SERIE "SÓLO A ÉL SERVIRÁS" - Mensaje 5: FICCIÓN
Por: Diego Brizzio
Avatar,
Titanic, La guerra de las galaxias VII, Vengadores: guerra infinita… ¿Qué
tienen en común estas obras de cine? … Que fueron de las más taquilleras de la
historia: un promedio de 2.200.000.000 millones de dólares de recaudación cada
una. Lo mismo pasa con los libros de Harry Potter, El señor de los anillos, El
alquimista, El código Davinci, Crepúsculo… Fueron los más vendidos de la historia,
después de la Biblia. ¿Y saben cuál es otra cosa que tienen en común todas esas
obras, tanto películas como libros…? Son de ficción. Según parece, la ficción
ha llegado a ser un verdadero ídolo para la sociedad, y ese es el último ídolo
de que vamos a hablar en la serie “Sólo a Él servirás”:
La ficción
(Sólo a él servirás V)
¿Qué
entendemos por “ficción”? Se llama “ficción”
a toda obra literaria o fílmica (o sea a todo libro, película, serie, o
programa de TV) que incluye algo imaginado o inventado por el autor. Si el
autor se inventó una persona, o un lugar o un hecho o cualquier otra cosa que
en la realidad no ha existido o no existe, entonces su obra es “ficción”. Si el
autor no pretende escribir una obra estricta o puramente histórica, periodística,
científica o documental, entonces quiere escribir ficción.
El
asunto es que, como vimos, la sociedad la consume muchísimo, y cada vez más. La
ficción ha llegado a ser para muchas, muchas personas, incluso cristianas, un verdadero
ídolo, hasta el punto de dedicarse poco a la realidad concreta. Hoy quiero que
veamos dos cosas.
I.
Cuándo la ficción es un ídolo
para nosotros. La ficción es un ídolo para nosotros cuando
reemplaza a Dios, o compite con él, en nuestra vida. ¿Cuándo sucede
esto? Sucede, por lo menos…
Cuando
por la ficción pensamos, sentimos y hacemos cosas que ofenden a Dios. En muchas
obras de ficción hay muchas ideas contrarias a la voluntad de Dios: “No hay normas
de conductas ni verdades fijas y absolutas”, “La hechicería es buena y resuelve
problemas”, “El poder está dentro de cada uno”, etc. La ficción muchas veces también
nos lleva a sentir cosas feas: deseos de pecados sexuales, deseos de violencia,
ira destructiva… Y otras veces la ficción hasta nos lleva a imitar acciones feas,
conductas pecaminosas. Bueno, cuando a
causa de la ficción nosotros adquirimos pensamientos, sentimientos o conductas que
ofenden a Dios, entonces la ficción se ha vuelto un ídolo para nosotros. Hermanos,
tengamos muchísimo cuidado con esto. Pensamos que no se nos van a pegar cosas
malas, pero eso es tan sutil, que terminan pegándose, tanto en lo más
jovencitos como en los mayores, Cuidado. Mantengámonos puros.
Ahora, la ficción también se vuelve un ídolo para
nosotros, cuando por la ficción
pensamos, sentimos y hacemos más o mejores cosas buenas que por la realidad. Cuando
miramos o leemos ficción nuestra mente está muy activa: presta atención a los
personajes, a los lugares, a las situaciones… Trata de entender lo que pasa,
las causas, las consecuencias. Piensa en cómo se mejoraría todo eso. La mente
está súper activa. Las emociones también lo están: aunque sea un poquito, sentimos
cosas: suspenso, miedo, terror; preocupación, compasión, dolor, tristeza; ira,
decepción, asco; amor, cariño, romance; humor, alegría o júbilo; realización,
satisfacción… y bastantes más. Y por la ficción también modificamos la conducta,
en particular le dedicamos mucho tiempo para verla y leerla, y también
invertimos algo de dinero en servicios de cine y TV, entradas
al cine y libros. Bueno, cuando
por la ficción, pensamos, sentimos y hacemos más o mejores cosas que por la
realidad, la ficción se ha convertido en un ídolo.
Hermanos, Dios nos ha dado la mente, las emociones
y la voluntad para cosas buenas, sí, pero no tanto para la ficción, sino muchísimo
más para la realidad; no para historias ficticias, sino para historias reales.
Pero el diablo y el mundo han elaborado todo un sistema de entretenimiento,
distracción, de tal modo que, en vez de ocuparnos bien en la realidad, pongamos
un montón de recursos mentales, emocionales, temporales y económicos en lo que
no existe. Y sí, es verdad, la ficción puede tener dos o tres cositas positivas
por ahí, pero nunca vale la pena dedicarle tantos recursos. Ahora quiero que veamos
precisamente eso:
II.
A qué historias reales quiere Dios
que nos dediquemos muchísimo más y mejor que a la ficción
A la historia global, revelada por Dios en la Biblia. Me
refiero a la historia general desde Génesis hasta Apocalipsis. ¿Conocés cuáles han
sido y serán los principales personajes y acontecimientos, desde el inicio de
las cosas, hasta “el final”, que no será final? ¿Qué hay de la creación, de sus
etapas, del ser humano, de su pecado, de la sentencia de Dios? ¿Qué hay de la
propagación de la maldad, de las naciones, de los juicios de Dios? ¿Qué hay de
la salvación misericordiosa de Dios para con gente de todas las naciones, de su
plan, del pueblo que escogió, y del Salvador que prometió? ¿Qué hay de la
primera venida, de la persona y de la obra de ese Salvador? ¿Qué hay del tiempo
presente, del propósito del pueblo de Dios hoy? ¿Qué hay del día de mañana, de los
enemigos de Dios, del pueblo de Dios, del que triunfará, de la misma eternidad?
Dios ha revelado en la Biblia la historia global, y es real. A esa historia tenemos que dedicarnos mucho y
bien. Dice el Señor: “Tales cosas se
escribieron hace tiempo en las Escrituras para que nos sirvan de enseñanza… Nos
dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las
promesas de Dios” (Ro 15.4). Debemos conocer esta historia global, porque nos
brinda un andamiaje, una perspectiva general sobre el pasado y al futuro de
este mundo y la humanidad. Porque es capaz de activarnos emociones como la
maravilla, la tristeza por el pecado, la alegría por el Salvador, la esperanza por
el futuro… A esta historia real tenemos que dedicarnos muchísimo más que a la
ficción.
A las historias particulares de la Biblia. Me refiero a
las cientos de historias más pequeñas que están registradas en la Biblia. ¡Créanme,
allí encontramos todos los géneros, hermanos! Acción, aventura, guerras, catástrofes,
suspenso, romance, erotismo, drama familiar, biografía… incluso encontramos humor,
terror, musicales y si se quiere hasta policíacos. Hay amor, pasión, sexo de
todo tipo, familia, perdón, bondad, compasión, traición, intrigas, venganza, sangre,
violencia, muerte, estrategia, ingenio, liberación, regocijo, reinos, triunfos…
¡Lo que busquemos! Y la más maravillosa
de las historias de la Biblia, la centra: la muerte y la resurrección del Hijo
de Dios por amor a todos nosotros… ¡Y todo realidad! ¡A estas historias
particulares tenemos que dedicarnos mucho y bien! Dice Pablo: “Estas cosas sucedieron como una advertencia para
nosotros” (1 Co 10.6), es decir, esas historias
son para que las conozcamos, y para que evitemos los malos ejemplos, e imitemos
los buenos. Así que en ellas debemos ocupar nuestras mentes, emociones y
voluntades, mucho más que en cualquier historia ficticia.
A nuestra propia historia personal. Me refiero a
nuestro pasado, presente y futuro. Tal vez en el pasado hubo algún error
que todavía podamos corregir, algo inconcluso que podamos concluir, alguna
ofensa por la que todavía podamos pedir perdón. Tal vez haya heridas que nos
han hecho, y que todavía no han sido sanadas por el Señor, y siguen abiertas, y
siguen afectando mi vida de mala manera… En el presente seguramente hay
cosas para pensar, emociones que deben atenderse, conductas que deben modificarse.
Y en el futuro, ¿cómo queremos estar y sentirnos? Pues de las decisiones
que tomemos desde hoy dependerá en gran medida nuestro futuro. Decisiones en
cuanto a la honra que le daremos al Señor, a nuestra integridad de carácter, a
nuestras relaciones sentimentales, a nuestra familia, al ministerio, al
estudio, al trabajo. Esas decisiones harán que dentro de algunos años nos
veamos y sintamos mejor. Hermanos queridos, todos tenemos un pasado, un
presente y un futuro. A esa historia, nuestra historia, tenemos que dedicarnos
mucho y bien. Acerca del pasado, Dios le decía a Israel: “Meditad bien en vuestros caminos” (en lo que habéis hecho hasta
ahora). Y luego le dice acerca del futuro: “Reflexionad
en vuestro corazón desde este día en adelante… ¡meditad en vuestro corazón!”
(Hag 1.5; 2.18) Así que, el Señor quiere que con nuestra mente, emociones y
voluntad, nos ocupemos mucho más en nuestra propia historia personal real, que
en las historias de ficción.
A las historias de la gente. La gente que nos rodea (nuestro
cónyuge, nuestros hijos, nuestros amigos, compañeros, hermanos en Cristo) tiene
historias, historias de todo tipo: de cosas lindas, logros, alegrías, orgullo…
pero también de cosas feas, fracasos, tristezas, vergüenza, dolor… ¿Y saben
qué? Muchos de ellos necesitan y buscan a alguien que se acerque, los escuche y
acompañe. A esas historias debemos dedicarnos mucho y bien. Dice el Señor: “Que los miembros se preocupen los unos por
los otros.” (1 Co 12.25); “Alégrense
con los que están alegres; lloren con los que lloran” (Ro 12.15). Así que, el Señor quiere que con
nuestra mente, emociones y voluntad, nos ocupemos mucho más de las historias de
la gente para ayudarla, que en las historias de ficción.
Imagen: once-upon-a-time-719174_Fathromi Ramdlon https://pixabay.com
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