La higuera
La higuera
Por: Luis Caccia Guerra escrito originalmente para www.devocionaldiario.com
Mucho es lo que se ha escrito acerca de la higuera de Mateo 21:19-22 y Marcos 11:12-14. Los expertos dicen que tanto la higuera como el olivo representan en la Biblia, la nación de Israel. Los eruditos ven con suficientes bases sobre las Escrituras; el abundante follaje que presentaba la higuera, pero en la ausencia de fruto, la hipocresía del pueblo que hacía tan poco le había ofrecido una bienvenida triunfal en Jerusalén.
Más allá de todo simbolismo, y en el ánimo de hallar una aplicación devocional de este pasaje para mi vida, no puedo menos que sentirme identificado con esa higuera.
Pensar en las tantas veces que presenté delante de la gente y de la congregación un “abundante follaje”… pero tristemente sin frutos aunque nadie lo notara. Como el pavo real, despliega su cola con ostentación de amplitud y colorido… pero sigue siendo un pavo.
Cantaba con fervor, vehemencia y hasta con profesionalismo; “hacía todo bien”, pero estaba muy lejos de rendir todo mi espíritu, alma y cuerpo en alabanzas a mi Señor. Y es que también muy lejos de mi vida estaban cosas como “mansedumbre”, “templanza”, “¡paciencia!”… En pocas palabras, una higuera llena de hojas pero sin frutos, hasta que el Señor tuvo a bien transformarla y llenarla de vida.
Jesús, no puedo menos que hoy decirte ¡GRACIAS! por Aquél que la buena obra empezó. Me diste alegría cuando antes había amargura, frustración, enojo, dolor. Cambiaste mi lamento en danza.
Una palabra sólo necesité. Una palabra de Dios que cambiara mi vida. No fue necesario que viniera un sacerdote desde lejanas tierras a “bendecir” mi vida. Tampoco fue necesario que un pastor famoso impusiera sus manos sobre mí; ni que un psiquiatra me cambiara la píldora roja por una azul.
Sólo UNA PALABRA necesité, TU PALABRA mi Señor, fue necesaria para cambiar la vida de este siervo. Sólo una mirada tuya sobre este triste ser fue suficiente. Tomaste mi vida y mi corazón, y una nueva criatura hoy soy tomado de tu mano.
(…) De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
(Mateo 21:21-22 RV60)
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
(Gálatas 5:22-25 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra escrito originalmente para www.devocionaldiario.com
Mucho es lo que se ha escrito acerca de la higuera de Mateo 21:19-22 y Marcos 11:12-14. Los expertos dicen que tanto la higuera como el olivo representan en la Biblia, la nación de Israel. Los eruditos ven con suficientes bases sobre las Escrituras; el abundante follaje que presentaba la higuera, pero en la ausencia de fruto, la hipocresía del pueblo que hacía tan poco le había ofrecido una bienvenida triunfal en Jerusalén.
Más allá de todo simbolismo, y en el ánimo de hallar una aplicación devocional de este pasaje para mi vida, no puedo menos que sentirme identificado con esa higuera.
Pensar en las tantas veces que presenté delante de la gente y de la congregación un “abundante follaje”… pero tristemente sin frutos aunque nadie lo notara. Como el pavo real, despliega su cola con ostentación de amplitud y colorido… pero sigue siendo un pavo.
Cantaba con fervor, vehemencia y hasta con profesionalismo; “hacía todo bien”, pero estaba muy lejos de rendir todo mi espíritu, alma y cuerpo en alabanzas a mi Señor. Y es que también muy lejos de mi vida estaban cosas como “mansedumbre”, “templanza”, “¡paciencia!”… En pocas palabras, una higuera llena de hojas pero sin frutos, hasta que el Señor tuvo a bien transformarla y llenarla de vida.
Jesús, no puedo menos que hoy decirte ¡GRACIAS! por Aquél que la buena obra empezó. Me diste alegría cuando antes había amargura, frustración, enojo, dolor. Cambiaste mi lamento en danza.
Una palabra sólo necesité. Una palabra de Dios que cambiara mi vida. No fue necesario que viniera un sacerdote desde lejanas tierras a “bendecir” mi vida. Tampoco fue necesario que un pastor famoso impusiera sus manos sobre mí; ni que un psiquiatra me cambiara la píldora roja por una azul.
Sólo UNA PALABRA necesité, TU PALABRA mi Señor, fue necesaria para cambiar la vida de este siervo. Sólo una mirada tuya sobre este triste ser fue suficiente. Tomaste mi vida y mi corazón, y una nueva criatura hoy soy tomado de tu mano.
(…) De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
(Mateo 21:21-22 RV60)
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
(Gálatas 5:22-25 RV60)
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