Equipo de estrellas vs. Equipo de trabajo



Equipo de estrellas vs. Equipo de trabajo
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com


La característica que más se destacaba en Carlos José era su velocidad de lectura y capacidad de síntesis de lo que leía. Confiada en esto, su maestra de grado a menudo le daba un libro para que el niño lo leyera y gracias a su enorme capacidad de comprensión hiciera un bosquejo que ayudara a comentar el libro en clase. Dependiendo del tamaño y complejidad del libro, Carlos José tardaba en promedio dos semanas en hacer la tarea completa, es decir, desde que recibía el libro hasta que lo devolvía a la maestra con su bosquejo.

Pero un día, los padres de Carlos José fueron trasladados por cuestiones de trabajo a otro estado y el niño tuvo que ir a otra escuela. La maestra entonces, tuvo que comenzar a hacer ella los bosquejos de los libros que leían en clase; una tarea que para ella resultaba tediosa, pesada. A esto añadido el detalle para nada menor de que ella no leía tan rápido como Carlitos ni tenía ese talento tan especial del niño, por lo que el promedio de dos semanas fue alargándose a tres, luego al mes…

Fue entonces cuando decidió elegir a dos de los niños de la clase para que hicieran la tarea que antes hacía uno solo. Tomó de la biblioteca dos ejemplares idénticos de un libro y les entregó uno a cada uno con la consigna de que cada niño trabajase sobre una mitad del libro cada uno. Micaela y Juan no eran tan rápidos en la lectura ni tenían la enorme capacidad de síntesis de Carlos José, pero con sorpresa, la maestra advirtió que cada mitad del libro fue leída y bosquejada en diez días. Es decir, había conseguido hacer el trabajo completo que antes hacía su “alumno estrella” en dos semanas, en varios días menos con chicos aplicados y estudiosos, pero que no gozaban de un increíble talento.

Esto ocurre con frecuencia en muchos órdenes de la vida, desde lo estrictamente familiar, pasando por lo deportivo, lo laboral e inclusive el ámbito eclesiástico. Así como la maestra de nuestro ejemplo del principio, se apoyaba en forma excesiva en la capacidad de su mejor alumno, a menudo los entrenadores deportivos se hallan tentados de basar su estrategia de juego en la capacidad y talento de su jugador estrella. En el ámbito hogareño, hay familias en las cuales una excesiva parte de la carga pasa por mamá, papá o alguno de los integrantes de la familia que habitualmente “resuelve todo” o “se ocupa de todo”. En lo eclesiástico, hay comunidades en las cuales una desmedida proporción de las cargas pasan por el pastor y unos muy pocos colaboradores y aquí no hablamos de concentración de poder que es otra cosa bien distinta, hablamos de concentración de tareas. En el ámbito laboral, hay empresas donde muchas veces una excesiva carga del trabajo recae sobre unos pocos empleados, mientras que otros tienen muy poco que hacer, esto sin involucrar situaciones particulares, excepciones, capacidades, conocimientos ni jerarquías.

La selección de fútbol de mi país, que ostenta al “mejor jugador del mundo” ha sufrido increíbles y resonantes derrotas ante equipos muy alejados de tener estrellas de ese nivel. Hace poco en mi país, salió campeón del torneo de fútbol un equipo que no tenía precisamente rutilantes estrellas en su plantel, mientras que otros que sí las tenían, quedaron de la mitad de la tabla de posiciones y hacia abajo.

¿Qué había pasado? Un antiguo proverbio oriental dice que “una cadena no es más fuerte que uno solo de sus eslabones”. Basta con que se rompa uno solo de sus eslabones para que la cadena ya no sirva más. Cuando cualquier estrategia se basa en la capacidad y talento de uno solo o muy pocos componentes del grupo, y ese componente se quiebra, como la cadena, simplemente falla todo el equipo.

TRABAJO DE EQUIPO, se llama esa estrategia. La maestra de nuestra historia inicial descubrió que dos niños de menor capacidad que su “alumno estrella” podían hacer el trabajo mejor y en menos tiempo que él. Un equipo de primera división de mi país con muy buenos jugadores, pero sin grandes estrellas encontró la estrategia que lo llevó a obtener el campeonato en un disciplinado trabajo en equipo. Un coro de voces superdotadas sonando al unísono resultaría “inescuchable”, en tanto que uno de voces menos talentosas pero con disciplina de equipo deleita los oídos. El ejército romano de los tiempos bíblicos históricamente ha obtenido resonantes victorias ante ejércitos mucho más grandes y mejor dotados gracias al compromiso individual de cada soldado con la disciplina y el trabajo de equipo.

Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, al menos un talento. Que no lo conozcamos es una responsabilidad que nos atañe exclusivamente a cada uno de nosotros. En la medida en que cada componente de una familia asuma su compromiso de colaborar más activamente en la gestión del clan, tanto en lo íntimo como puertas afuera; en la medida en que un entrenador aprende que hay jugadores menos talentosos pero más capacitados y disciplinados para trabajar en colaboración con el resto del grupo; en la medida en que cada soldado de Dios asuma individualmente su compromiso para poner su talento al servicio de este gran equipo que es Su Obra, habremos dado, como dijo Neil Armstrong cuando por primera vez un ser humano ponía su pie en la Luna: “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad.”

Familias fuertes nos esperan como fruto de esta estrategia, iglesias fuertes y poderosas, vidas cambiadas y comunidades enteras cambiadas en el Nombre de Jesús.

Pero llegando también el que había recibido un talento,  dijo:  Señor,  te conocía que eres hombre duro,  que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo,  y fui y escondí tu talento en la tierra;  aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor,  le dijo:  Siervo malo y negligente,  sabías que siego donde no sembré,  y que recojo donde no esparcí. Por tanto,  debías haber dado mi dinero a los banqueros,  y al venir yo,  hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
(Mateo 25:24-27 RV60)

Porque así como el cuerpo es uno,  y tiene muchos miembros,  pero todos los miembros del cuerpo,  siendo muchos,  son un solo cuerpo,  así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo,  sean judíos o griegos,  sean esclavos o libres;  y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además,  el cuerpo no es un solo miembro,  sino muchos. Si dijere el pie:  Porque no soy mano,  no soy del cuerpo,  ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja:  Porque no soy ojo,  no soy del cuerpo,  ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo,  ¿dónde estaría el oído?  Si todo fuese oído,  ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo,  como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro,  ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros,  pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano:  No te necesito,  ni tampoco la cabeza a los pies:  No tengo necesidad de vosotros.
(1 Corintios 12:12-21 RV60)

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