Una piedra en el zapato
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
En cierta oportunidad, mi pie derecho comenzó a infamarse y
el dolor era tan intenso que apenas si podía caminar. Tuve que concurrir con
urgencia al médico. El pie se veía perfectamente sano por fuera, el problema
era evidentemente interno. Fue entonces, cuando el doctor, ante mi mirada de
terror, buscó un bisturí, lo esterilizó y sin mediar comentarios hizo una
incisión de urgencia en la planta de mi adolorido pie. La infección fue
extraída de urgencia. Una hora después mi pie estaba vendado y aún dolía, pero
ahora era el dolor de la herida provocada por el bisturí. Conversando con el
doctor, difícilmente pude acordarme que hacía unos días algo me había pinchado
el pie y no le dí importancia. Tal vez pudo ser una piedrecilla en el calzado.
La piel sanó la pequeña y diminuta lesión por fuera, pero por dentro había
continuado un proceso infeccioso.
A veces siento como si las piedrecillas, esas chiquititas
que se encuentran en cualquier calle, en cualquier vereda, estuviesen “vivas”.
Y es que hay semanas en las que no pasa un día sin que una de ellas
literalmente “salte” dentro de mi zapato.
Con frecuencia, camino mucha distancia sin detenerme a
quitarla. Sólo lo hago cuando llego a destino y encuentro un lugar con
suficiente privacidad. A veces por el apuro, otras veces por pudor de quitarme
el zapato en plena vía pública ante numerosos transeúntes, desisto de la idea
de pararme en cualquier sitio y quitar la molestia.
Pero el tema resulta ser algo más profundo que apuro o
pudor. A veces llego a la conclusión de que ya se me ha convertido en todo un
hábito, el caminar con una piedrita dentro del zapato. Al principio duele,
incomoda, molesta, a veces lastima; pero aún así suele resultar más cómodo
dejarla ahí, que enfrentar la situación y aún en pleno centro y ante la mirada
de muchas personas, tomarme el trabajo de sacarla. Con el transcurrir de los
pasos busco “acomodarla” para que no moleste tanto. A veces lo logro, aunque
sea sólo por un ratito, ya que la “muy piedrecilla” vuelve a tomar su posición
de invasora y comienza a molestar, a lastimar de nuevo. Y es que esta situación
es en realidad extrapolable a un gran número de hábitos, conductas y
situaciones que nos toca vivir en nuestro tránsito por este mundo.
Ese momento, cuando en lugar de pararme y quitar la molesta
piedrecilla, decido en cambio, dejarla en el zapato y tratar de acomodarla para
que no moleste tanto; es cuando le estoy haciendo el lugar al huésped indeseado
sin reparar en que ello implica una tácita e inconsciente aceptación de convivir con el problema. Una hoy
subestimada, pequeña dificultad; pero
que vino para instalarse, quedarse, crecer, venir a ser semilla de males mucho mayores.
Lo que literalmente
significa vivir sentado sobre una bomba de tiempo. Lo que lo que en principio
resultan ser pequeños problemitas, muy lejos de quedarse quietecitos y en
silencio en un rincón, comienzan a alimentarse de uno mismo y a crecer. Cada
uno de esos problemitas se “alían”, se “asocian”, se combinan con otros y sin importar
el plazo, siempre terminan conformando una difícil y enredada trama. Lo que en
principio fueron pequeños problemitas, terminan a la larga o a la corta, siendo
grandes problemas de cada vez más difícil, compleja y a veces traumática
solución.
Y es que como en casi todas las situaciones que nos aquejan,
no se puede lidiar con los problemas si en lugar de enfrentarlos echamos mano
de la salida fácil de ACOMODARLOS en lugar de QUITARLOS. Quitarme el zapato
ante la mirada de numerosos transeúntes es un problemita menor al lado del daño
que le pudo ocasionar a mi pie. Y es que con frecuencia, para que un problema
salga de nuestra vida es necesario abrir la puerta del corazón, y eso nos causa
temor. Pero es necesario que el problema salga por la misma puerta por donde
entró. Mientras más grande y complejo permitamos que se haga, más doloroso va a
ser su proceso de salida.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de
amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
(Hebreos 12:15 RV60)
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