NOTICIAS, NECESIDADES, ENVIOS
Por: Diego Brizzio
Leamos por favor Romanos 10.11–15: “La
Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no
hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos,
es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está
escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”
I.
Lo primero que vemos
aquí es noticias
maravillosas. ¡Buenas noticias!
Una parte de ellas
dice Que el Señor es rico: que el Señor posee todo, todo lo que necesitamos
para nuestro bien eterno, y lo tiene en cantidades inagotables, y desea dárnoslo.
¡Él no es un rico mezquino, es uno generoso! Él tiene bondad gratuita, compasión,
benignidad, amor, tolerancia, paciencia, poder, justicia… Él tiene todo para
perdonarnos, para resolver nuestra deuda judicial, adoptarnos como hijos, hacernos
parecidos a Él, darnos sentido y propósito, y llenarnos de esperanza. El Señor
es muy rico: tiene todo eso, lo tiene sin límite, y quiere dárnoslo. (Ro 2.4; 9.23; 11.33; Ef 1.7; 2.5,
7; 3.16).
La otra parte de esas noticias maravillosas dice que ese Señor rico y
generoso efectivamente Responde a quien lo invoca. Con toda
seguridad responde a quien acude a él por ayuda. Así es, de su riqueza sin
límite, el Señor da a quien se siente necesitado de ella, y se la pide con
fe: a quien se siente necesitado de su perdón y libertad judicial, y se los
pide con fe; a quien se siente necesitado de su poder y transformación interior,
y se los pide con fe; a quien se siente necesitado de padre o madre, de ser
amado, de ser aceptado, de que lo traten con compasión y bondad, de vivir con propósito
y esperanza… y se los pide con fe, él efectivamente responde. El Señor responde
a quien lo invoca. Es una promesa suya.
La última parte de esas noticias maravillosas está en las frases “todo
aquel”, “no hay diferencia entre judío y griego”, “con todos”, y de nuevo “todo
aquel”. Dicen que el Señor, con su riqueza, responde a quien lo invoca Sea
quien sea, a cualquiera, sin ninguna diferencia: sea varón o mujer, sea
joven o mayor, sea pobre o rico, sea estudiado o no estudiado, sea buena gente
o mala gente… Tenga la raza que tenga, viva en la región que viva, tenga la cultura
que tenga…
Sí, hermanos, estas son noticias maravillosas: el Señor es muy
rico y responde a quien lo invoca, sea quien sea. En el capítulo 14
de este librito, la misionera Gladys Aylward cuenta lo que experimentaron
cientos de personas que, en la China de 1945, estaban en la condición más
angustiosa, miserable y despreciable: en los leprosarios, los leprosos; en las
cárceles, los presos. Gladys narra cómo cambiaban los rostros de estas personas,
cómo brillaban sus ojos, cómo se llenaban de esperanza y gozo, y recibían nueva
vida, y mejoraban su comportamiento. ¿Por la acción de qué? De estas noticias
maravillosas, de estas verdades deslumbrantes y preciosas, que convierten el
alma. ¡Gloria a Dios!
II.
Ahora, en este texto encontramos algo más que noticias maravillosas. También
encontramos necesidades imperiosas.
En el verso 14 dice que, para que las personas puedan invocar al Señor
con fe, y recibir su respuesta, es necesario que oigan, que tengan
noticias de él, que se enteren. Nuestros familiares, vecinos y compañeros; esos
hospitales, esas prisiones, la gente en situación de calle; los corruptos, los
pederastas, la comunidad LGBT; los universitarios, los hombres de negocio, los
ricos; el secano lavallino, los Valles Calchaquíes, el Chaco salteño; la Amazonía
boliviana, la Europa secular, el mundo musulmán… Es necesario que todos ellos, sean
quienes sean, oigan las maravillosas noticias del Señor: quién es él, cómo es
su carácter, qué obras portentosas hizo y hace, cómo murió en la cruz por amor para
cumplir nuestra sentencia, que resucitó de los muertos para confirmar su
identidad y eficacia, que ascendió a los cielos, que hoy responde a todo el que
lo invoca, y que pronto viene a establecer plenamente su reinado. Es
necesario que todos oigan, de lo contrario no podrán invocarlo.
También dice que para para que oigan es necesario que alguien predique.
Que haya varones y mujeres creyentes que hagan oír las noticias, que las hagan claramente
perceptibles. Que se acerquen a toda esa gente. Que se muevan unas casas, o unas
cuadras, o unos kilómetros; que hagan viajes interprovinciales, o internacionales;
que se radiquen en otros continentes y en culturas ajenas a la propia. Varones
y mujeres creyentes que comuniquen esas noticias lo más eficazmente posible. Que
las comuniquen con su propia manera de ser o carácter; con su manera de vivir o
conducta; en sus relaciones personales o socialización; con las palabras, las
historias y explicaciones bíblicas, en el idioma de la gente; con canciones, gráficos,
teatro… Con todas las formas posibles, de la forma más clara posible. Es necesario
que alguien haga claramente perceptible el mensaje, de lo contrario no
podrán oírlo.
Ahora vamos al verso 15. Allí dice que es necesario que
Cristo envíe mensajeros. En un sentido, todos los creyentes en Cristo ya hemos
sido enviados o comisionados para hacer claramente perceptible sus noticias en
todas nuestras esferas cercanas. Sin embargo, cuando hablamos de esferas
lejanas, es necesario —según entiendo— que Cristo haga un envío más particular:
entiendo que Cristo debe poner en el corazón de su elegido una carga, una
convicción, unos latidos persistentes. Entiendo que Cristo debe dotarlo con
habilidades y dones apropiados. Entiendo que Cristo debe darle experiencias y frutos
confirmatorios. Entiendo que Cristo debe mostrarle un destino, pueblo o
localidad particular, en que realmente se necesitan las noticias maravillosas. Y
entiendo que el Espíritu también debe comunicarle todo ese llamado a la iglesia,
que debe decirle: “—Apártenme a éste o a estos, para la obra que quiero que
hagan” (Hch 13.2)”. Por lo cual la iglesia, no sólo debe rogar al Señor que
envíe obreros a su obra, sino que también debe ser sensible, y estar atenta, y discernir
los llamados. Y cuando sabe de ellos, debe apoyar y acompañar espiritual,
emocional y económicamente. Un mensajero que ha sido enviado así por Cristo y su
iglesia, es alguien que va en el nombre de Cristo, con Su misma autoridad, como
su embajador o representante. No está ocupándose de asuntos personales, sino de
los asuntos del Rey. Cristo les dijo a sus enviados: «Ustedes
deben predicar en mi nombre»
(Lc 24.47; 10.16).
Hermanos, estas son necesidades imperiosas. En Argentina todavía quedan
muchas localidades, etnias e instituciones en que todavía no ha alumbrado la
luz de Cristo. Y en el mundo entero (según https://legacy.joshuaproject.net/international/es/unreached.php) quedan 7147 etnias, lo cual
equivale a 3147 millones de personas. Es necesario que Cristo envíe mensajeros
que hagan “oír” allí sus noticias maravillosas, para que algunos puedan
invocarlo. Como sus discípulos, y como comunidad, debemos tener nuestro corazón
sensible para escucharlo e ir.
III.
Por último, dice el verso 15: “¡Cuán
hermosos son los
pies de los que anuncian la paz, de los
que anuncian buenas nuevas!” En otras
palabras, Pablo está diciendo: “—¡Gracias a Dios Cristo ya ha enviado, y sigue
enviando, algunos mensajeros! ¡Los apóstoles, yo mismo, y tantos otros! ¡Qué
feliz me pone eso!” Aquí, hermanos, encontramos envíos
felices. No todo el mundo está en oscuridad. Cristo siempre
ha estado enviando sus mensajeros. Desde esta provincia, Cristo ha enviado últimamente
a varios de sus siervos a distintas partes del País y del exterior. Y varios están
esperando y se están preparando para salir. Estos envíos, hermanos, nos ponen
felices, porque sabemos que muchas personas sin Cristo y sin esperanza van a
poder escuchar las maravillosas noticias del Señor, y cambiar sus vidas.
Y, por supuesto, hoy estamos re-felices por el envío que nos ocupa: el
envío de nuestros amados Joni y Noelia. No nos ponemos tristes, no los mezquinamos;
porque estamos seguros de que el Señor los está enviando. Estamos seguros, porque,
primero en el corazón de Joni, luego en el de Noe, el Señor puso una carga, convicción
o latido persistente. Porque son evidentes sus dones de evangelista, de pastores,
de maestros, de administración. Porque les viene dando experiencias y frutos
confirmatorios: primero entre nosotros, luego las prácticas que tuvieron en
2017 y 2018, los discípulos que vienen haciendo en San José, como Tamara,
Violeta y Morena. Porque el Señor les mostró y los dirigió a una localidad con necesidad
de testimonio evangélico. Y porque el Espíritu Santo también nos ha comunicado de
su llamado a nosotros, como iglesia. Este envío, hermanos queridos, nos llena
de alegría, porque sabemos y esperamos que el Señor será glorificado mediante
la conversión y la transformación de muchas personas más.
Conclusión
Noticias
maravillosas. Necesidades imperiosas. Envíos felices. Hay muchísimo por hacer todavía,
hermanos; pero estamos caminando. Vos y yo, todos nosotros, estamos en esta
gran empresa. Que el Señor sea glorificado en todo.
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