un gran hombre de Dios, a Elías, agotado en extremo, sentado bajo un enebro deseando morirse y pidiéndole a Dios que le quitase la vida. No quería saber más nada, con nada. El mismo Elías que levantó un muerto (I Reyes 17:22), abrió los cielos con gran lluvia después de una prolongada sequía (I Reyes 18:45), hizo bajar fuego del cie