HACIA UNA FAMILIA MEJOR-MJE.2: PASOS QUE LOS NO CASADOS DEBEN DAR DE ACUERDO AL DISEÑO DE DIOS
Por: Diego Brizzio
Entre nosotros hay varias personas que hoy por hoy no están casadas: algunas
están solas y sin relación, otras de novias, otras viudas, etc. ¿Cuáles son los
pasos diseñados por Dios que deben rumbo a una realidad familiar mejor? ¿Cuáles
son los pasos que reducirán mucho los peligros y los sufrimientos, y aumentarán
mucho la felicidad, el bienestar y la gloria de Dios? Eso es lo que vamos a ver
en esta ocasión, en el segundo mensaje de la serie…
Hacia una familia
mejor (II)
Pasos que los no-casados deben dar, de acuerdo con el
diseño de Dios
Leamos 1 Corintios 7.8-9. “Digo, pues, a los solteros y a
las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de
continencia [otras versiones dicen:
“si carecen de dominio propio”, “si no pueden controlarse”], cásense,
pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Co 7.7–9). Es claro que este pasaje
les habla a las personas que hoy por hoy no están casadas. Más particularmente,
les habla a las que no están casadas y sienten una necesidad afectivo-sexual
bastante fuerte, a las que sus sentimientos y sus hormonas les hacen pensar mucho,
mucho en alguien con quien acompañarse, escucharse, hablarse, abrazarse,
besarse, acostarse. A estas personas les habla en particular este pasaje. Así
que, si vos no estás casado, y necesitás mucho estar con alguien, prestá atención.
No importa que seas adolescente, o joven, o adulto o adulto mayor. Prestá
atención. Vamos a ver tres pasos bíblicos que deben dar hacia una familia mejor.
I.
El paso de la pureza
sexual
El
Señor les dice a esas personas: “Cásense”. No dice: “—Bueno, ya que están solos,
y tienen una necesidad tan fuerte, busquen satisfacerse de alguna manera. Tal
vez deberían pensar en masturbarse, o en alguna relación casual para aliviarse,
o con su novio o novia”. No. No dice eso. Dice: “Cásense”. Porque según el
diseño de Dios la necesidad afectivo-sexual debe satisfacerse exclusivamente con
quien ya es el cónyuge, con quien ya estamos en el marco más seguro del
matrimonio.
Dice:
“¡Huyan del pecado sexual! Ningún otro
pecado afecta tanto el cuerpo como éste, porque la inmoralidad sexual es un
pecado contra el propio cuerpo” (1 Co 6.18). “No tengan nada que ver con la inmoralidad sexual, la impureza, las
bajas pasiones y los malos deseos” (Col 3.5). Debemos entender que en la experiencia sexual no se comparte sólo
lo genital o corporal, ¡que ya es muchísimo! Se comparte también el ser
interior, algo personalísimo y sensible, difícil de definir, pero real. Por
eso, debemos buscar satisfacer nuestra necesidad afectivo-sexual solamente en el
marco más seguro del matrimonio, con la persona que haya llegado al punto de
comprometerse con nosotros en un pacto socio-jurídico, es decir, sólo con
nuestro cónyuge.
Digo
esto en el nombre del Señor, y de la experiencia de miles de personas: si buscamos
satisfacer nuestras necesidades sexuales en cualquier relación no-conyugal, como
la pornografía, la masturbación, la imaginación, el manoseo o sexo con la pareja
no casada, etc. pasan dos cosas: salimos dañados, y ofendemos a Dios. Haya o no
haya amor, salimos dañados y ofendemos a Dios. Así es: (1) de algún modo salimos dañados: nos deja vacíos, desgarrados y con
remordimiento, nos crea ideas egoístas acerca del sexo, separa lo genital de lo
personal, nos crea dependencia o adicción, y, por supuesto, también podemos
adquirir alguna enfermedad, o tener un embarazo “fuera de lugar”. Salimos
dañados. (2) Aparte, ofendemos a
Dios, y perderemos nuestra comunión con él, porque lo desobedecimos en algo tan
bueno y excelente.
Así
que, para los que están solos, Dios espera o manda abstinencia, auto-dominio.
Lo manda, (1) primero, para
protegernos de esos daños; (2) segundo,
para madurarnos, para desarrollar nuestro carácter y nuestro respeto por la pareja.
El que aprende a controlar sus impulsos, y a esperar, desarrolla muchas virtudes
de carácter, útiles también para el resto de la vida. Y, (3) tercero, lo manda también porque es posible. Sí, con la ayuda
de Dios, y el propósito de corazón, la abstinencia es posible. La mente, la psiquis
y el cuerpo tienen la capacidad de esperar sin que les pase nada malo. Nadie se
ha vuelto loco, a nadie se le explotó nada. ¿Es difícil? Sí, en algunos
momentos es difícil; pero posible.
Queridos
hermanos, ni en la Educación Sexual, ni en los medios se habla de abstinencia y
autodominio. Por el contrario, se lo considera como algo estúpido y medieval. Pero
Dios nos lo manda para protegernos y desarrollarnos, porque es posible. Si no
estás casado, consérvate sexualmente puro hasta el matrimonio. No te dejés engañar
por los amigos, ni las pantallas, ni los medios. Corta de raíz toda ocasión de
caer. Estate alerta. Huí de la impureza sexual. Este es un paso diseñado por Dios, pensando ya en una familia mejor
para vos.
II.
El paso de buscar a
un convertido como cónyuge.
Dice
1 Corintios 7.39 que el cristiano que no está casado es “libre para casarse con quien quiera, con tal de que sea en el Señor”.
Entre los demás factores, puede escoger a quien le guste, pero en cuanto a la
fe, no hay opción: para casarse debe buscar a uno que se haya convertido a
Jesucristo, y lo ame.
¿Por qué es esto? Según 2 Corintios 6 y
Deuteronomio 7, es porque Dios quiere que en la pareja la fuerza espiritual de
ambos se sume buscando la gloria de Dios. Si ambos confían en la autoridad y la
fidelidad de la Palabra de Dios, si ambos son leales al Señor, si ambos tienen
la luz del Espíritu Santo, esa fuerza espiritual se suma, y ambos persiguen la
honra del Señor: ambos quieren obedecerlo en lo sexual, en lo económico, en la
crianza de los hijos, y en otras cosas básicas; y así todo va mejor y reflejan
mejor a Dios. Esto es lo que Dios quiere. En cambio, si la pareja buscada no
es convertida a Cristo, la fuerza espiritual de ambos no se suma buscando
la gloria de Dios, sino que se resta; y es más, en muchos casos, sucede que
hasta el mismo creyente termina siendo desleal a Cristo en áreas donde antes
era fiel. El creyente quería ser fiel en lo sexual, en lo económico, en la
crianza de los niños, pero como la influencia de su pareja es fuerte, termina
cediendo. Para evitar esto, el Señor manda que se busque a un convertido como
cónyuge.
Alguien dirá: “—Pero yo no puedo elegir de
quien me enamoro”. … Pues el Señor te dice: “—Vos sí podés elegir de quien no
te enamorás”. Si vos vivís tratando de honrar al Señor, vas a andar siempre
alerta, ponindo la cabeza antes que el enamoramiento. Entonces, apenas veas que
alguien es atractivo o te agrada, o intenta seducirte, ¡no le des rienda suelta
a tu imaginación y sentimientos! Primero averiguá si es convertido y ama al
Señor de verdad. Y si no, decidí obedecer a Dios y punto. Sí podés y debés elegir
de quién no enamorarte. Llevá la cabeza por delante. Este es el segundo paso diseñado por Dios, pensando ya en una familia mejor
para vos. Bueno, vamos con el tercer paso.
III.
El paso del pacto
matrimonial
Supongamos que encontraste a un creyente, estás en una
relación amorosa, y te has guardado puro. ¿Y ahora qué? ¿Van a convivir y a
probar? No. El mandamiento es “cásense”. Así que, Dios quiere que formalicen la
relación con un pacto. Malaquías 2:14 le habla a un hombre acerca de su
mujer, y dice: “Ella es
tu compañera, la esposa con la que hiciste un pacto”. Y Proverbios
2.17 dice que la mujer, al casarse, hace un pacto con su compañero en presencia
de Dios.
¿Qué es un pacto? Es un contrato
socio-jurídico entre dos personas que se aman. Es lo que hacen los novios en el
Registro Civil. Es lo más romántico que hay: se aman tanto, que delante del
Estado, de testigos y de Dios, dejan registrado por escrito, con una firma, que
su intención y promesa de cumplir las cláusulas es bien seria y consciente, que
no están jugando. Realmente quieren acompañarse, hacerse bien, y serse fieles
toda la vida. Es muy romántico, y si no te parece, revisá tu concepto de
romántico.
¿Por
qué la relación debe formalizarse así? Porque en una
sociedad humana el pacto o contrato formal es la forma más seria o solemne de dejar
las cosas claras y dar seguridad en una relación. Como ambas partes han leído las
cláusulas, ambas partes tienen en claro sus responsabilidades y derechos; y
como ambos han firmado para expresar su intención y promesa, ambas partes
pueden sentirse seguras. Pregunto: En una
relación de propietario-inquilino, ¿cuál es la forma más seria de dejar las
cosas claras y dar seguridad a las partes? … El contrato. Entonces, si hacemos
uno cuando hay un inmueble u otra cosa en juego, ¿por qué muchas parejas no
quieren hacerlo cuando hay dos personas, dos vidas, futuros, cuerpos y hasta
hijos en juego? Es porque no le dan a esa relación y a sus propias personas la
seriedad que realmente tienen.
¿Y
qué pasa cuando el amor se acaba y los tratos se enfrían?
¿Rompemos con el pacto, como hacen muchos? ¡No! Ese es un error de conceptos.
La cosa no funciona así. Los sentimientos y el trato no son los encargados de mantenernos
casados, sino al revés: porque estamos casados debemos mantener el trato cálido
y los sentimientos. Todos los días debo recordar que estoy casado con el otro, que
hice una promesa solemne, y eso debe impulsarme a darle un besito, a decirle que
lo amo, a acariciarlo dulcemente, a comprarle un chocolate, a hacerle su plato
preferido, etc. Entonces, si esto es regular, el sentimiento se mantiene, y la
relación se disfruta. Ya vamos a hablar de esto un poco más. Pero tengamos en
cuenta: este es el tercer paso diseñado por Dios,
pensando ya en una familia mejor para vos: el paso del pacto matrimonial.
Conclusión
Yo sé que los discípulos de Cristo vamos contra la
corriente, y que todo en este mundo está diseñado para hacernos difícil la
fidelidad al Señor. Yo sé que la carga es dura, que el sufrimiento de la
soledad y de la espera es fuerte. Sé que muchas veces caés, y caemos, y nos
sentimos mal, y el diablo aprovecha para acusarnos. Pero ahora, como hermano tuyo,
quisiera abrazarte, quisiera fortalecerte, quisiera animarte a la fidelidad al
Señor en cuanto a estos tres pasos que vimos… Y quisiera también llamarte al
arrepentimiento, sin en alguno de ellos estás pecando habitualmente… Oremos
juntos.
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