LAS LIMITACIONES COMO PARTE DE LA BENDICIÓN DE DIOS
Por: Jonatan Miranda
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Hay un relato chino que dice: “Buena suerte, mala suerte,
¿quién sabe?”.
Había un granjero en una pobre aldea que sus vecinos lo
consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo.
La gente decía: -¡qué
buena suerte tener ese caballo para arar el campo!
El granjero respondía: - buena suerte, mala suerte,
¿quién sabe?
Un día el caballo se marchó a las montañas y el hombre se
quedó sin el animal que lo ayudaba a arar su campo.
La gente, entonces, decía: -¡qué mala suerte! ¡El caballo
se ha ido!
Y el granjero respondía nuevamente: - buena suerte, mala
suerte, ¿quién sabe?
Unos días más tarde, el caballo regresó con otros
caballos salvajes con él y se quedaron en la granja.
Entonces, la gente decía: ¡Qué buena suerte que el
caballo regresó y ahora el granjero tiene más caballos que antes!
El hombre decía nuevamente: - buena suerte, mala suerte,
¿quién sabe?
Un día, su hijo intentando domar a uno de los nuevos
caballos, se cayó y se rompió una pierna.
La gente decía: ¡Qué mala suerte! El joven tiene una
pierna quebrada.
El hombre decía: - buena suerte, mala suerte, ¿quién
sabe?
Días después, se presentaron unos oficiales del ejército
chino reclutando jóvenes para la guerra. Cuando vieron el estado en el que se
encontraba el joven, lo rechazaron, decidieron dejarlo y no se lo llevaron.
-Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?
Cuando las
limitaciones que tenemos son parte de la bendición de Dios
Nosotros como cristianos, sabemos que nada de lo que nos
pasa está librado al azar. La suerte no tiene razón de ser en nuestras vidas.
Dios conoce cada cabello que cae de nuestras cabezas. Uno dice: ¡Qué exagerado!
¡Hasta eso tiene en cuenta Dios! Pero es así. Dios es perfecto. Nada de lo que
nos sucede es buena suerte o mala suerte. Absolutamente nada, está librado al
azar. Cuando las limitaciones son parte de la bendición de Dios. Aunque muy
rara vez nosotros tomamos algo en lo que nos sentimos vulnerables, como
bendición de Dios. Puedo entender que eso que Dios NO ME HA DADO también es
parte de la bendición de Dios. Las personas que son emocionalmente sanas pueden
llegar a comprender y vivir esto.
¿Y quién es sano emocionalmente? Cada uno de nosotros ha
pasado diferentes situaciones. Los temores responden a experiencias pasadas. El
que le teme a la oscuridad es porque ha pasado algo en lo que ha estado
involucrada la oscuridad. Cada temor,
cada miedo que nosotros tenemos responde a una situación que ha quedado en la
mente de la persona, sea que la conozcas o no. Por eso, la persona que puede llegar a ser
emocionalmente sana es la persona que ha confiado en Cristo como Salvador. Ahí
comienza toda sanidad. Y no solamente que han confiado en Cristo como Salvador,
sino los creyentes que han decidido dejar que Dios los sane. Porque también hay
creyentes que no permiten que Dios sane
sus heridas. Esto es solo un ejemplo de que las limitaciones que tenemos
también son parte de la bendición de Dios. Yo mismo tengo limitaciones en las
que Dios ha trabajado y hoy ya no lo son. Pero el saber reconocer mis propias
limitaciones me ayuda a saber hasta donde puedo llegar y hasta donde no. Hasta
donde yo quiero ser como otra persona y no soy yo mismo.
Esto pasa también en el nivel ministerial. Cuando a mi me
gustaría tener el don que otro hermano tiene y yo no lo tengo. Y es que si yo
estoy deseando lo que otro hermano tiene es porque no estoy valorando lo que
Dios sí me dio y sí tengo. Cuando uno sabe lo que sí tiene y lo que no tiene, permite
que insertado en la Iglesia pueda tener la ubicación correcta para el servicio
a Dios. Porque si estoy en el lugar incorrecto no voy a poder estar produciendo
a ciento por uno como el Señor quiere. Muchas veces siento que estoy muy
limitado en la facilidad de expresión. No soy de muchas palabras. El día que yo
aprenda a expresarme fluidamente habrá sido obra y poder de Dios. No solamente
se trata de personas que han pasado de muerte a vida mediante la Salvación.
También de aquellos creyentes que van madurando y adquiriendo nuevas
habilidades y dones. Vidas
transformadas. A veces tenemos limitaciones de nivel temperamental. Y cada uno
tenemos nuestro temperamento y yo no tengo porqué ser como otro. Tengo que ser
yo mismo. Tengo que dar gloria a Dios con mis fortalezas, pero aún más gloria
con mis debilidades.
Jesús como ejemplo
En todo lo bueno, en todo lo excelente, en todo lo
admirable, Jesús es el ejemplo.
Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por
cuarenta días, y era tentado por el
diablo. Y no comió nada en aquellos
días, pasados los cuales, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. (Lucas 4:1-4 RV60)
Esta es la primera de las tres tentaciones que el diablo
opuso a Jesús. ¿Cuál fue realmente la tentación? Transgredir las limitaciones
que Dios Padre le había puesto a Jesús como ser humano. Jesús había ayunado
cuarenta días y estaba en esa situación dada por Dios mismo. “Sos el Hijo de
Dios, vos la podés cambiar, si querés”. Ese fue el mensaje de Satanás a Jesús
Satanás quiso transgredir esas limitaciones que Jesús estaba pasando en ese
momento.
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de
la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te
daré toda esta potestad, y la gloria de
ellos; porque a mí me ha sido
entregada, y a quien quiero la doy. Si
tú postrado me adorares, todos serán
tuyos. Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí,
Satanás, porque escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. (Lucas 4:5-8 RV60)
Una vez más la tentación de Satanás hacia Jesús fue
transgredir las limitaciones, transgredir el cronograma que Dios tenía para
Jesús. Jesús iba a ser Rey, sí; pero no era el tiempo ni la forma. Jesús ya sabía
que iba a ser glorificado, que todo eso iba a pasar, pero no era el momento.
Jesús aceptó sus limitaciones. En la tercer tentación pasa lo mismo, pero lo
que quiero destacar aquí es que Jesús como ser humano vivió con limitaciones.
Como ser humano tuvo que aprender a vivir como ser humano, pero a pesar de todo
ello, Él había trabajado en su vida y era emocionalmente sano. A los doce años
lo encontramos en el Templo leyendo las Escrituras y compartiendo la Palabra.
Hasta los treinta años en que comienza su ministerio público. Lo que quiero
destacar aquí es que Jesús sabía hasta donde podía llegar. Conocía las
limitaciones que Dios Padre le había puesto y conocía el tiempo en el que Él
tenía que actuar. Él era Jesús, el Hijo de Dios… ¿qué limitaciones pudo haber
tenido? Si a la tormenta le dijo: calma, y se calmó.
¿Por qué elegir a doce discípulos, no a ciento veinte o
mil doscientos? Justamente porque Él conocía sus límites como ser humano y esos
doce es la cantidad que personalmente podía atender, preparar y entrenar bien.
¿Por qué comenzar su ministerio a los treinta años y no
antes? Justamente porque en la cultura judía en la que Él se encontraba, se
consideraba que una persona antes de los treinta años era un aprendiz, un alumno.
Se consideraba que recién la palabra de una persona de los treinta años en
adelante era tomada como válida. Una limitación cultural que Jesús respetó y
esperó a que el tiempo se cumpliera. Cuando llegó el momento de actuar, Él
actuó. Supo responder a las limitaciones culturales.
¿Por qué no se bajó de la cruz? La respuesta a esta
pregunta nos emociona a todos. Te amó y me amó tanto, que entendió que tenía
que llegar al final, hasta que una vez cumplido con todo, pudo decir “Consumado
es”. Conocía sus limitaciones y los tiempos de Dios.
Las limitaciones en lo humano que tenemos, ya sea en lo
físico, en lo temperamental, en los dones espirituales, nos hacen re-pensar en
que nosotros como Iglesia somos un cuerpo y nos necesitamos los unos a los
otros. Si yo puedo reconocer cuáles son las limitaciones que Dios ha puesto en
mi vida, puedo dar lugar a que algo otra persona lo haga y yo ocupar el lugar
que me corresponde. Es bueno que conozcas cuáles son las habilidades que sí
tenés y cuáles son habilidades que Dios no te ha dado. Eso sería de mucha
utilidad y bendición para la Iglesia. Y una Iglesia bendecida es de mucha
bendición para los que están afuera. La Iglesia crecería no en forma “sumada”
sino en forma “multiplicada” DIOS MULTIPLICA, NO SUMA.
Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean
idóneos para enseñar también a otros. (2 Timoteo 2:2 RV60)
Pablo le encarga a Timoteo que busque hombres fieles que
enseñen. No que se queden las enseñanzas que él le dio a Timoteo, en Timoteo. Ese
es el pensamiento de Dios. Hacer discípulos para discipular, para multiplicar.
Cuando nosotros vayamos a San José de la Esquina,
nosotros llevamos un plan de acción. Para eso necesitamos mucha oración y dirección
del Espíritu Santo. Si Dios dice que ese plan lo tenemos que cambiar, lo vamos
a hacer. Y no sólo vamos pensando en ese doscípulo que vamos a tener sino
también en que ese discípulo sea un “discipulador”.
Para terminar con el tema de las limitaciones. Esto de
multiplicar, no lo hago yo. Lo hace Dios. No podemos cambiar a las personas. Ni
siquiera podemos cambiarnos a nosotros mismos. Eso solamente lo puede hacer el
Espíritu Santo. Pero para ello requiere de tu consentimiento, para que empieces
a sanar y ser de bendición para otros. Cuando Pablo le pidió a Dios que le
sacara ese aguijón en la carne que él tenía, Dios le responde: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad” (II Corintios 12:9). Es que cuando soy débil, dice la Biblia, en
Dios soy fuerte. Todas esas limitaciones en las que has pensado, tomalas como
una bendición de Dios. Estoy seguro de que vas a dar gloria a Dios con las
fortalezas que Dios te ha dado, pero estoy mucho más seguro de que vas a dar
más gloria a Dios con esas debilidades que hoy tenés y que en el Nombre del
Señor, las vas a vencer.
QUE ASÍ SEA. DIOS BENDIGA SU PALABRA.
Imagen: https://pixabay.com
AUDIO: Sonido "Sígueme"
Lo maravilloso de confiar en el Señor, es que en alguna oportunidad, y gracias a Su misericordia, nuestras tan avergonzantes limitaciones, pasan a ser nuestras mejores fortalezas. Para Dios no hay imposibles. bendiciones
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