El valle del dolor
El valle del dolor
Por: Luis Caccia Guerra para www.devocionaldiario.com
La única manera de enfrentar el valle
del dolor es atravesándolo por el medio. Muchas veces, tras un
tiempo de bonanza, nos caen dificultades o el dolor nos golpea sin
piedad. Una traición, la pérdida de un ser amado, la partida de un
ser querido hacia lejanas tierras sin promesa de volver ni de un
reencuentro; la pérdida del trabajo, un penoso accidente o
enfermedad, un terrible abuso... tantas causas. El corazón se
desangra en lágrimas, el alma se desgarra en medio de un lamento
perdido en el silencio, en la soledad de la fría oscuridad.
Nuestra mente funciona como un papel de
tres capas. En la de más arriba, en la más superficial, están los
recuerdos más recientes, las experiencias, las vivencias más
actuales. Es lo que los que saben denominan el “consciente”.
En una capa algo más profunda, se
hallan recuerdos, vivencias y experiencias algo más antiguas, que
con algo de dificultad podemos volver a recordar o traer de nuevo a
la capa conciente. Es el “subconsciente”. En esa capa se van
depositando todos esos recuerdos y experiencias que “ya no se
usan”. Concientemente parece que las “olvidamos”, pero eso
ocurre porque nuestra mente consciente no puede acceder libre ni
voluntariamente a ellos. Sin embargo, siguen estando allí.
Y finalmente, pasado suficiente tiempo,
esas experiencias almacenadas en el Subconsciente se depositan, se
escriben, en una capa aún más profunda denominada “Inconsciente”
al que ya nuestra mente no tiene acceso directo. Los recuerdos,
experiencias, vivencias almacenadas en esta capa parecen haber sido
olvidados por completo, sin embargo continúan vivos aunque nuestra
mente ya no pueda acceder a ellos.
Eso ocurre tanto para las buenas como
para las malas experiencias. Si algo fue lindo, grato, ese recuerdo
inconsciente estará enviando “ecos” hacia arriba haciéndonos
sentir bien en determinadas situaciones o con ciertas personas. Pero
si se trata de malas situaciones, estará generando tristeza, dolor,
desaliento, temor, pesadillas, sin que podamos reconocer a ciencia
cierta cuál es el origen del malestar. Y es que en cualquiera de las
situaciones, los recuerdos parecen olvidados, pero siguen vivos y
generando síntomas desde lo profundo de nuestra mente.
Cuando alguien ha experimentado una
terrible situación hace tiempo, las vivencias continúan almacenadas
en esa parte inconciente causando dolor.
El pueblo de Israel tenía un triste
pasado de esclavitud en Egipto. Cuando fue liberado continuó siendo
objeto de los mensajes de dolor y esclavitud de su pasado y mientras
esto sucedió estuvo cuarenta años rodeando el desierto, mordiendo
el dolor.
Con nuestras vidas ocurre otro tanto. A
través del sacrificio de nuestro Amado Señor Jesús, todo nos ha
sido perdonado, mas no todo ha sido sanado. Hay personas que aún
habiendo sido rescatadas de la esclavitud del pecado, aun continúan
con sus almitas rotas, heridas. Desde lo profundo de su corazón,
vienen ecos de dolor de experiencias pasadas. Muchas veces tratamos
de evadir, de rodear para no volver a pasar por lo mismo, para no
tener que volver a sufrir, revivir de nuevo tristes y devastadoras
experiencias.
Pero el dolor por la misma puesta que
entró es por donde tiene que salir. Rodear el dolor es hacer como el
pueblo de Israel; andar en círculos, vagar por el desierto toda una
vida.
La única manera de lidiar con el dolor
y vencerlo, es atravesándolo por el medio.
Mira
que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
(Josué
1:9 RV60)
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