DIOS ESTÁ CERCA


Por: Raúl Blasco



DIOS ESTÁ CERCA.
Pero surge una pregunta: ¿Estoy yo, cerca de Dios?

Dios quiere estar cerca de nosotros. Siempre quiso.  Cuando Adán y Eva pecaron, se vieron desnudos y trataron de esconderse de la presencia de Dios. Oyeron la voz de Dios en el Huerto y se escondieron. Y viene la pregunta de Dios: “¡Dónde estás?”

Dios acercándose, buscando al hombre. Queriendo tener comunión con el hombre y la mujer, con el ser humano, con lo que Dios había creado. ¿Por qué? Porque nos amó. Más allá de nuestra condición, siempre nos amó, nos ama, y nos seguirá amando. Y quiere tener comunión con nosotros, que estemos cerca. A través de los tiempos, siempre Dios ha querido tener comunión con el hombre y lo ha buscado.

El profeta Isaías dice:

Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. (Isaías 55:6 RV1960)

Encontramos también en Mateo, Juan el Bautista expresando:

Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (Mateo 3:2 RV1960)

Allí tenemos una invitación, una invitación al ARREPENTIMIENTO.  El Señor Jesucristo estaba a punto de comenzar su Ministerio y Juan el Bautista está anunciando esta llegada, este acontecimiento y que Dios a través de su Hijo venía a buscar y a salvar lo que se había perdido. El Señor Jesucristo acercándose. Hay una invitación a arrepentirse.

¿Y qué es “ARREPENTIRSE”? En griego significa: “cambio de mente”. Es cuando vamos en un sentido y comenzamos a caminar en otro sentido. Hay un vuelco, un cambio que se demuestra. Pero no es un cambio momentáneo. Es un cambio de nuestra mente para poder experimentar una transformación integral.

Dios envió a su Hijo Jesucristo a buscar y a salvar lo que se había perdido y Él fue a la cruz del Calvario porque Él quería rescatarnos. Él pagó allí el precio de mi pecado y de tu pecado. Dice en Romanos 6:23:

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23 RV1960)

La paga del pecado es muerte, y quien murió por nuestros pecados fue el Señor Jesucristo. Él nos abrió el camino. Pagó por nuestros pecados y nos ha dado libertad para entrar a la presencia de Dios. Pero hay una condición: ARREPENTIRSE. ¿Lo harás? ¿Estás dispuesto a oír la voz de Dios que te llama a arrepentirte, a tener un cambio de mente, un cambio de actitud? Él quiere transformar tu vida. Él quiere acercarse a ti y que tengas comunión con Él.

Pero cuando hay pecado, Adán se escondió. Trató de huir de Dios. El pecado nos separa de Dios. El pecado nos genera temor. El pecado nos genera MIEDO a las consecuencias porque estamos en desobediencia a la voluntad de Dios. El pecado nos aleja de Dios, nos separa. Y por esa separación, vino Jesucristo a morir en la cruz del Calvario derramando su sangre para redimirnos de nuestros pecados. Para limpiarnos, para abrirnos el camino hacia Dios. Él es el puente, Él es el camino a la Salvación. A través de Jesucristo tenemos redención y vida eterna. Y esta es la esperanza que tenemos. Porque Él murió en la cruz del Calvario, pero no quedó allí, no quedó en la cruz, no quedó en la tumba, sino que resucitó al tercer día. Y esa es nuestra esperanza. Esa es nuestra victoria, porque Él venció a la muerte. Porque Él está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. Esa es la obra que el Señor Jesucristo vino a hacer.

¿ESTÁS DISPUESTO A ACEPTAR ESE OFRECIMIENTO DE SALVACIÓN?

Necesitas reconocerte PECADOR, en primer lugar. Que solo no puedes; que por tus obras, por tu esfuerzo, por tu sacrificio, por tu buena conducta; NO ALCANZA. Sólo UNA OBRA es la que Dios acepta para justificación de pecadores, es la Obra de Cristo en la cruz del Calvario.

¿Por qué? Porque Él no tenía pecado Y derramó su sangre y con su sangre nos limpia, dice la Escritura, DE TODO PECADO. Para ello, necesitamos volver a Cristo y Él quiere darte Salvación.

¿LO HARÁS AHORA? TAL VEZ MAÑANA SEA TARDE. Tal vez no tengas otra oportunidad. Hoy es el día de Salvación y Dios te está llamando. Te está dando esa oportunidad de que vengas a Él arrepentido, con tus cargas, con tus dolores, con tus pecados… quiere que te arrepientas y Él te recibe, te da perdón, y te da acceso a la presencia de Dios.

Cristo rompió la barrera del pecado que nos separaba. Cristo rompió la barrera en todo sentido.

En la antigüedad, en el pacto mosaico, Dios estableció a Moisés cómo debía ser el culto y le marca cómo tenían que construir el Tabernáculo. Y había un lugar en donde llegaban los sacerdotes para ofrecer los sacrificios. Pero había otro lugar más adentro, el Lugar Santísimo. Separado con una cortina o un velo muy grueso al que no podía entrar nadie, sino el Sumo Sacerdote una vez al año. Para ofrecer la sangre del sacrificio allí dentro del Lugar Santísimo por sus pecados y por el pecado del pueblo. Solamente el Sumo Sacerdote y una vez al año.

El Señor Jesucristo, cuando muere en la cruz del Calvario, dice la Escritura que ese velo del templo se rajó de arriba abajo. Se terminó la separación. Se terminó la privacidad para entrar al Lugar Santísimo. Entonces el Señor Jesucristo, vino a abrirnos el camino de acceso al Lugar Santísimo. Este Tabernáculo, este Templo terrenal era figura de la obra de Cristo. Él entró en el cielo, dice la Escritura, no por sangre de machos cabríos ni de becerro, sino CON SU PROPIA SANGRE. Él derramó su sangre para limpiarnos de nuestros pecados y con esa sangre se presenta y ofrece ante el Padre, ante la Santidad de Dios, ante el Trono de la Gracia, ofrece su propia sangre, que no tenía mancha ni contaminación.

En aquellos sacrificios, la sangre “cubría”  figurativamente el pecado.  Aplacaba la ira de Dios por un tiempo, pero volvían otra vez a pecar y tenían que ofrecer nuevamente sacrificios, y así continuamente. Pero dice la Escritura que Cristo lo hizo UNA SOLA VEZ Y PARA SIEMPRE. Ya hemos visto la figura del Sumo Sacerdote. El Señor Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote. Él intercediendo por su pueblo con su propia sangre.

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14-16 RV1960)

El pueblo de Israel, no podía acercarse, tenía que estar a cierta distancia. Solamente los sacerdotes llegaban hasta el Lugar Santo y el Sumo Sacerdote, una vez al año entraba al Lugar Santísimo. Había una limitación. Ahora el Señor Jesucristo nos dice que nos podemos acercar libremente porque Él nos abrió el camino. ¡Qué privilegio, hermanos! ¡Qué privilegio aquellos que hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador Personal! Aquellos que lo hemos recibido por fe, como nuestro Salvador, como nuestro Redentor. Aquellos hombres de la antigüedad no tenían este privilegio. Estaban limitados, estaban dependiendo de que se aceptara la ofrenda de sacrificio que ellos llevaban, ese animal que iba a ser sacrificado para que con su sangre se cubriera el pecado ante los ojos de Dios.

Esta invitación dice: “teniendo un Gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos”. Podemos decir que los traspasó dos veces. Cuando nació, cuando un coro de ángeles cantaba anunciando su llegada; y cuando habiendo cumplido la obra que el Padre le había encomendado.

Agrega: “retengamos nuestra profesión”. Nuestra confesión, nuestro testimonio; que no nos olvidemos y podamos transmitirlo y decir: “En esto he confiado, en esto he creído; esta es la esperanza gloriosa que tengo; esto es lo que me espera porque Dios ha preparado lugar para mí”. El Señor Jesucristo dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). Acerquémonos confiadamente al trono de su gracia.

¿Y de qué manera podemos acercarnos? 

1.       Por el sacrificio de Jesucristo hecho de una vez y para siempre

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. (Hebreos 10:1 RV1960)

Era momentáneo y por eso tenía que ser continuamente. En los vers. 9 y 10 del mismo capítulo, encontramos:

He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. (Hebreos 10:9-10 RV1960)

Santificados de una vez y para siempre. Aquello era momentáneo. El sacrificio de Cristo fue de una vez y para siempre.  Y en el verso 14 agrega:

porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. (Hebreos 10:14 RV1960)

Somos santificados en ese sacrificio y para siempre. Nos hizo perfectos para siempre. ¡Qué privilegio y qué diferencia! De aquél Pacto, al nuevo Pacto, al sacrificio y la obra de Cristo.

A veces no tomamos conciencia del privilegio que tenemos de ser hijos de Dios, de haber conocido del amor de Dios, y de dónde el Señor nos quiere poner. Y seguimos descarriándonos, alejándonos, acariciando el pecado que nos separa de Dios.

2.       Nos dio libertad para entrar al Lugar Santísimo

Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:19-25 RV1960)

Encontramos varias exhortaciones, pero dice en primer lugar: “teniendo libertad”. El Señor Jesucristo nos dio libertad. Dice la Escritura: “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Está el camino abierto. Aquí en Mendoza en la zona de Cacheuta, hubo una obra que tardó muchos años. Mientras duró estaba interrumpido el camino, no había acceso por ahí. Pero cuando se abrió el paso ¡qué satisfacción poder pasar y ver la maravilla que hay del otro lado! Así es figurativamente lo que el Señor ha hecho. Nos abrió el camino. Nos dio libre acceso, teniendo libertad para llegar al Lugar Santísimo.

¿Por medio de qué? De la oración y de la lectura de su Palabra. Ahí tenemos la comunión íntima, personal. Podemos acceder personalmente a través de la oración y el Señor responde las oraciones con su Palabra. Y podemos tener esa comunión, ese diálogo con el Señor.  Antes estábamos impedidos.

Hace poco estuve visitando una prima. Me pidió oración por la salud de un nietito. Ella no sabía cómo hacerlo. Ella se sentía impedida porque no tenía esa comunión, ese acceso. Cuando hemos conocido al Señor tenemos una libertad, un privilegio que tenemos que aprovecharlo. El Señor quiere darnos y que practiquemos esa comunión y que nos acerquemos continuamente porque Él quiere tener comunión con nosotros. DIOS ESTÁ CERCA. Ahora podemos tener acceso por la sangre de Jesucristo. Él pagó el precio.

3.       Nos abrió un camino

Además de libertad, nos dio un camino de acercamiento. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él fue la ofrenda.

Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, (Hebreos 10:19 RV1960)

Él fue el que pagó por su sangre. No por la ofrenda de otro, por el sacrificio de un animal, sino por su propia sangre. Por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo de su carne, de su sacrificio hecho de una vez y para siempre.

Luego tenemos una exhortación a ACERCARNOS. “Acerquémonos, pues… teniendo un gran Sumo Sacerdote” (Hebreos 4:14 y 16) que intercede por nosotros.

¿Dónde mora Dios? ¿Cuál es la “casa de Dios”? En nuestros corazones. Nosotros somos la casa de Dios. Cada uno de nosotros es la morada. Entonces…

4.       En plena certidumbre y confianza

acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe… (Hebreos 10:22 RV1960)

Es una certidumbre y una confianza que no da lugar a dudas. No hay lugar a aquello que sea falso. Sino certidumbre, seguridad. Porque lo dijo el Señor, porque lo dice su Palabra, porque lo ha mostrado y Él hizo la Obra. Debe haber sinceridad en el corazón. Eliminación de todo aquello que sea falso. Y certidumbre de fe, significa un espíritu libre de dudas.  No podemos tener dudas de que podemos entrar a su presencia.

Acerquémonos:

1.       Con un corazón limpio

purificados los corazones de mala conciencia (Hebreos 10:22 RV1960)

Mala conciencia es aquello que nos acusa por el pecado. El Señor nos ha perdonado, pero a veces, nosotros seguimos alimentando aquello que el enemigo pone para hacernos sentir culpables. Y sentimos la culpa, porque estamos escuchando al enemigo y no escuchamos la Palabra de Dios que dice: “acerquémonos…” Porque Él ya pagó, nos limpió, Él nos perdonó, Él nos ha dado la Salvación; y quiere tener comunión con nosotros.

¡Qué privilegio, hermanos! ¡Qué privilegio poder tener esta libertad de acercarnos a Dios! ¡Qué privilegio el poder acceder a la presencia de Dios con esa libertad! Poder hablar con Él como hablamos con cualquier persona. Porque Él nos abrió el camino, porque nos sentimos perdonados; porque Él nos limpió y porque nos amó y nos ama y nos sigue amando. Y quiere tener con nosotros esa comunión.

El rey David dice:

Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame… (Salmos 51:7 RV1960)

Él sentía la culpa y clama a Dios por el perdón y por limpieza. Y este “lavado” que menciona acá, nos habla de que la Palabra de Dios es figura del agua. El agua cuando corre en un recipiente, va sacando las impurezas que puede haber dentro del recipiente. La Palabra nos purifica. Pero no solamente nos purifica por dentro. Eso se tiene que reflejar exteriormente.

Cuando en la última cena, el Señor antes de ir a la cruz esa noche, lava los pies de sus discípulos, Pedro le dice: “a mí no me lavarás jamás”. Y el Señor le responde: “si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. Y entonces, Pedro le dice: “no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”. Y Jesús le responde: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio…” (Juan 13:8-10). Porque los pies era lo que se ensuciaba. También necesitamos reflejar exteriormente esa limpieza. Dice: “lavados los cuerpos con agua pura…” (Hebreos 10:22). Reflejar exteriormente la limpieza que hay en nuestro corazón. Tener una presencia de limpieza interior y exterior. El cristiano debe REFLEJAR lo que Cristo ha hecho en su interior.

2.       Manteniendo firme el testimonio

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. (Hebreos 10:23 RV1960)

Algunas traducciones dicen: “La confesión de nuestra esperanza”. Y esto habla de TESTIMONIO. Mantengamos firme ese testimonio, sin fluctuar, sin variar. A veces nos da vergüenza, a veces tenemos miedo de lo que podemos hablar a otros dando testimonio de lo que  el Señor ha hecho en nuestras vidas. Que podamos expresarnos con libertad. No con temor ni con dualidades, ni con algo que esté reflejando otra cosa que lo que Dios ha hecho en nosotros.  Sino que con sinceridad podamos expresar esa profesión, esa confesión, dando testimonio de la esperanza que tenemos en la obra que el Señor ha hecho a nuestro favor.

3.       Considerémonos

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:24-25 RV1960)

Considerémonos, está vinculado a la relación entre los creyentes. Esto debe ser algo así como sentirlo como familia. El amarnos unos a otros. CONSIDERARNOS. A veces nos pesa el tener que orar por otro hermano porque está pasando una situación difícil, o visitarnos, o llamarnos por teléfono, estar en contacto. Y a veces es tan poco el interés, que “si no voy a la reunión, no pasa nada”. Consideremos al hermano. Si no lo pudimos ver entre la semana, tenemos la oportunidad el domingo de encontrarnos, de compartir. Es aquí el lugar donde podemos reflejar los dones, que el Señor ha puesto en nuestro corazón, en nuestras vidas, en nuestras capacidades. Puede ser de consolación, de aliento, de poder ayudar a otro con nuestro testimonio. Decir: “¿Sabés lo que me pasó?, pero el Señor me bendijo de esta manera…” o… “Me pasó tal cosa, pero vi la mano del Señor”. Todo eso alienta la fe de los demás. Cada uno de nosotros podemos ser parte de la edificación de nuestro hermano. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

Y aún continúa: “No dejando de reunirnos como algunos tienen por costumbre…” Tal vez pareciera que en los tiempos apostólicos también existía esta enfermedad de enfriamiento para dejar de congregarse. Y aquí el escritor de Hebreos está estimulando, animando, a reunirse.

Dice: “exhortándonos”. Exhortarse a congregarse. “Te espero”. ¡Qué hermoso es poder vernos! ¡Qué hermoso es poder compartir el amor de los unos por los otros! Porque lo necesitamos, pero dice más al final:
“y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. El Tribunal de Cristo se acerca y tendremos que dar cuenta de las obras que hemos hecho. Cuánto amamos a los hermanos. El Señor nos mandó a amarnos los unos a los otros. De cuánto hicimos por aquél que necesitaba. De cuánto edificamos a aquél que estaba a nuestro lado y pudimos ser de ayuda. TENDREMOS QUE DAR CUENTA. Cuanto más vemos que aquél día se acerca.

Estas exhortaciones, esta invitación, a acercarnos a Dios; acerquémonos al Trono de la Gracia. Acerquémonos cada día. Estemos en comunión con Él. Estemos en comunión con los hermanos. Ya que tenemos esta libertad, es maravilloso. Cuando miro estas profundidades , ¡qué privilegio tenemos los hijos de Dios!

¿Lo habías pensado? ¿Lo habías valorado? No dejemos de congregarnos, no dejemos de asistirnos unos a otros. No dejemos de amarnos unos a otros. No dejemos de predicar, de testificar, de reflejar lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas.

Acerquémonos.

DIOS ESTÁ CERCA. Pero el Señor Jesucristo dijo más:

“Yo estoy con vosotros…” No sólo dijo que estaba cerca, dijo: “ESTOY CON VOSOTROS…”, estoy  en vosotros por el Espíritu Santo. ESTÁ.

Yo soy la vid verdadera …separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:1 y 5 RV1960)

Necesitamos estar en comunión, estar cerca, estar accediendo a ese trono, a ese privilegio que nos da el Señor. Porque Él nos abrió el camino. Pensemos en aquellos israelitas que no tenían acceso. Y Dios dijo: “les voy a abrir un camino más fácil para que vengan a mí”.

Y aún así muchos se pierden. Muchos no conocen y es nuestra responsabilidad llevarles el mensaje dando testimonio de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas. 

Imagen: https://pixabay.com

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